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viernes, 24 de agosto de 2012

Parque nacional


Camino de la República en las cercanías del mirador de los poetas. 
No hace falta comentar.


Con un enorme retraso y muchas pérdidas - cosas de la época - parece que se da vía libre a la creación del Parque Nacional de las Cumbres de Guadarrama, espacio de 35.000 hectáreas que nace mutilado, cercenado y cercano a la amputación por mor del crecimiento de las estaciones de esquí que le amenazan desde dentro como un tumor.  Dice la información de El País que todo el terreno de su demarcación queda por encima de los 1.600 metros, altura que empobrece el ecosistema de forma notable y deja fuera de protección enormes extensiones de bosques y praderas que, protegidas adecuadamente, que no aisladas, podrían ofrecer un hábitat extraordinario para muchas más especies de las que el proyecto contempla.
Una simple ojeada al mapa del futuro parque nos da idea de que lo que menos les ha importado es el propio parque, dejando abiertos a la especulación y a la construcción muchos terrenos que podrían haber salvaguardado los espacios más sensibles. Para darme la razón y demostrar mis tesis sobre lo absurdo del concepto general que anima la gestión de nuestros parques, los pinares de Balsaín, que llevan cientos de años siendo un ejemplo de silvicultura sostenible, se quedan fuera del parque en lugar de integrarlos como zona de estudio y evaluación de una actividad humana que se ha demostrado adecuada, integrada y coherente con la naturaleza del espacio que se quiere mantener como herencia y patrimonio a futuras generaciones.


La mala conciencia de los responsables queda de manifiesto recorriendo la Zona Periférica de Protección que es la que, de verdad, delimita la real naturaleza del parque y que acepta como frontera el inclemente tajo de la A6 que lo separa de la otra parte de la Sierra, la que contiene los carísimos terrenos de El Escorial, Cuelgamuros, Peguerinos, Guadarrama, El Espinar y otros parajes que han quedado excluidos sin otra razón que la claudicación al ladrillo. 
Adoro esos parajes cercanos que veo de lejos todos los días y que me reciben los domingos para darme, siempre, una imagen nueva, una luz distinta, un rincón especialmente bonito, un árbol nuevo, una visión animal fugaz si se trata de corzos o ciervas o prolongada si se trata del vuelo de un águila en el valle vista desde arriba, pero siempre sorprendente y profundamente hermosa. Paseo por esos caminos cuando la marea humana todavía no ha llegado, de amanecida, disfrutando de los olores y sensaciones que la mañana me ofrece y deseo con toda mi alma que muchos otros, cuando yo no esté ya aquí, puedan emocionarse con esos mismos paisajes que a mi me dan tanta felicidad y tanta armonía cada semana.
El consejo de ministros ha bendecido la avaricia de Esperanza Aguirre y su equipo de gestión, esos que han retrasado, cercenado y escamoteado toda la ambición que este espacio natural de la CAM merece por su exclusividad, por esa grandeza que ellos no tienen y por su enorme belleza. No se cuantas horas habrán pasado los gestores por sus caminos y sus cumbres, pero me temo que pocas, muy pocas. Si hubieran estado más, seguro que la pobreza del proyecto les hubiera resultado insoportable.
En fin, menos es nada.   

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