Este año no tocan vacaciones, no: toca huir. Todo el mundo está algo más que harto de todo y lo que se emprende es una desesperada huida hacia ninguna parte cuyo origen está en ninguna parte. Es un sálvese quien pueda que incluye desde el mal fario del equipamiento olímpico del equipo español –camino de la consagración del desastre – hasta el plantón de varios consejeros de economía al panoli de Montoro.
Este año no se parará nada, pero aunque la gente esté en sus lugares de trabajo, su cerebro se habrá fugado a jugar con la arena de la playa o a subir montañas o perderse en profundos bosques donde no llegue la mala leche de la Prima esa que nos amarga la existencia.
Este mes de Agosto, por lo menos los primeros quince días, España sale de la crisis y se refugia en la cueva de la huida absoluta, de la dimisión, de la resignación y del pretendido descanso. Estaremos con las orejas de punta y muy moscas, pero que cada cual aproveche su huida para hacer lo que mejor le venga. En mi caso, trabajar (un poco) y escribir una ficción corta en forma de diario de vacaciones basado en la venganza: ya que no me voy, me dedicaré a escribir faenas a los figurados viajes.
Huir, hermanos, que se aproxima el fin!!
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