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lunes, 3 de diciembre de 2012

Ellos no escuchan. Nosotros no les hablamos.



Será lo único que verán: 
nuestras silenciosas espaldas

En vista de que estamos todos de acuerdo en que la clase política parece sorda a la voz de la ciudadanía, os propongo un divertido entretenimiento: no les hablemos nosotros a ellos. El juego es sencillo de jugar y podría ser bastante efectivo. ¿Conoces algún político? No le dirijas la palabra y si te habla, date la vuelta. ¿Eres quiosquero y el diputado o senador te compra el diario? No se lo vendas, no le atiendas, no le pngas ese café de todos los días, no le vendas el pan.
Es válido para políticos, cargos políticos, senadores, diputados, miembros de consejos de administración por designación política, sindicalistas, concejales, diputados autonómicos y demás fauna de la que despotricamos habitualmente.
¿Tienes un restaurante y quiere cenar un político? Cuanto lo sientes: no tienes mesa. Tenderos, dependientes, todos a una sin hacer caso: que cunda el silencio y el desprecio. Y todos nosotros, a darles la espalda, así de sencillo, en silencio, de forma notoria: que a su alrededor sólo vean espaldas. Basta con acercarse a la barra en la que toma café y colocarse de espaldas, que se vean rodeados por un compacto muro de espaldas que no nos les hacen nada, sólo les ignoran.
Dicen que son como nosotros y les dejamos creerlo, pero hagamos que nuestro silencioso rechazo crezca a su alrededor, que ese ostracismo presente les impida confundirse: nos han traicionado y no forman parte de nuestro mundo, les damos la espalda y nada queremos de ellos.
Sencillo, ¿no? Sin violencia, sin gritos, sin gestos groseros, sin pancartas y sin nada que no sea el silencio y un largo y clamoroso muro de espaldas silenciosas que griten nuestro rechazo. 
Animarse, gente.

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