El PP en su laberinto: una salida complicada
Bajo la influencia del Myolastan y encorsetado porl a faja de motorista que intentan evitar el enganche de una lumbalgia estacionaria y feroz, me enfrento a los titulares del día con una cierta distancia de día festivo y lánguido que discurre bajo el viento fresco que hace correr las nubes de todos los colores y tonos.
Rajoy se deja llevar por la tendencia natural y confiesa su acuerdo con lo planes económicos que pretenden ajustar a los Ingleses a las tallas anoréxicas de las sociedades pre...históricas. Sabe de lo impopular de las medidas y que España se pensaría mucho dar su apoyo a ese proyecto de demolición no acaba de entregarse un discurso público y claro sobre las medidas y modelos que considera necesarios para arreglar un patio maltrecho. No soy político y así me va, pero me angustian las estrategias oscurantistas de los partidos que, queriendo hacer una cosa, no la dicen o presentan una versión descafeinada de los proyectos.
La verdad, la simple exposición de la voluntad de los partidos de estructurarla sociedad de una forma determinada, la verdadera base de la democracia, se olvida, se matiza, se esconde y oculta para presentar una versión maquillada y pasada por las manos de un “photo shop” intelectual que quita arrugas, granos, imperfecciones y presenta adefesios intelectuales como elegantes teorías suaves, delicadas, correctas, amables y seductoras imposibles de rechazar.
Señores: la confrontación política requiere verdad y “tomar partido”. Es cierto que los tiempos han acercado posturas y que la UE actúa como amortiguador de enfrentamientos, que la dispersión se ha reducido, pero...sigue habiendo dos lados, una raya que nos coloca ante la necesidad de posicionarnos y ser identificados como habitantes de uno u otro lado. El problema español es que hay un terreno en continua disputa y otro ocupado sin escritura pública de propiedad. Me explico:
El centro es territorio de guerra y da la victoria a unos y otros. No tiene dueño, pero tiene “incursiones” temporales. Tanto PSOE como PP lo reivindican como suyo; de una forma más marginal el PSOE y con un discurso engañoso el PP. El segundo sabe que la derecha le pertenece por “derecho natural”, pero tiene dos extremos complicados de gestionar. El centro que recela de convivir con extremos fascistas que no se escinden, y los reductos extremistas que no puede dejar escapar por la puerta d la extrema derecha. El PSOE tiene fácil la tarea de diferenciarse de IU, pero ¿que puede hacer el PP con esos núcleos duros de fascismo latente para que no estropeen la foto?
Complicado, pues las medidas duras de una economía con recetas “neocons” mezcladas con posturas xenófobas, racistas, excluyentes y defensoras de la exclusividad religiosa configuran un programa muy complicado de tragar por una mayoría social que sabe de la necesidad de cambiar en las próximas elecciones y que, sin embargo, mira a todos lados buscando ese ¿que no hay alguien más? del chiste de Eugenio.
De todas formas, no tengo demasiado claro que todas las tramas extrañas con amigos del alma, dineros raros, trajes y miradas tiernas entre hombres hechos y derechos que generan todo tipo de preguntas. Aunque hay temas en los que si cabe el compromiso: el absoluto rechazo al matrimonio gay, que asegura que eliminará de nuestra legislación. ¿Nos jugamos algo a que no hacen nada, al igual que pasó con el aborto, el divorcio y otras banderas que levantaron en su día como innegociables? La cobardía social de ese partido empieza ser proverbial.
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