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jueves, 18 de agosto de 2011

La consagración de los pelotas


Benito XVI llega a Madrid y la caverna entra en el éxtasis de la adulación desmedida.
Espectacular, de verdad.
Como corresponde a una diatriba, corta, seca y con mucha mala baba: Ya ha llegado Benito XVI y ha hecho lo que se esperaba que hiciera, pedir a sus “chicos” que sean buenos y que cuidado con el demonio, el mundo y la carne. Debe ser que le ha llegado el efluvio hormonal de la tropa, muy alejado de la pretendida castidad.
Uno ha hecho su trabajo y los corifeos, los medios de la caverna, el ridículo. En un país que inventó eso de ser más papista que el Papa, los de Telemadrid y los de Intereconomía se han dedicado a babear  buscando el elogio más absurdo, más lleno de falsedad y más imposible.
De un carcamal seco, lejano, rígido, arcaico en fondo y forma, se han inventado a una especie de coleguilla cercano, gracioso, cordial, simpático, improvisador y dotado de un especial don de gentes. No se han cortado ni un pelo, de verdad.
En cuanto a los bien educados peregrinos que han arrasado jardines, parterres y demás zonas verdes de Madrid, no os preocupéis, que es un efecto óptico: los peregrinos, gentes guapas, educadas y espirituales, levitan sin tocar el suelo, derraman generosas dádivas en los comercios locales y sus cuerpos no secretan otra cosa que no sea esencia de santidad.
Del uso de tópicos, poca cosa salvo la vergüenza, que no se han dejado casi ninguno: Zarzuela casposa, caballos con morenas a la grupa y los nietos enchufados del señorito andaluz ofreciendo el regalito de rigor; y todo eso sin olvidarse de la tuna y del latín preconciliar, que la cabra tira al monte.
¿Alguien da más? Luego se quejan de que no les llamemos carcas. ¡Hay que joderse!


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