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viernes, 30 de julio de 2010

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Esto  lo que los promotores de la inciativa catalana no han querido ver como maltrato animal.

Hoy es día de huida, de liberación y no de grandes reflexiones, pero yo si quiero decir que no estoy nada contento por el resultado de la votación del Parlamento de Catalunya. Creo que pocas veces la política ha mostrado una cara tan repugnante como en esta ocasión; populista, mentirosa, manipuladora y zafiamente torcida en sus intenciones y resultados.
Me imagino que muchos e los que firmaron la iniciativa creyeron, con inocencia, que estaban pidiendo la abolición de TODAS LAS FIESTAS DE TOROS en Catalunya, pero eso, que hubiera sido lo lógico, no sólo no era verdad sino que tenía consecuencias perversas.
Desde mi punto de vista se ha pervertido la intención de muchos, pero es que lo más importante, la PROTECCIÓN A LOS ANIMALES, ha pasado a un segundo, tercer o cuarto plano: no existe, se ha perdido tras una salva de cañonazos políticos que han ocultado la necesidad de acabar con la salvajada de las fiestas populares en las que se maltrata a los animales de forma encarnizada.
Han atacado las corridas de toros, la parte más reglada de una costumbre impropia de los modernos valores de la sociedad occidental. Los toros desaparecerán, la fiesta quedará en los anales como otras muchas celebraciones y costumbres que han perdido interés y conexión. Me gustaría pensar que la actual generación de los jóvenes de 15 años ya no soporta, por si sola, la economía de las corridas.
Los toros se irán olvidando; el dinero será cada vez más escaso y las plazas languidecerán vacías como lo están ahora fuera de las grandes ocasiones de ferias y fiestas de pueblo. Lo que los promotores han hecho con esta propuesta es consolidar el valor político de las corridas de toros: flaco favor le han hecho a la defensa de los animales. Tenían que haber seguido el limpio ejemplo de los canarios, que se las cargaron en silencio y sin política, solo pensaron en no hacerles la puñeta a los animales, a todos los animales.

Y por favor, si alguien quiere contestar apoyando tesis contrarias, que no ofenda la inteligencia de los lectores con la idiotez de los animales criados para comer, los peces de las redes etc. En esos mataderos no se venden entradas ni nadie va a disfrutar con la visión de los artísticos gestos del matarife.

jueves, 29 de julio de 2010

La noche del búho


Anselmo dejó la copa de coñac con gesto rabioso y miró a Antonio con la cara contraída por la preocupación:

¿Lo has notado? Será esta noche.

Si: esta noche, pero ¿qué podemos hacer?

Cualquier cosa, Antonio, se trata de Rosa. ¿No lo entiendes? Estoy hablando de Rosa, mi nieta.

Si Anselmo, es tu nieta, pero recuerda la última vez, hace 9 años. Siguen sin creérselo, y sin su ayuda no podremos resistirnos. Si por lo menos Rosa nos hubiera hecho caso y no hubiera venido...

