Una herida que nos mata a todos
Hoy me retiro para dejar hablar a mi maestro y amigo Guillermo Pérez, de Uruguay, que se pronuncia para llamarnos la atención sobre esa herida abierta en el alma del hombre que no dejamos sanar jamás: la guerra y su espanto que nada respeta, ni siquiera a la infancia.
Os dejo con su palabra:
¿Puede un niño de cuatro años explicar todo lo que hay detrás de esta foto? No puede, pero uno puede intentar legítimamente recomponer una historia con padres muertos o con la esperanza perdida. En ese bolso que el nenito aprieta desesperadamente para no perderlo, están no solo todas sus pobrecitas pertenencias, sino también todos sus recuerdos, el hilo de memoria que lo conduce hasta una familia que quizás no verá jamás. Por el desierto debe haber seguido la caravana de gente que no quiso una guerra, pero la tiene. No los critiques por no haber cobijado al niño, debieron estar tan desesperados como él. Detrás de una guera, todas ellas, siempre hay un interés, aunque solo sea el simple saqueo. Junto con los bienes, se llevan las vidas de gente que muere y niños que no mueren, pero casi.
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