Esta expresión, pensada para expresar el absurdo de forzar las situaciones hasta el límite, se ha quedado obsoleta a la hora de aplicarla a la situación política de España. Dos ejemplos:
El PP y su ley del aborto parecen empeñados en dejar a Maquiavelo a la altura de un bebé de guardería. La última interpretación nos cuenta que el presidente ha sacado este borrador como señuelo de cara a las europeas y dejar tranquilos a los ultras para luego suavizar y descafeinar la redacción definitiva. No me cuadra demasiado salvo si se trata de comprobar el calibre de las tragaderas del personal y su fidelidad a la hora de formar filas el día de la votación, algo ya contrastado muchas veces. Lo que sí parece claro es que se le ha alborotado el gallinero y la unanimidad deja mucho que desear. Gallardón va camino del ridículo, seguro.
El otro ejemplo se centra en Mas y su capacidad de recibir bofetadas en el mismo carrillo paseando por los foros internacionales. El último revés se lo ha dado Durao Barroso, quien le ha reiterado aquello que Mas quiere ocultar: a la cola y a ver que pasa. La independencia de Catalunya es un empeño complicado y un camino cuesta arriba, por mucho que el susudicho se empeñe en pintarlo todo color de rosa. Lo dicho, rizar el rizo y forzar al máximo la mentira para tratar de convertirla en verdad.
Este país es como es, qué le vamos a hacer
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