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jueves, 1 de septiembre de 2011

A cagar a casa de otra gente...

Una pesadilla se adueña de Ghana.
Es el rastro del primer mundo.

 
Pocas veces Serrat ha expresado con más claridad el cinismo de Occidente a la hora de poner en marcha procesos y sistemas perversos cuyas consecuencias no le alcanzan. Desde la tragedia de Bhopal y la Union Carbide, nadie puede decir que desconoce las circunstancias en las que se fabrican, tan competitivamente, las materias que occidente consume.
Se agarran de los pelos, pero para no ensuciar
van a cagar a casa de otra gente
y experimentan nuevos métodos de masacrar,
sofisticados y a la vez convincentes.
La última vergüenza afecta a dos compañías estudiadas al máximo en las escuelas de negocios y que habitan los santificados altares del neoliberalismo: Inditex (ZARA) y Apple, ambas denunciadas por pasarse todos los pueblos posibles; la primera en cuanto a situación laboral de talleres clandestinos en Brasil y la segunda, por un terrorífico exceso de materiales contaminantes en fábricas proveedoras radicadas en China que disparan índices de cáncer entre las poblaciones cercanas.
Antes han pasado por esa picota de la denuncia mediática otras muchas, acusadas de todo lo habido y por haber: desde esclavitud infantil hasta cualquier cosa imaginable como violación  de la legalidad y del más mínimo buen gusto, pero no pasa nada ni nunca jamás pasará nada.
Hace décadas que Occidente extrae materias primas en países subdesarrollados donde mantiene y compra gobiernos corruptos dejando aquello hecho unos zorros: desertizado, contaminado, quemado, arrasado...y no pasa nada.
La comunidad internacional legisla y las corporaciones actúan en los márgenes de la ley que nadie se atreve a erradicar para cortarles las alas y así nos tenemos que tragar que Mongolia, sin un río que no se pueda navegar a caballo, sea una potencia de la marina mercante cuyos barcos sólo conocen un destino: las playas de Pakistán donde los desguaza un ejército de esclavos-hormiga cuyas vidas no cuentan. Pero es legal. Se violentan todas las leyes internacionales de manera legal.
Occidente ha venido en llamar a esa esclavitud competitividad y desarrollo, cambiando el antiguo y preciso nombre cuyo significado todos conocemos: esclavitud. Somos culpables, como colectivo, de alimentar un monstruo que pasará por encima de nuestros hijos y los convertirá en modernos esclavos.
China es el sueño y el despertar será una nueva pesadilla del hombre convertido en mercancía del hombre. Tiempo al tiempo.




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