Quedan muchas manos que lavar y que ofrecer,
demasiadas todavía.
Estos días se está hablando mucho de la condena de Otegui, de las declaraciones y las prisas de los presos de ETA junto con las distintas valoraciones que hacen los partidos, pero hoy ha llegado lo que, a mi juicio, puede ser el inicio del principio de la esperanza: ocho valientes se han sentado frente a frente.
¿Que tenían enfrente estos ocho seres humanos? Ellos lo tendrán que decir, pero a mi parece que se han sentado frente a sus peores miedos, se han sentado frente al odio, se han sentado frente a lo que debería ser su esperanza de vida.
Cuatro etarras se han sentado frente a cuatro víctimas y han pedido perdón. Así de espeluznante y así de sencillo. Cuatro víctimas han querido conocer las imposibles razones de su dolor, los motivos por los que su vida quedó marcada y tuvieron que convivir con el odio en su interior.
La información de El país no tiene desperdicio y sobrecoge, de manera que no quiero aportar mucho más, tan sólo mi admiración por esas víctimas que se atreven a mirar a la cara del miedo y a los que se atreven a pedir perdón por sus espantosos actos. Ocho hombres han tenido el valor de querer asomarse al futuro del país vasco. Puede ser que sea verdad que hay esperanza.
No se quien ha sido más valiente. El valor no puede medirse. Más allá de el miedo a mirarse a la cara, frente a frente, sobrecoge el anhelo de esperanza que ha movido a los ocho a enfrentarse a una vida nueva. Que así sea.
ResponderEliminara.m.