Eran amigos, compañeros de trabajo y hace muchos años compartían el secreto que, de vez en cuando, golpeaba sus vidas con al misma crueldad con la que ellos se ensañaron con la de ella. Eran pastores y el lobo atacaba, los rebaños se resentían en la primavera de los partos y el lobo, que había resistido el invierno bajó del monte para buscar la comida que su camada necesitaba.
Fueron tras él y en lugar de acabar con el macho, encontraron la paridera guardada por la loba. Acabaron con la madre y con las tres crías, cachorrillos de semanas que apenas salían de la madriguera. A golpes de garrota, las cuatro vidas de la madriguera se apagaron entre dolor, miedo, rabia y valor.
Volvieron a la aldea con la sensación de ser seguidos, de tener tras ellos una presencia poderosa y enemiga. El camino se alargó hasta el anochecer y al llegar a aldea, anunciaron contentos la muerte de la loba. Ese verano los rebaños estarían tranquilos, pues sabían que el macho debería buscar compañera en los terrenos de otras manadas antes de volver por la comarca.
Al salir de la taberna se despidieron comentando la jornada hasta que miraron hacia arriba y se encontraron con el búho posado sobre la casa de Antonio: estaba quieto y los miraba sin miedo, sin rehuir el contacto. Se acercaron y el búho siguió inmóvil, mirando a Antonio sin hacer caso de Anselmo. Se despidieron entre risas y chistes sobre ese búho que no hablaba, pero que se fijaba mucho.
En casa de Antonio, su mujer, su hijo y su hija esperaban para la cena, sobria y frugal como correspondía ala casa de un pastor. Comentaron el día de todos con palabras cortas y se fueron a la cama, con la chica, Clara, ocupando la única estancia de la casa, que ya se había convertido en una buena moza a la que era mejor vigilar las andanzas.
La noche transcurrió agitada, con el búho ululando en la cornisa y las bestias agitadas en los cercanos corrales. Al amanecer, el grito de la mujer de Antoni despertó a todo el pueblo: en la ama de Clara, ensangrentando las sábanas y chorreando hasta el suelo, el cuerpo de una loba apaleada ocupaba el lecho en el que Clara dormía.
Batieron campos, trochas y montes de toda la comarca, se organizaron partidas y batidas, pero Clara no apareció nunca, llevada por la noche y el silencio del olvido que, poco a poco, cubrió la vida de la aldea.
Pasaron los años, nueve años en los que Antonio y Anselmo trabajaban dando la espalda al recuerdo de Clara, de la loba y de esa presencia opresiva que percibían cuando el pastar del rebaño les llevaba a las cercanías de la antigua madriguera en al que mataron a la loba.
El hijo de Antonio marchó a la ciudad y Anselmo cuidaba de la única hija que le quedaba en casa tras la marcha de sus dos hermanos a Madrid.
Os días transcurrían tranquilos hasta que una noche, cuando se despedían tras las faenas del principio del verano, Antonio señaló el tejado de la casa de Anselmo sin decir una palabra. Un búho miraba a Anselmo con determinación, sin hacer caso de la presencia del otro hombre, atento sólo al más alto de los pastores. Esta vez no hubo bromas ni chascarrillos, sólo silencio y miradas llenas de ese miedo que los hombres no pueden confesar.
También esa noche se agitó, también el búho lleno las horas con sus gritos y al amanecer, la mujer de Anselmo gritó como nunca se había oído un grito en el pueblo: sobre la cama de Antonia el cadáver de una anciana deformada y sucia ofendía la vista de la aterrorizada madre. Era un cadáver grotesco, con las uñas como garras y la suciedad de años. Lo envolvieron en la misma sábana en la que yacía boca abajo y en presencia del cura y del cabo de la Guarda Civil, lo enterraron en el campo de atrás de la iglesia, pero no en sagrado.
Tras Antonia se movilizaron, como años antes sin éxito, partidas y batidas hasta que el olvido y los fríos del otoño metieron a todos en las casas al calor de los hogares. Pasó la vida, llegó la noticia de la desaparición de otra moza en un pueblo de las lindes de la comarca años después de la desaparición de Antonia. Los hijos de los pastores formaron familia y los nietos iban y venían, pero Rosa se enamoró de los veranos del monte y de los dos pastores.
