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viernes, 29 de octubre de 2010

De creadores y creaciones

De decir si tenía ganas, pero de poner las fotos de cualquiera de los tres personajes de hoy, ninguna.

Estos días vivimos inmersos en la polémica generada – cuando no, interesadamente provocada – por dos escritores que, saliendo del estricto ámbito de su actividad, se posiciona con respecto a la conducta de un político, uno, y hace público un delito prescrito, el segundo.
De Arturo Pérez Reverte me han llegado bastantes relatos que aseguran la veracidad de los rumores sobre su comportamiento como corresponsal en los balcanes, pero como no puede dar fe cierta de que sean verdaderos, los omito. Centrándome en lo que me gusta o no me gusta de su obra, hago público, aquí y ahora, que hace varios libros que le he retirado el saludo. Concretamente, tras leer la carta esférica y pillarme un monumental cabreo por la zafiedad con la que se quita de en medio la necesidad de currarse un final –no digo yo que excelso, no –normalito; prometí que jamás volvería a leer nada suyo.
Hace tiempo que escribí que, desde mi punto de vista, los escritores debían escribir y alejarse al máximo de otras tentaciones populistas, que para eso están las reinonas de las revistas y reinando sobre ellas, Belén Esteban. Cuando Pérez Reverte insulta, de forma soez y poco elevada, la conducta y la emoción de Moratinos al despedirse de los que han sido sus compañeros de trabajo durante seis años, pone de manifiesto su absoluta incapacidad para entender lo que es la implicación personal y emocional con un equipo. No le cabe en la cabeza que seis años de desempeño político, en un puesto como el de Ministro, crean unos lazos personales casi eternos con el equipo con el que se ha estado frente a todo. A él eso no se le ocurre, pues parece incapaz de cualquier compromiso con alguien ajeno a sí mismo. Lo que se le ocurre es que el cesado llora por la pérdida de privilegios.
Ya hemos visto un componente de egoísmo feroz que subyace a la crítica, pero es que el segundo componente es tan malo como el primero: el machismo rancio y trasnochado que declara incompatibles las lágrimas con la testosterona. Los hombres no lloran, dice Reverte clamando por la vuelta de los Tercios de Flandes. Vaya Vd. a cagar, le contesto, yo; que eso ya no se lleva y hay que darles a los sentimientos y emociones el lugar de privilegio que se merecen. Por si alguien quiere saber lo que opino sobre las lágrimas de Moratinos, diré que lo único que pensé es en que alguien que reacciona así al despedirse de sus compañeros, pone de manifiesto que los ha querido, los quiere y los valora muy positivamente; lo cual no sólo no le desmerece como persona sino que le honra profundamente. El que se deshonra y pierde valor es aquél que, incapaz de establecer la más mínima empatía con sus semejantes, confunde causas y efectos para acabar diciendo memeces.
En cuanto al segundo elemento de la pareja de genios, lo único que cabe decir es que el ámbito de la justicia debería llegar a poder ejemplarizar castigos cuando el reo de la culpa es, además de pederasta, degenerado, fascista, inmoral y machista, un perfecto gilipollas. En esos casos, el delito no solamente no debería prescribir, sino que debería sumar pena y castigo, pues se supone que la edad debería aportar la suficiente experiencia como para no utilizar la divulgación y pública proclamación de la comisión de un delito para conseguir más ventas.
Sánchez Dragó es alguien que hace años que confunde la realidad con las emanaciones, mezcladas, de su soberbia y sus propias heces, que de otra forma es imposible explicar como un sujeto puede ser capaz de elaborar razonamientos y posturas personales tan absurdas. No es que sea de derechas, de izquierdas o de un poco más allá, no: es que lo que dice, mezclando cultura con demencia, acaba siempre en el absurdo. Lo mejor que nos podría pasar a todos, él y las ventas de sus libros incluidas, es que algún juez lo pusiera una buena temporada a la sombra para que se le bajara el calentón; el sexual y el de las meninges, que las tiene fritas. ¡Pero si es que se ha permitido decir que unas crías de trece años se lo habían llevado al huerto y habían hecho con él lo que habían querido! ¡Y encima las llama zorras! Como padre de dos mujeres que tuvieron trece años, declaro con toda tranquilidad que si hubiera hecho eso con cualquiera de mis hijas y yo lo hubiera sabido, ahora mismo yo estaría en la cárcel y él, muerto. Y lo digo con la absoluta certeza de saber que mi conciencia estaría completamente tranquila en el trullo y mi cabeza, enormemente preocupada por el buen gusto de mi hija.
Y lo de Esperanza confundiendo creación literaria con delito en la vida real, que se lo haga mirar, que cualquier parecido con la realidad no siempre es eximente para eludir la justicia. ¿La señora presidenta no tiene nietas? Pues que lo piense, que no es tan complicado. Trece años: ¡será marrano...!

1 comentario:

  1. El que se ríe de un hombre que llora por una emoción plausible es que no tiene sentimientos ni ha tenido nunca un buen amigo. El trabajo en equipo crea de verdad esos lazos que bien defines y que yo he experimentado por veinticinco años de trabajo em el mismo sitio y con laas mismas peronas, A mí incluso me emociona ver llorar a un hombre como en este caso.
    Con respecto al segundo especimen, baboso y repugnante no digo nada. Si es capaz de vanagloriarse de su hazaña, merece que le capen y listo. !Habrase visto semejante desfachatez!
    a.m.

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