Las cañas tienen mensaje o, como dice un amigo, "recao"
Hoy, mientras toda España bulle de comentarios políticos y la red se convierte en el foro virtual de la virtualidad política mientras muchos no saben dónde encontrarse con los suyos en los espacios públicos dedicados a la pública protesta, he dedicado un tiempo de ocio residual a romper cañas, pero no cañas figuradas en la literaria licencia que anuncia batalla, no: cañas de verdad, de las que huelen en el coche y dejan bichos; cañas de las que, espero, cuelguen mis lozanas tomateras al sol de este verano que no acaba de decidirse a llegar.
Hace días que anuncié mi dimisión de esta campaña electoral que me aburre de forma infinita y larga, enormemente larga en el tiempo y en el espacio mental que nos quiere ocupar. Cuando la Puerta del Sol genera comentarios de todos los medios de comunicación y nadie sabe cómo ponerle la soga a ese toro que parece crecer y agigantarse como una amenaza que, por fin, se hace grande y presente y se anuncia todavía más grande, me dedico a cuidar del futuro de mi huerta sabiendo que los grandes partidos se hayan sumidos en una especie de estupor con el que no saben que hacer.
Allá ellos. Yo tengo claro que una tomatera necesita de una buena caña de la que colgar y en la que descansar del enorme esfuerzo realizado al sujetar los jugosos frutos con los que tanto disfrutaré en un par de meses.
¿Que esto no es política? Hombre, la enseñanza de la caña puede venirles bien a los partidos como moraleja: o pones un caña en la que engorden las esperanzas como engordan los tomates al sol del verano, o las esperanzas se mezclan con el barro y sus frutos acaban podridos y comidos por las ratas.
Los que llenan las plazas de España han decidido, como las tomateras bravías que engordan en las orillas de las ramblas, buscar un lugar propio bajo el sol y dejar a los malos hortelanos con tres palmos de narices. Ellos se lo han buscado.
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