El hombre debe ser uno más en los ecosistemas protegidos.
Apagado el incendio de Galicia y visto cómo está el patio para la cosa verde puede que sea el momento de plantear un par de cosillas sobre la ola de ecologismo urbano que invade el pensamiento de nuestros ilustres. No hago demasiado caso de la noticia sobre ese alcalde de Fuencaliente que pretende fiscalizar los pasos de la gente por los caminos, senderos y veredas de “su” pueblo, pues no es más que una anécdota generada por un memo, pero si sobre lo que está pasando en casi todos los parajes protegidos de España.
Los Parques, en cualquiera de sus denominaciones, se entienden de una manera que creo es absolutamente equivocada y bastante peligrosa para su integridad. Se pretende, casi siempre, que el hombre no tenga otra relación con ellos que la mera contemplación estética y que pase por ellos sin dejar rastro. Eso, que en el caso de los visitantes ocasionales es lo mejor, se convierte en un absurdo cuando hablamos de las poblaciones humanas que han tenido una relación permanente con ellos, con la explotación de sus recursos y con su aprovechamiento económico.
En el caso de Orense, decía el Alcalde de uno de los pueblos afectados, que “la gente pide permiso para hacer faena y se lo conceden a los seis meses, cuando ya no se puede hacer lo que había que hacer”. Eso que había que hacer se refiere a lo que siempre se ha hecho: limpiar, desbrozar, recoger, apilar leña, llevar ganado al pasto…miles de tareas que no se conciben en al mesa de un despacho y que tienen su momento y su oportunidad. ¿Qué pasa si no se hacen? El desastre: abandono, maleza, caminos cerrados que ya se pueden usar para extinguir los fuegos, abandono de los Municipios ….el desastre, vamos.
En la Comunidad de Madrid y otros muchos lugares (Cataluña también que lo he vivido) en los que está perseguido conducir por as pistas de tierra, los caminos se están perdiendo y algún día habrá un follón considerable. España debe conservar sus espacios naturales sabiendo que el hombre siempre ha tenido un papel en ellos, que hace siglos que dejaron de ser parajes virginales y se convirtieron en fuente de recursos. En Balsaín, donde el hombre cuida del bosque desde hace siglos, la cosa funciona.
¿Qué hacer? Hay que repensar todo ese ecologismo angelical y poner cabeza y sensatez al frente de las decisiones. Se puede hasta hacer negocio manteniendo caminos: hagan un calendario de rutas controladas a favor del mantenimiento de las redes y la gente se apuntará aunque les cobren 5 euritos por vigilar esas rutas circulares y poner un par de puestos de atención a las posibles galletas de las motos. (Me repatea el olor y el sonido de las motos cuando voy por el campo, pero los senderistas no hacemos pistas válidas para los camiones de bomberos: motos y coches, si). Saquen dinero del lobo como hacen en la sierra de la Culebra y que, como en muchos otros sitios, todo eso sea rentable para los que tienen que mantenerlo en su cercanía.
Dejen que sean los alcaldes y concejos los que gestionen las faenas y explotaciones tradicionales de los parques afectados. Covadonga y lagos pueden ser el ejemplo: hay ganado, se siega el pasto…no pasa nada. Paguen los daños de lobos y osos de un día para otro, aunque eso signifique un pequeño porcentaje de mentiras y pagos por lo que hacen los perros abandonados, pero no carguen sobre los más débiles el peso de una conservación que no saben cómo hacer, por favor.
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