Tormentazo de bigote, simplemente.
Vamos a ver: con la que tenemos encima en este país, ¿no había otro nombrecito para la niña? ¿Tenía que ser obligatorio eso de la “ciclogénesis explosiva”? Yo creo que los medios de comunicación deberían ser conscientes de que el nombre de las cosas encierra un poder muy concreto y determinado, que el personal anda más o menos sensible y que en plena discusión parlamentaria de los presupuestos, esa inundación de titulares incluyendo tanta grosería amenazadora es, cuando menos, evitable y cruel.
Además: ¿estamos seguro de que eso es verdad? Como dirían mis amigos de la comida semanal: ¿Alguien ha preguntado de dónde viene ese nombrecito? ¿Estamos seguros de que no se le ha ocurrido a un meteorólogo aburrido sin nada mejor que hacer que intentar ser famoso y acojonar al personal?
Desde luego, cuando yo he preguntado a alguien, hombres de campo incluidos, sobre el tiempo que haría mañana, es un suponer, nunca me ha contestado nadie que “niebla de amanecida y a eso del medio día, con la solana, va a entrar una ciclogénesis explosiva de las gordas”. Son cosas que no son del pueblo, que no están en las conversaciones y que, por siniestras y amenazadoras, deberían seguir escondidas.
Si hablamos de un huracán, o una tormenta, todos sabemos a que atenernos, pero ¿Qué hay que hacer ante una ciclogénesis explosiva? Pues ni idea, oiga usted, de verdad.
La próxima vez, con decirnos que hará mal tiempo y un viento de cojones, ya nos imaginamos que los paraguas ni tocarlos. ¿No os parece más sencillo? Pues eso, un poco de sensibilidad con los lectores, hombre, que no cuesta tanto.
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