Le gustaba el campo y los animales, aprendía los nombres de plantas y animales; el ordeño y la confección del queso; el cuidado de las pocas colmenas que ambos ancianos trasladaban según la floración de los distintos valles y cada verano volvía para llenar de vitalidad la tranquila vida de la aldea.
Y llegó la noche en la que Anselmo y Antonio volvieron a ver un búho quieto sobre el tejado de Anselmo y se metieron en la taberna para hablar de lo que nunca habían querido hablar.
Antonio continuó con lo que estaba diciendo: nadie nos haría cao, así que esta noche la pasaremos juntos en tu casa velando a Rosa y cuidando de que nada entre en el cuarto. Espérame que voy a por el hacha.
Juntos entraron en la casa donde Rosa esperaba sólo a su abuelo con la cena hecha, pero enseguida le dio un beso a Antonio y se apañó para que hubiera tres platos humeando en la mesa. Mintieron sobre la necesidad de vigilar una vaca de parto, aunque todos sabían que no era posible que esa noche se presentara el ternero.
Al cabo de las horas, llenas del canto del búho y animales moviéndose en los corrales, Rosa se fue a la cama dejando un buen puchero de café junto a la lumbre del hogar. Pasaron las horas y sobre las tres oyeron ruidos en la habitación de Rosa. Los dos ancianos se levantaron y cuando intentaron abrir la puerta, comprobaron que no era posible. Estrellaron hachas y azadas, golpes y patadas y la puerta permanecía intacta mientras el cansancio de los hombres crecía al mismo nivel que su desesperación. Fueron horas de locura, de empeño y fracaso hasta que el cielo fue perdiendo oscuridad para dar paso a la tenue luz de la amanecida, pero la puerta seguía cerrada ante los hombres.
Salió el sol y cuando los primeros rayos llegaron a la casa para iluminar el pánico de los ancianos, la luz dio contra la cerradura y la puerta, que tantos golpes y ataques había resistido, se derrumbó de golpe, como si toda la furia de la noche se hubiera acumulado en una sola explosión.
Atropellados, los dos consiguieron entrar en el cuarto para descubrir, de golpe, la realidad el horror que habían anticipado: sobre la cama, desnuda y flaca, una el cadáver de una anciana les miraba con los ojos velados y muertos.
El cura oyó el grito de Anselmo mientras se preparaba para la primera misa y entró en la casa para encontrarse con un cuadro dantesco: tres cadáveres, uno en la cama y dos en el suelo, llenaban la estancia en la que no había rastro de Rosa, la nieta de Anselmo que todos conocían, se había esfumado.
El informe del forense confirmó lo que todos suponían: los dos ancianos habían sufrido un infarto masivo que había acabado con sus vidas, pero la autopsia de la anciana, a la que nadie había reclamado, ofrecía sorpresas: “Mujer, de unos 70 años, con deformaciones artrósicas deformantes y anquilosantes en manos y pies, presentando desnutrición severa y anomalías anatómicas en la parte ventral. Se observa la presencia de 8 mamas conformadas en dos hileras paralelas entre la ingle y la parte superior del tórax. El tejido glandular de todas ellas presenta signos de funcionalidad reciente y signos de lactancia habitual y continuada, con rastros de actividad lactogénica. Se diseccionan para un estudio pormenorizado. No hay signos de violencia y la muerte se produce por fracaso orgánico generalizado de causalidad natural. Procede el enterramiento”.
Al entierro de los dos ancianos acudió todo el pueblo y todos recuerdan esa mañana con pavor: durante todo el oficio, el aullido de un enorme lobo negro plantado en la cima del monte que dominaba el pueblo, se adueñó del valle y sólo se detuvo cuando las lápidas de ambas tumbas quedaron selladas.
El lobo, que había conseguido recuperar las cuatro vidas que los ancianos le arrebataron, se puso en marcha seguido de su última conquista, una joven loba que, durante los próximos años, terminaría de pagar la deuda. Nunca más el búho tuvo que avisar a nadie para que se guardara de las noches de la comarca.

