¿Puede una sola palabra abarcar tanta diversidad?
El papa consagra el templo de la sagrada familia y además de la conveniencia de no haber seguido con un proyecto único que solo su creador tenía en la cabeza, pienso en la enorme suerte que tenemos de poder disfrutar de unos modos y estructuras de familia cuya base común se apoya en el amor, en el acuerdo mutuo, en la voluntad libremente expresada por dos seres libres que deciden formalizar un acuerdo de vida ante la sociedad.
Si pensamos en otras épocas, es muy sencillo echar de menos ese componente de voluntariedad, fácil encontrar familias que nunca tuvieron el acuerdo mutuo de sus compontes originales y muy raro que el amor fuera el motor fundamental de la estructura original.
Hoy hay modelos nuevos que permiten que los seres humanos puedan formar familias atendiendo a formas y sistemas muy diversos con plenas garantías legales. La iglesia solo admite una forma de familia y además, se olvida de la condición humana al negar la posibilidad de rectificar lo que puede convertirse en el infierno de un hogar sin amor, sin respeto y sin otra unión entre los componentes que la obligación de permanecer en él hasta el final de sus días. Es lo que llaman la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, paraíso para algunos, indiferencia y rutina para alguno y condena inmisericorde para muchos otros.
La iglesia no entiende que la convivencia puede degenerar hasta extremos patológicos y que nadie rompe una unión matrimonial sin haber puesto mucho empeño en arreglar las cosas, máxime si hay niños por medio. Entiendo que la existencia de hijos aumenta la exigencia hacia la responsabilidad de los adultos, pero sólo eso: nunca puede obligar a los hijos a vivir en un infierno de odios, enfrentamientos y disputas. Eso no es una forma de vida o de religiosidad, eso es una condena que nadie debería estar obligado a sufrir.
La iglesia habla de familia “natural” olvidando que ese término, además de muy amplio, es extremadamente peligroso para sus intereses. La naturalidad de las familias adopta formas muy diversas y complejas, algo que los antropólogos culturales conocen perfectamente y que cualquiera de ellos podría confirmar. No creo que Bernard Levy o sus colegas se atrevieran a dar carta de naturaleza mayoritaria al tipo de familia que la iglesia denomina, con demasiada alegría, como natural.
Hay sociedades que son poligámicas, poliándricas; con uniones temporales o sin ellas; hay crianzas colectivas de los niños y hay otras formas; hay uniones jerarquizadas y completamente libres, pero la formalización contractual de las uniones humanas parte de una base económica más que espiritual. La familia, el matrimonio y la transmisión patrimonial a los herederos es algo más bien moderno, socialmente evolucionado y bastante alejado de la naturaleza, sus leyes y sus exigencias.
Si es verdad que lo más extraño a las formas naturales es la unión homosexual masculina, que la femenina tiene matices, pero la evolución de las sociedades y del derecho puede orientarse hacia la reglamentación de las transmisiones patrimoniales, pactos y actividades económicas dejando la parte de la reproducción en un plano común al de otro tipo de uniones.
Por favor, mucho cuidado con el uso de las palabras, que en los últimos tiempos las carga el diablo. Otro día hablaremos del papel dela mujer según el punto de vista de una jerarquía tan misógina y clasista como la católica, que la cosa tiene tela.
Sin entrar en demasiados detalles, creo que en este caso tienes razón al decir que la unión de un hombre y una mujer, unidos por un amor verdadero es válido y permanente cuando existe un proyecto común y la voluntad de llevarlo a cabo. En el caso de que no exista una convicción religiosa para sellarlo,la unión es válida ante Dios y ante la pareja, mientras el amor siga vivo.
ResponderEliminara.m.