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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Suposiciones malignas

Futuro incierto

Vivimos en una época en la que a todo ciudadanos se le suponen conocimientos y habilidades de diversa índole que para nada se ajustan a la realidad; de la misma manera que los ciudadanos les suponemos a las empresas y administraciones una vocación de servicio que, desde luego, ellos no consideran como adecuada.
Hoy en día, si eres hombre, debes conocer las cualidades y características técnicas de todos y cada uno de los coches que hay en el mercado, manejar todo tipo de dispositivos electrónicos, arreglar cualquier avería que se produzca en tu casa y, en función de determinadas ocupaciones profesionales, ser un experto en vinos d primer orden. La realidad es que somos muchos los que no estamos seguros de que nuestro coche tenga burros o caballos, desde luego no sabemos programar la grabación en el disco duro de la tele panorámica y para cambiar una bombilla sudamos tinta. Si eres mujer, tus habilidades deben ser las mismas que he mencionado y además, tener “glamour” aunque te hayas levantado alas 6, 30 de la mañana, lleves a un terrorista de tres palmos en el coche con las manos llenas de pringue de chuche y tu jefe crea que tu culo está abierto y a su disposición en régimen de 24/7. Superwoman hasta el final.
Pues bien, dicho esto, nos queda analizar el papel que jugamos los ciudadanos frente a esas macro empresas y lo vamos a hacer repasando mis vivencias de los últimos días con Vodafone, una fuente de experiencias difíciles de olvidar.
Iluso de mi, pensaba que sería sencillo poder recibir los mails cuando estoy fuera de la oficina con cualquiera de los teléfonos y servicios que me ofrecía esta empresa. Y una leche.
El resumen es el siguiente: tras 10 días de perder el tiempo, mi teléfono, un Nokia C& ni siquiera se puede conectar al ordenador, Vodafone me ha dejado sin poder usar mi teléfono particular y encima, al intentar ver si la duplicación de las tarjetas funcionaba,muchos de mis contactos han desaparecido sin dejar rastro, Y que conste que todo eso ha pasado sin que yo, manazas profesional, hubiera tenido la oportunidad de intervenir. Imaginaros lo que hubiera podido pasar si me meto en medio haciendo cosas.
La deslocalización y la eliminación de los costes asociados a la posibilidad de dar un buen servicio nos han levado a la descojonación; término similar en cuanto a la fonética y radicalmente opuesto en cuanto a la percepción del usuario. Las empresas han hecho números y nuestros cabreos no descompensan la cuenta de resultados. Si las cuentas salen, un determinado porcentaje de clientes jurarán en arameo y chico, como petnezcas a ese porcentaje, la has jodido, que tu vida se habrá convertido en un infierno en el que la tecnología te mostrará su cara más ingrata. Entonces me entenderás un poco mejor pero hasta entonces, me quedo solo en mi desgracia.
Por cierto, si eres amigo y no te contesto el teléfono, ya sabes: la parte de mis comunicaciones personales cuya gestión encomendé a Vodafone, está temporalmente fuera de servicio. Lamentamos las molestias ocasionadas. ¡Serán cabrones!

1 comentario:

  1. He visto a muchos familiares y amigos pelear con los nuevos y más modernos artilugios de tlefonía. Ahora en las tertulias no se puede hablar. Cada uno de los asistentes saca del bolsillo su nuevo teléfono o cómo se llame y no se oyen más que los clics de uno y de otro.
    Y de vez en cuando algún taco que indica su desesperación al no conseguir lo que buscan.
    a.m.

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