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jueves, 2 de septiembre de 2010

Dios en la mente, nunca más de la mente de Dios.

La mente de un genio se levanta por encima de un cuerpo muerto.

Me guardo la entrada para cuando vuelva del diario paseo con los perros, que el tema merece la pena: nuevo libro de Stephen Hawkins negando la necesidad de Dios para explicar el - o los -universos. Por fin, un físico se atreve a afirmar que será posible conocer, explicar y predecir los acontecimientos físicos que explican la naturaleza y desarrollo de la materia en todas sus formas. La física vuelve al origen y se acerca al final de las preguntas. ¡Apasionante!

Ya de vuelta, y como siempre, más esperanzas que realidad en cuanto a temas brillantes inspirados por el paseo, así que me limitaré a compartir mi absoluta felicidad por el anunciado triunfo de la razón. Es la primera vez, que yo sepa, que alguien con enjundia y conocimientos suficientes, asegura que la ciencia –en este caso la física – está en el camino de demostrar que hay una explicación plausible para lo inexplicado: nos quitaremos de encima el relojero universal, el arquitecto celestial, el señor serio que no juega a los dados: nos libraremos de la tiranía de dios porque el hombre habrá sido capaz de deducir las leyes que rigen el comportamiento de la materia en este y en otros universos.
No hace cien años que Einsten formuló su teoría y el mundo se ha movido acelerado por esa mágica ecuación de E=mc2; la física cuántica nos ha colocado frente a una serie de paradojas sobrecogedoras y brillantes, demostrando que el hecho de que solo seamos capaces de concebir un universo no implica que otros universos no sean posibles o, incluso, más probables y fáciles que el conocido.
La idea de Dios se basa y se agranda con nuestras carencias de conocimiento, de la misma manera que cada avance, cada explicación, cada fórmula, hace más pequeño el templo de la superstición. Que el saber es enemigo de dios lo han sabido todas las religiones, y todas se han afanado en la persecución de la ciencia y el conocimiento. El negocio fundamental es uno y hay que cuidarlo entre todas, no vaya a ser que la grey se desmande y piense por su cuenta.
Es un atisbo, una señal de esperanza, pero tan bonita, tan completa, tan bien estructurada en sus enunciados por una de las mentes más poderosas de la historia que da alegría soñar y pensar que algún día, muy lejano, se volverán las tornas y la sociedad no necesitará la idea de dios para explicar la realidad.
Pero la realidad es una y la necesidad es otra: ¿Que pasará con la necesidad de trascendencia, con el miedo a la muerte, con el desaforado deseo de inmortalidad, de permanencia? Esa es otra cuestión y será la última frontera: el reducto de los más fundamentalistas, de aquellos que necesitan un castigo eterno para ser buenos en esta vida y soñar con la beatífica contemplación estática de dios. Ya he dicho en otras partes que esa idea me parece fundamentalmente aburrida, pero allá cada cual con sus gustos y deseos.
Un hombre que ha elevado su intelecto muy por encima de su enfermedad y su postración se atreve a desafiar todos los convencionalismos y, desde la cátedra más prestigiosa, aquella en la que otro genio, Isaac Newton, dijo que “Dios no juega a los dados” esgrime sus escritos para decir que “Dios no creó el Universo y que las teorías científicas más actuales convierten en redundante la figura de un creador”.
Hace siglos, la mente humana inició un camino que aspiraba al conocimiento y hoy, mucho después, estamos cerca de vislumbrar uno de sus hitos; pero da pena pensar que la verdad no servirá para cambiar ideas, prejuicios e intransigencias. Desgraciadamente, el ser humano ha puesto de manifiesto que la realidad no es la base para formarse un criterio y tomar posturas, antes más: para muchos, la verdad será un acicate más para negarse a aceptar su tiranía y atrincherarse en el oscurantismo de la intransigencia.
Quedan siglos de pelea, pero la verdad avanza lenta y segura en pos de la liberación del hombre: al final, conseguiremos que la idea de dios se reconozca como una construcción de la mente del hombre y no el hombre como la manifestación de la mente de dios. Que así sea.

2 comentarios:

  1. Yo me guardo el comentario para cuando lo haya asimilado y me atreva a opinar.
    a.m.

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  2. desde la más absoluta ignorancia admiro a éste hombre. Su capacidad para alborotar al gallinero también.
    Es mucho más cómodo pensar que el mundo lo creó Dios y no partirte la cabeza.

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