Hace unos días me comentaba un amigo sobre un cambio de trabajo: “Ya no es como cuando buscábamos un proyecto en el que dejarte la vida: ahora me cambio y sólo es trabajo” .Pocas veces he sentido más presente, más actual y más realizada la famosa maldición bíblica de “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” y es verdad: la frasecita de las narices no hablaba de emoción, ni de realización personal, ni de ilusión, ni de implicación ni..,de pollas en vinagre; solo mencionaba el sudor.
Trabajo sordo, oscuro, condenado trabajo que nos proporciona respiro para eludir los más crudos efectos de una esclavitud calculada y jerárquica de la que no escapamos. Todos, creo, hemos soñado con la absoluta liberación representada por las palmeras de una idílica playa tropical en la que observar, plácidamente, el ir y venir de las mareas que en nuestro sueño se encargan de traernos la felicidad sobre las dulces olas que llegan a la orilla.
El hombre sueña y en sus sueños más plácidos se entroniza la calma, la paz de un mundo sin la constante pelea del trabajo, de la miseria diaria que con él se relaciona; lejos de nosotros la angustia relacionada con la encarnación de esa maldición, con su instrumento más dañino: el dinero.
El dinero es el instrumento usado por el poder para mantenernos esclavizados. Las sociedades esclavistas usaban del miedo o de la recompensa en forma de recuperada libertad, pero siempre había una salida. La moderna esclavitud, perfeccionada, ha conseguido bloquear la salida: no hay escape y la globalización ha conseguido dominar de tal manera que nuestra soñada playa se ahoga, hoy, anegada de aguas generadas por el cambio climático.
Hemos asumido la maldición de tal manera, la hemos interiorizado tanto, que hoy es la pérdida del trabajo lo que se ha convertido en maldición y generado hordas de silenciosos malditos que habitan el confuso terreno de las sombras.
No podemos escapar del trabajo, pero deberíamos revelarnos contra los que han conseguido que el trabajo haya matado cualquier rastro de ilusión en nuestro ánimo. El trabajo os hará libres, rezaba el lema de los más espantosos carceleros de la humanidad: hasta ellos, que usaban del poder de esa mentira, sabían que no se puede trabajar sin ilusión y sin la pasión de ser mejores.
Tienes razón: la lucha por conseguir un trabajo se ha convertido en nuestra esclavitud. Antes, un trabajo era para toda la vida. Ahora se pasa de una ocupación a otra siempre con la esperanza de ganar el dinero suficiente para hacer realidad nuestro sueño de libertad en un lugar tranquilo donde poder enjugar el sudor de la frente teniendo asegurada la supervivencia de los nuestros
ResponderEliminarSin embargo, lo que no se puede perder nunca es la ilusión de conseguir este sueño. Sin ilusión no valdría la pena nuestra lucha.
3 de Julio 2010 a.m.