miércoles, 28 de julio de 2010

Un cuento de la Luna de Fuego


Un mimo para la que cumple años y está lejos.

El pasaporte daba vueltas entre sus dedos como si se tratara de un molino de oraciones o de un rosario de cuentas, pero las ideas no acababan de formarse claras en la cabeza de Marta. Otro año pasado entre maletas, mochilas, despachos oficiales; otro año de nuevas caras expectantes que miraban sin comprender y otro año en el que su vida pasaba dejando muchas cosas en la espalda y una cierta neblina en el mañana.
Vivía entre dos pulsiones que no acababa de controlar y que unos días le hacían ver la vida con objetividad y juzgarse a si misma con la distancia que su inteligencia le permitía y otros días se entregaba al juego delas compasiones y se fustigaba con la parte no alcanzada de una vida que ella no se había planteado como meta pero que los demás le exigían como parte de un trato que jamás se había firmado.
El pasaporte seguía dando vueltas lleno de sellos, visados, permisos y acreditaciones, reflejo de todas las horas de avión y de colas que conformaban una memoria profesional extensa y rica; la envidia de los muchos que ignoraban el coste de cada vuelo, de cada cola, de cada espera y de cada visado. En su vida se amontonaban amigos y horas de soledad por igual; su memoria almacenaba tantas bienvenidas como dolorosas despedidas y su agenda rebosaba direcciones de mail con terminaciones extrañas que superaban, con creces, a las .es
Este viaje, el inmediato, era, como siempre, un cesto de ilusiones y anticipadas sorpresas, un pasaje puente entre el final de un proyecto y el inicio de otro episodio indefinido que le aguardaba un poco más allá, siempre un poco más allá. En pocos minutos tomaría otro avión tras pasar otra aduana, pagar otras tasas y llegar a la cabina para pelearse por el escaso espacio de los compartimientos de arriba en los que dejar el bolso y los sempiternos bultos del duty free del aeropuerto.
A la mañana siguiente despertó en el resort que había reservado en el paquete turístico, única forma de llegar hasta ese pueblo perdido de Tailandia en unas condiciones adecuadas. El folleto presentaba el lugar como un “idílico paraje lleno de encanto y belleza, con bahías y ensenadas de playas vírgenes y arenas claras en las que descansar y relajarse tras visitar los templos y las ruinas históricas tan abundantes en las proximidades”. Bajó al bufet del desayuno y las frutas explotaron ante sus ojos con los mil colores soñados por cualquier turista cuando imagina exotismo, aventura y lujo. Ella, que tan acostumbrada estaba a los hoteles y buffets, se empezó a dar cuenta de que el lugar tenía algo especial, algo casi tangible que emanaba paz y sosiego, y que no tenía nada que ver con la masificación del descanso obligatorio de los resorts americanos.
Tras desayunar tranquila y relajada, se propuso dar un paseo por las instalaciones del hotel, la cercana playa y sus tumbonas, las piscinas, los diferentes restaurantes...en fin, lo normal en estos casos. Comió bajo un techo de bálago y palma que le recordó las palapas mejicanas y se durmió a la sombra de los mangos que bordeaban una de las tres piscinas.
Se despertó con el sol ecuatorial en claro picado contra el horizonte, en esa luz que se esfuerza en seguir iluminando y que despide el día con una claridad especial antes de que lleguen las sombras. Fuera del hotel se escuchaba una música suave, como de flautas, alegre y pegadiza, muy poco oriental y casi infantil, casi de cuento. Se acordó del flautista de Hamelín y decidió preguntar en recepción el motivo de ese ambiente festivo.
La respuesta le intrigó: “Es la celebración de la luna de fuego, la luna que cubre la parte más calurosa del verano y la gente de la aldea celebra una fiesta en el viejo templo que ya no habita ningún sacerdote. Sólo un santón acude para bendecir las ofrendas que llevan la mujeres para pedir a la luna que bendiga sus embarazos y sus partos, pues todas creen que es la luna la que gobierna la fertilidad de las mujeres y la Luna de Fuego es la más poderosa del año. Cualquier mujer es bienvenida y la luna bendice a todas con sus dones.”
Descansada y fresca por la siesta, decidió acudir y unirse a la procesión de mujeres y de cantos que se acercaba al templo, apenas a unos minutos del hotel. Cuando llegó, la visión de miles de farolillos y de ramos, de cestas de comida de todos los colores y de todos los olores, la música y el ambiente de fiesta le llenaron de calma y se abandonó por completo al ritmo de los acontecimientos.
