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sábado, 16 de octubre de 2010

Pensando un poco

¿También esto debe ser considerado como una tradición cultural digna de ser protegida?
¿No  será más bien una salvajada sin más historia?


Refugiado en mi casa mientras en el exterior los tiros delos cazadores celebran los bárbaros ritos de la caza, pienso un poco en varios temas que han ocupado la información en estos días. Me asombro al ver a un pobre toro perseguido por coches, motos, tractores y camiones en un acto AUTORIZADO por varios ayuntamientos en una celebración bestial de los peores instintos humanos que acaba con el pobre animal abatido a tiro limpio. Sigue la violencia doméstica y las víctimas se escapan del infierno acuchilladas y silenciosas sin haber denunciado el horror en el que ha transcurrido su vida: siempre sorpresa en el entorno y la misma sangre salpicando ese machismo inseguro que apela al “antes muerta que de otro”, como si el ser humano pudiera ser propiedad de alguien. Se desmonta el campamento esperanza, plataforma propagandística que quiere hacernos ver las bondades de un gobierno que tendrá que demostrar mucho más que lo que ha enseñado cuando intentaba minimizar los daños de una estructura minera arcaica, peligrosa y explotadora. Y la religión...esa religión que se nos interpone siempre como un ruido blanco de fondo sobre el que tenemos que elevar nuestra atención para ver la realidad.
André-Joseph Leónard, cabeza de la Iglesia Belga habla, en una demostración de milenarismo retrógrado y casposo, que el SIDA es el castigo inmanente asociado a la práctica de conductas reprobables. Es malo que alguien piense eso, es peor que ese alguien tenga cargos de responsabilidad con repercusión social, pero es peor que todo el cuerpo de la iglesia belga forme un bloque monolítico de apoyo a tamaña desmesura. Las religiones del libro han iniciado un camino demasiado peligroso que puede descontrolarse en cualquier momento. Un político israelí dice que habría que matar al primer ministro iraní para aumentar la seguridad del estado; el papa impide la visita de Carla Bruni al Vaticano y los talibanes y demás extremistas se empeñan en que el Islam acabe convertido en un absurdo monstruoso que trata de acabar con el ser humano y sus libertades.
El humanismo de las tres religiones, un poco menos la judía, se ha olvidado y el ser humano se contempla como enemigo, como algo que hay que retorcer, dominar, someter, limitar y constreñir, como si el normal desarrollo de sus facultades mentales y posibilidades afectivas y sociales constituyeran un peligro espantoso del que hay que protegerse. ¿Tan malo es que el hombre ame? ¿Tan peligroso es que piense? ¿Tanto daño hace el sexo consentido entre adultos que lo desean?
Las religiones han pasado la raya de lo individual y tratan de organizar lo colectivo con las mismas bases de restricciones, castigos y represiones. El problema es que, lo que en el primer plano se convierte en castigo divino una vez muerto, en el segundo se manifiesta en prácticas represivas y policiales ende forma lapidaciones, autos de fe –si, ya se que la Iglesia no quemaba a nadie, que era el “brazo secular” – y lindezas semejantes.
El momento es complicado y requiere que las sociedades eleven las exigencias y los sistemas de atención, pues de lo contrario se verán invadidas y paralizadas por las exigencias de unas religiones que viven al margen de los ordenamientos jurídicos de las democracias. Ni los estados en los que el islam es mayoritario, ni Israel, ni los Estados Unidos, por orden de exposición al peligro, son conscientes de las implicaciones que tiene el entregar el poder a los extremos más fanáticos del extremismo religioso. Sólo la Europa cristiana de más asentadas raíces parlamentarias con un bagaje de pensamiento más laicista de separación entre la iglesia y el estado, parece resistir –de momento –la marea que nos rodea, pero la amenaza es enorme y muy grave. Los avances de una de las religiones metidas en el baile hace que las demás quieran más, organizando una carrera de despropósitos que nos puede afectar, y nos afecta ya de hecho, a todos. En Estados Unidos la batalla se desarrolla ya en todo su esplendor y la sociedad laica debe luchar por cada centímetro de libertad contra una enorme caterva de mesiánicos predicadores del anticristo, del anticomunismo, del reino de dios de....cualquier cosa que se os ocurra. Sobre el islam y su demencia, no vale la pena comentar nada, que ya la prensa nos hace llegar sus consecuencias y la repercusión que tiene sobre las actuaciones del estado de Israel: defensa, ataques preventivos, cohesión del grupo ante el enemigo común, justificaciones varias para cualquier animalada que se proponga y un largo rosario de dramas.
Es el cuento de nunca acabar y por desgracia nunca acaba, aunque de vez en cuando, muy de vez en cuando, alguna manifestación individual de gente que vive inmersa en esas religiones, da un mensaje que refuerza la idea de que si bien las nomenclaturas son perversas, podemos encontrar verdaderos ejemplos entre sus seguidores. Un obispo homosexual, el primero que manifiesta su sexualidad, les dice a los jóvenes que viven su homosexualidad como una tragedia personal: "Dios os ama como sois y no quiere que cambiéis". ¿Razón? El espectacular aumento de suicidios entre jóvenes homosexuales que no pueden gestionar adecuadamente las tensiones y problemas con los que la sociedad les acosa. Uno les dice que Dios les ama como son y otro que sus actos contra natura tendrán un justo castigo en forma de SIDA.
Todo lo que estamos viviendo es manifestación de las convulsiones y contradicciones que dominan nuestra vida, desde las finanzas hasta los hechos sociales más nimios, que tienen que luchar y pelear contra posturas muchas veces impensables. Los médicos se ven contra las cuerdas constantemente y deben pelear por justificar investigaciones que la iglesia no ve con buenos ojos; la política debe tener en cuenta la posibilidad de que cualquier medida sea interpretada en claves que nadie puede controlar, llevando al extremos del absurdo a aquellos que se dejan arrastrar por la necesidad de contentar a todos. Verbigracia, Zapatero legislando la festividad del viernes en España, absurdo del que por fortuna no hemos vuelto a oír nada.
En fin, que es sábado, el sol brilla sobre los campos en un día de otoño de esos que te reconcilian con el mundo y la ducha se impone para afrontar los peligros emanados de los posibles tiros perdidos de los cazadores. Buen fin de semana y cuidado con lo que viene, que no tiene buena pinta.

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