Los dos diarios más importantes de este país se han lanzado a una aventura que necesita de la comunidad para tener identidad y llegar a ser algo. Es la WEB 2.0, la WEB que basa su propia identidad en la falta de identidad estructurada. Estos proyectos se dejan hacer, ofrecen un espacio abierto y son los usuarios los que, con sus aportaciones, le dan la forma definitiva.
En realidad, son como casas vacías a la espera de la comunidad de vecinos: serán ellos los que configuren el espacio para la convivencia según sus gustos. Parece que no ha pasado nada y como casi siempre, el cambio más importante, el que de verdad lo revoluciona todo, ha entrado de forma suave y sin darse importancia.
De las pantallas negras que regían nuestras acciones ante el PC, a las ventanas de color de Windows y por último, a los espacios comunes en los que las fotos y la voluntaria acción del usuario configuran la realidad, el camino lo hemos andado de forma acompasada a lo que nuestro entorno laboral nos iba marcando, pero sin darnos cuenta, el espacio personal ha crecido de tal forma que serán los usos de la empresa los que acabarán adaptándose a lo que los usos y costumbre sociales les impongan.
El párrafo ha quedado largo, pero es tan real y tan verdad, que me juego la barba a que se cumplirá al 100% en un plazo no superior a 5 años. Las empresas de medios están viviendo sus últimos años de independencia gloriosa: se han arruinado y endeudado sin darse cuenta de que el coste de la información de calidad marcaba su destino. No serán ellas las que piloten las grandes naves de los contenidos de las próximas décadas: serán las operadoras de telefonía y los grandes espacios que aglutinen usuarios: navegadores, portales de comunidades de nuevo cuño tipò Facebook o Tuenti, pero jamás los Prisas, Unidesisas y Vocentos.
Le Monde, arruinado, oye ofertas de Orange y reza para que el pretendiente no vea su cara marcada de viruela. Las televisiones ya han levantado las orejas oyendo el sonido de los cascos de internet, que viene al galope tendido recortando la ventaja.
Tenemos la suerte de ver la continua sesión de los más importantes y rápidos cambios sociales de la historia del hombre. Tenemos la suerte de poder escribir la crónica de esos cambios que se aceleran desde 1990. Otra cosa es que la crónica y la historia nos ofrezcan un final en el que todos sean felices, que me temo que no va la cosa por ese camino.
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