Habían pasado apenas diez minutos cuando las mujeres empezaron a organizar la cena, de forma que Marta se alejó unos pasos para no incomodar y que su presencia no interrumpiera ninguna tradición, pero un grupo de chicas se acercó, le llenaron el cuello de guirnaldas de flores y le pidieron, con gestos, que se sentara con ellas y disfrutara de la cena, que la Luna se sentiría ofendida si una mujer se quedaba sola en su noche. La comida, una muestra de todos los sabores imaginables, transcurrió entre risas y bromas hechas en un inglés muy simple, pero adecuado para la ingenuidad de las bromas sobre hombres, embarazos y cosas de mujeres.
Cuando las fuentes dejaron de circular y ya no era posible seguir comiendo, la música, una música muy distinta de la que le había llevado hasta allí, empezó a adueñarse de la noche y celebró la subida en el horizonte de una luna roja, enorme, caliente y espectacular como nunca Marta había visto en otras noches de desiertos y destierros. Unas niñas traían de la mano al santón, vestido de blanco y con el pelo ya la barba largos de años que se apoyaba en un largo bastón recto de madera gastada por el continuo asirse de las manos cansadas e inseguras. Al pasar, a pocos metros de Marta, se detuvo y fijó su mirada en los ojos de ella, que sintió como si alguien estuviera recorriendo entera su vida y sus recuerdos; guardando cada detalle de lo que ella atesoraba para llevárselo a algún lado. A pesar de la violencia de esa certeza de violación de la intimidad, para Marta la experiencia había sido confortable, como una charla de amigos en la que poder sincerarse y explicar cada miedo, cada temor, cada inseguridad con la que llenaba sus noches de dudas y temores, pero el santón pasó sin decir palabra y sin gesto alguno hacia ella.
Comenzó el ritual de la bendición y de repente, sin que nadie lo esperara ni formara parte del antiguo ceremonial de culto, los dos acólitos que ayudaban al santón, se acercaron a Marta y le pidieron que se pusiera en pié y les acompañara, que el oficiante le llamaba. Intrigada y avergonzada, llegó hasta el centro de la reunión y allí el santón tomó sus manos y levantándolas hacia la luna dijo en voz alta: “Oh luna: todos los años te pedimos que bendigas a las mujeres y te rogamos que sus partos sean felices y que les ayudes a dar la vida que guardan en su interior. Todos los años la aldea ve crecer a los niños con los que bendices la aldea y todos los años algunas de nuestras mujeres vuelven contigo para velar por sus hijas desde el otro lado, sin miedo al dolor de la vejez que dejan atrás. Todos los años tu bendición se vierte sobre ellas, pero hoy, ahora, has traído hasta nosotros a una elegida, nos has traído a la que, sin haber sido madre, ha devuelto la vida a miles de los que ahora son sus hijos; de su trabajo y de su empeño ha nacido la esperanza y la paz. Ella es bendita entre las benditas y afortunada por siempre, pues de sus actos nace la luz y la esperanza para miles de perseguidos, para miles de madres que, por ella, pueden ver crecer a sus hijos lejos de las guerras y los odios. Por ella se extiende la paz y el refugio de los hombres. Ella se ha dado, generosa y ahora necesita la paz para ella misma, la paz que entregó a los otros sin reservarse parte para ella. Para ella te pido la bendición de su paz. Para ella, que sembró el futuro esperanzado en miles de vida, te pido la esperanza de un futuro fructífero y feliz. Para ella, que con su esfuerzo llevó el consuelo a las vidas de tantos, te pido que veles por su vida como ella ha velado por la vida de los que ahora, tu llamas sus hijos.”
Cuando pudo volver a levantar la mirada de los dedos de sus pies, se encontró con los cariñosos ojos del anciano que le miraban directamente a los ojos. Besando su frente le dijo: Ve tranquila a buscar tu futuro bendecido por la Luna de Fuego, que ella te ha tomado de la mano y guiará tu paso por la vida. Confía en ella y serás feliz.”
Hoy, cuando Marta ve asomarse en el horizonte la clara luna de las noches de verano, recuerda aquel día y la felicidad vuelve a tomarla de la mano para seguir descubriendo el futuro con la confianza de saberse una elegida.
Feliz cumpleaños, viajera: tuyo es el futuro de los que huyen del odio y de la guerra, que nunca te asuste el tuyo.

