Nueva vía para fomentar el espíritu de equipo fomentada por la organización de Sochi
Han empezado los juegos de invierno y, sobre ese desastre generalizado que nos cuentan reporteros y participantes, hay algo especialmente rechazable: han empezado las tonterías. Los juegos, en su versión original, tenían resultados que no eran opinables y que podían medirse con una cinta métrica, con un reloj o mediante un certificado forense de defunción en el caso de los púgiles. Hoy no, hoy hemos introducido un montón de especialidades que, siendo absolutamente dignas, duras y meritorias, basan su jerarquía en juicios subjetivos y visiones particulares ajenas a la física, mucho más objetiva ella.
No estoy de acuerdo en esa interpretación del espectáculo y del negocio, lo siento. Mi particular visión es que en los juegos sólo se debería medir y además, hacerlo de forma objetiva e inapelable. Que todo dependa de que a un juez le "parezca" que "tu dedo se ha desviado de la línea tangencial a la perpendicular del cuello con relación al suelo" me parece que abre la puerta a todo: la música, el baile, la pintura y cualquier otra modalidad artística y/o estética.
Además y de forma curiosa: en todos esos deportes se suelen formar grupos y camarillas de jueces y árbitros realmente sospechosas, sin entrar en la particular afición que tienen los órganos que rigen los deportes a convivir de forma tranquila y amigable con los regímenes poco o nada democráticos. No creo que fuera muy complicado unir el olimpismo y la democracia y evitar que los juegos vayan parar a sitios poco recomendables, incluida la actual Rusia y su política de derechos humanos.
Lo dicho, dejados de gilipolleces y a medir, a medir bien y de forma precisa, nada más.
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