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domingo, 8 de mayo de 2011

Sorprendente sorpresa


Leo el artículo de Vargas Llosa de El País y me quedo perplejo ante su asombro por la toma de postura de no se que cardenal peruano. Desde el púlpito dominical, el cardenal abronca al escritor por manifestar su libre opinión mientras, desde el púlpito, presta todo su apoyo y el de al iglesia que representa ala candidata Fujimori, fascista renacida que aspira a reeditar las glorias de su padre.
Me asombra el asombro de Mario, que parece haberse caído de no se que extraño y guindo. La Iglesia, esa Iglesia con mayúsculas, pompa, boato y circunstancia, siempre – digo bien: siempre – ha apoyado, silenciado o consentido dictaduras fascistas mientras que se ha rasgado sus virginales vestiduras ante el más mínimo avance social.
Apoyó a Franco y a Salazar, mientras que lanzó su más espeso silencio contra Hitler. Juan Pablo II abroncó públicamente a Ernesto Cardenal y lanzó al antiguo cardenal PanzinguerZ, actual Benito XVI, contra todos aquellos que intentaban organizar y estructurar la llamada Teología de la Liberación. Mientras su dedo acusaba al emboinado Ernesto, las dictaduras de la operación Cóndor lanzaban desaparecidos al mar acompañados de las bendiciones de los capellanes castrenses y de los Tedeums cardenalicios. Franco desfiló bajo palio en las Iglesias españolas y el incorrupto brazo de Santa Teresa intentó proteger su agonía de la rapiña de sus allegados.
La Iglesia es exactamente eso que ha descubierto Vargas Llosa y me congratulo, una vez más, de que sus miembros muestren, sin tapujos ni vergüenzas, la verdadera esencia de su longevidad y buena salud: dular al poder, entregarse al dinero sin reservas y mantener a los humildes en un grado de estupidez cercano a la subnormalidad:
Te Deum laudamus:
te Dominum confitemur.
Te aeternum patrem,
omnis terra veneratur.
Que según la versión más sabia y adecuada del genial Quevedo, la cosa podría traducirse por

Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo;
que pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Nace en las Indias honrado
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España
y es en Génova enterrado;
y pues quien le trae al lado
es hermoso aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Como caballero, poderoso; como compañero, el mejor para la Iglesia.

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