martes, 27 de julio de 2010

Cuento de Julio


Paseaba por la ciudad disfrutando el sufrimiento del calor. Sudaba mientras se sentía dueño de las desiertas calles, ahora vacías y llenas de sol, calor, silencio y siesta. Las televisiones avisaban de que no era conveniente exponerse a las temperaturas de las “horas centrales del día” pero Paco aguardaba esas cuatro de la tarde con ansia contenida, con la anticipación de saberse dueño del mundo. Cinco minutos antes de las cuatro de la tarde, se mojaba la cara, se vestía de forma cómoda y avanzaba hacia la puerta para hacer frente al bochorno de la tarde.
Hace años que se dedicaba a esos paseos con placer, a pesar de la ropa mojada, a pesar de los consejos y a pesar de la lógica, pero simplemente le gustaban y no quería abandonarlos. Buscaba la calle Mayor y enfilaba la ronda del parque con paso tranquilo, sabiendo que el sudor le esperaba unos cuantos metros mas allá, justo cuando cruzara frente a la Iglesia de la Trinidad las primeras gotas resbalarían por su frente y con ellas llegarían la calma y el sosiego del verano. Era su verano, el verano de toda su vida solitaria que llegaba todos los años y se encontraba con los mismos árboles del parque, con las mismas calles desiertas, con los mismos quioscos dormidos bajo la solana de plomo, sin un alma, sin un niño que gritara: sin nadie, sólo con la ciudad abandonada temporalmente a la siesta y al olvido.
Año tras año, entre las 4 y las 6, los pasos de Paco recuperaban sus recuerdos mojados de sudor, sin darse un respiro, sin buscar las fuentes, sin concederse un descanso, sin piedad para su propio cansancio. Llegaba a casa empapado, con la camisa hecha un charco, con el pelo pegado a la frente y con un cansancio feroz habitando sus huesos, pero feliz. Eran ya más de treinta años de paseos, desde sus jóvenes veinte, dedicados a conocer una ciudad que se le había entregado porque los demás le volvían la espalda cuando sus piedras sufrían el ataque del sol. Paco conocía lo que nadie más sabía de los edificios, de los árboles sedientos añorando la fresca de la noche; sabía de luces y claroscuros que nadie más había visto, conocía rincones en los que el olor se pegaba a la tierra en sombra incapaz de soportar los rayos de sol; había visto a los perros buscar el refugio de los matorrales del parque y a los pájaros boquear, incapaces de enfriarse, hasta caer inconscientes sobre el piso del paseo.
Eran años de soledad en una vida solitaria entregada a las rutinas de las clases de latín en el instituto, eran años de paseos y suelas gastadas, años de caminar a la búsqueda de detalles que sólo él conocía, pequeños tesoros que guardaba con una avaricia de personaje de cuento, años en el que el silencio lavaba las voces del patio del instituto, años entregado a cartografiar sombras, luces y reflejos de sol en los cristales y las fuentes. En su memoria se había conformado una ciudad que era suya, que le pertenecía hasta la última gota de sudor y que soñaba con escribir y describir con minuciosidad; un fracaso que se repetía con periodicidad anual sin que esa repetición del fracaso lograra desanimarle en el intento.
Ayer, 26 de Julio, entregado por completo al martirio del sol cayendo de plano sobre el parque, sin concederse ni un segundo de piedad en medio de lo más fuerte del verano, una visión nueva y sorprendente se fijó en sus ojos: una mujer se desplazaba por el parque sin apenas tocar el suelo, vestida de blanco, casi como un anuncio de la ropa ibicenca de los setenta y ochenta, con el pelo negro y largo suelto tras su movimiento; una visión imposible que se aproximaba y que era imposible dejar de mirar.
Miraba esa cara fresca, esos labios perfectamente arreglados, sin secar: una cara que no había salido del frescor de los primeros días de la primavera; una cara que no había sufrido el estrago del calor del mes de Julio. Los pasos eran leves y largos, con los pies calzados con unas sandalias blancas de tacón alto que dejaban ver unos pies perfectos y también limpios, como si acabara de salir de la ducha.
Superpuesta al fondo de la ciudad abrasada, esa mujer no podía ser real, pero justo cuando estaba pensando en aclararse la visión, la visión le habló y Paco se quedó petrificado: “Durante años te he visto pasear, durante años he soñado contigo en mis veranos y no podía hablarte. Durante años he guardado los recuerdos de tus pasos y sus sonidos, he atesorado el olor de tu ropa mojada, he guardado cada gota de sudor que has derramado en tus paseos. Durante años te he amado tanto que tus recuerdos se han hecho verdad en mi memoria, por eso no puedes escribir la ciudad que pertenece a tus paseos y a mis recuerdos: por eso me necesitas para escribir esa ciudad que solo tiene dos habitantes: tu y yo”
Paco, quieto sobre el suelo ardiendo, alargó la mano sin decir una palabra: había comprendido, sin dudar, que la mujer decía la verdad, que necesitaba liberar la sombra de todos los paseos que llenaban los recuerdos de ella. De la mano caminaron hasta la casa de Paco y los vecinos se extrañaron al oír el constante sonido de la máquina de escribir durante las siguientes semanas, un sonido que llegaba a las horas en las que Paco siempre paseaba por la ciudad.

