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viernes, 7 de diciembre de 2012

Empeñados en cagarla



Sabe la verdad, nos conoce y espera calmada.

Nos lo tendrían que haber avisado. Por mucho que vivamos un puente de muy baja actividad, leer la prensa de hoy debería haber sido catalogado como deporte de riesgo, pornografía prohibida a espíritus sensibles o cualquier otro calificativo que nos inclinara a la precaución y la cautela. Lo miremos por donde lo miremos, es todo un desastre de proporciones épicas: desde el retorno de Berlusconi hasta la conexión cretense de Wert y su alma de Minotaruro, todo nos conduce al absurdo.
Todo lo que nos llega nos habla de desastre y absurdos, pero de repente un aniversario, un momento que pone de relieve la verdadera dimensión de nuestros afanes: la primera foto;  la más bonita, la mas usada de las tomadas a la tierra desde el espacio, concretamente, el 7 de diciembre de 1972.
Es una foto preciosa que todos conocemos y que, justo cuando todo parece abocado a la locura, nos hace ver que por mucho que intentemos ponernos de puntillas y aparentar ser más de lo que de verdad somos, no contamos nada, no somos nada y nuestro paso será olvidado cuando dejemos de infectar la piel de la Tierra.
El ser humano se encontrará algún día frente a su verdad desnuda: su completa intrascendencia y el completo absurdo al que, como especie, ha dedicado sus afanes. Somos un desastre colectivo, una pesadilla desbocada que corre hacia la autodestrucción y la barbarie sin hacer caso de las voces que claman por la sensatez.
La tierra, en esa foto, parece calmada y sabedora de que, como muchas otras cosas, nuestra especie pasará por su superficie para acabar siendo olvidada como se olvida a un invitado molesto y sucio que no ha tirado de la cadena. Ella sabe la verdad de nuestras fronteras y diferencias; conoce el final y espera tranquila pues no le importamos nada.
Mientras la tierra espera, nosotros seguimos empeñados en cagarla. Hay que ser coherentes con el destino, no nos queda otra.

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