Fuego de invierno

España se quema, así, sin paliativos, sin remedio, sin solución; España arde en malezas asilvestradas y asalvajadas por el abandono y el olvido. España ha abandonado el monte y ese abandono, impulsado por una protección ignorante de la tradición y la economía rural dando lugar a un sistema proteccionista que ha condenado a las masas forestales a la acumulación de material más pirotécnico que vegetal.

Lo he dicho muchas veces en este blog y vuelvo al tema porque me parece algo de cajón de madera de pino, tan sencillo y fácil que me indigna que no se estudie y se vayan experimentando programas alternativos que comprueben su eficacia. Hay que recuperar al bosque como fuente de riqueza, hay que volver a integrar al ser humano en la economía del monte y fomentar que esa fuente de recursos renovables demuestre lo que puede aportar para su propio sustento.

Todo terreno que no produce, acaba quemado, máxima que muestra cierta cada año. Monte que produce y crea riqueza, se quema menos. Bien, veamos dónde nos lleva ese camino. Fuego que se intenta apagar en verano, nos lleva a un gasto enorme y a la indefensión ante las circunstancias de calor, humedad y viento. Si la maleza se retira, si las ramas secas se cortan, si los caminos se mantienen abiertos y permiten que las brigadas lleguen rápido, la cosa mejora y mucho.

¿Quien puede hacer el trabajo? Desde las cabras a los burros, manadas en estado casi salvaje ayudarían enormemente y ademas, podrían ser objeto de explotación comunitaria. Los parques naturales deben incorporar al humano como un elemento más de la ecología global y aceptar que hoy en día una política de prevención eficaz se basa en el aprovechamiento rentable del monte, los trabajos tradicionales potenciados y con salidas y una inversión invernal en la limpia de maleza ( pastoreo potenciado) que elimine el material combustible que tanto daño hace.

Dejarlo todo quieto es, sencillamente, no hacer nada y eso es lo mismo que hacerlo mal.