lunes, 26 de julio de 2010

Cosas del deporte


España vive un momento álgido de éxitos deportivos, momento que será complicado prolongar o repetir, pero que hablan de que algo se ha hecho bien. No se exactamente dónde poner el dedo para señalar la exacta causa del éxito, pero debemos suponer, como casi siempre, que hay muchas causas y no una sola.
Baloncesto y futbol comparten el dificilísimo honor de un doble éxito: Mundial y Europeo, Contador gana tres Tours, Nadal es un ídolo mundial, en motos los nuestros vuelan por los circuitos, con o sin moto, pero vuelan y en medio de todo ese oropel y esplendor, quiero dejar dos notas discordantes por absurdas, zafias y un poco miserables.
La primera es para Alberto Contador, que persigue el triunfo con la oscura mentalidad de un contable de los de visera y manguito. Contador no quiso saber nada de la épica y la gloria del ascenso al Tourmalet, cima en la que se guaran las placas de los pocos que ganaron las etapas que terminaban en su alto. Arriba, expectantes, esperaban los dos únicos ciclistas que cuentan con esa etapa y todos se quedaron –nos quedamos – esperando que las fanfarrias llamaran a los dioses que teían que ver la lucha. Alberto Contador se limitó a calcular que los 8 segundos que tenía de ventaja le daban suficiente margen para ganar el Tour despreciando la cita con la gloria. Alberto Contador ha conseguido ganar tres tours siendo el deportista más triste oscuro, mezquino y ramplón que habita el restringido Olimpo de los elegidos. Curioso que se pueda ganar y ser tan buen ciclista sin cumplir con los protocolos que exige la fama.
El segundo toque es para la gente de Ferrari. Parece mentira que una empresa latina, Italiana por más señas, que siempre ha convivido con los perros de la Fórmula 1 haga las cosas tan mal y se les note tanto una mentira. Penosa su orden, penoso el ingeniero, penoso el equipo y penoso Massa. La próxima vez se ensayan las claves, que parece mentira, hombre.

domingo, 25 de julio de 2010

Curiosidades


Desde hace unos diez días - justo al día siguiente de intentar, sin éxito, ponerme algunos pantalones de verano - sigo con meticulosidad un régimen alimenticio que me ayude a recuperar mi vestuario sin convertirme en una salchicha de frankfurt. Es un ejercicio en el que voy descubriendo ciertas cuestiones curiosas que me gustaría comentar, así que vamos por puntos:

1º.- Un axioma popular que no es cierto: A PARTIR DE LOS 50 NO SE PIERDE PESO. Falso: mete en tu cuerpo menos calorías de las que quemas y verás cómo la naturaleza reacciona y pierdes peso.

2º.- El material de reserva, la grasa, es el mejor almacén de energía posible. Un alimento que aporta 9 kcal. por gramo es una bomba de destrucción masiva que debería estar controlada por el Ministerio de Sanidad. Pues eso es lo que tenemos acumulado en nuestras chicas. Un cálculo sencillo: 9 por gramo, 9000 por kilo, para 10 kilos, deberemos “robarle” al cuerpo 90.000 kcal. Que cada uno piense en los días que eso requiere. Milagritos, los justos.

3º.- El poder de la báscula. Pesar los alimentos nos dará una idea de lo absurdo de las porciones habituales en este país. Cuando alguien dice que “hay que comer la mitad”, probablemente, también se pasa. Si tienes dudas, pesa lo que comes.

4º.- Tu cuerpo siempre miente. Esa máxima se mantiene sin cambios y es algo que conozco desde que hacía deporte. El cuerpo siempre tiende al escaqueo, a dar mensajes de alarma sobre su lamentable estado y a decirnos que no seamos crueles, que necesita descansar, parar o comer. Ni caso.

5º.- Si respeta lo que esta escrito, el hambre se soporta perfectamente y no es para morirse. Lo que si es cierto que es que los ritmos de trabajo y las obligaciones de ingesta a media mañana y media tarde, no suelen coordinarse bien. Las miradas de sorpresa se producen siempre.

6º.- Efectivamente, andar es estupendo y la tecnología ayuda: un podómetro de 9 euros aporta datos que te ayudan a aspirar a metas más altas.

7º.- La marcha es un movimiento tan automatizado por la biomecánica de nuestra especie que los grandes números son espectaculares. En el trayecto de ida, 5.500 pasos. En el camino de vuelta, 5.508. Es decir, 8 pasos de diferencia en un trayecto de casi seis kilómetros, con subidas y bajadas. No me lo esperaba.

Si encuentro mas cosas curiosas os las contaré, que de momento van cayendo 2,5 kilitos por semana y eso es bueno. Seguiremos informando.

sábado, 24 de julio de 2010

Partidos partidos




Estas semanas y mucho más las que tenemos por delante con la confección de listas electores, los partidos políticos demuestran la razones de su denominación y lucen sus herida, cuchilladas y navajazos a traición con todo descaro.
La FSM por un lado y el PP de Asurias por otro, nos enseñan que, además de que el que se mueve no sale en la foto, el aparato es soberano, manda, hace y deshace por encima de cualquier devaneo personal, con un matiz: todo para buscar a los más sumisos, cómodos, manejables y bien mandados.
Las particiones de los partidos se han llevado por delante lo mejor de la inteligencia política de este país; retirando, aparcando, arrumbando o laminando a todos aquellos que reivindicaron su colaboración, trabajo y aportación desde el mantenimiento de los criterios propios. De esos, no nos queda ni uno.
No creo que nadie dude sobre lo mal que me cae Álvarez Cascos, pero eso no quiere decir que no reivindique, para él, un sistema que le permita jugar el partido sin que el árbitro le saque la roja antes de pisar el campo. En la FSM se vienen las aguas subidas y altas en la pelea de Tomas González con el Comité Federal, de manera que la Lideresa, aquella que tomó el poder mirando hacia otro para no ver lo que se cocía en el Tamallazo, va a vivir otra legislatura con el viento a favor sin que nadie le tosa.
En fin, que mientras los partidos se guardan de cuidar sus propias viñas, los ciudadanos seguimos esperando que la política de este país se oriente, de verdad, al servicio de los intereses comunes y que los partidos dejen de hacer el indio.

viernes, 23 de julio de 2010

Como sea


Hoy viernes se han hecho públicos los resultados de no se que pruebas de stress de la banca europea. Bien. La cosa ha ido bien, pero me sugiere varios comentarios que paso a enumerar sucintamente, que la hora es tardía para extenderse demasiado:
1º.- Si estas pruebas se hacen y se han hecho, con regularidad ¿Por qué no se habían hecho públicas nunca?
2º.- Dos bancos suspendidos: uno alemán y otro griego. ¿Cuánto dinero han ganado los bancos alemanes especulando en el mercado de la deuda pública española con la famosa bancarrota y la quiebra del sistema financiero español?
3º.- ¿Cuánto de estas ganancias le deben esos bancos a los infundios y tragedias vaticinadas por el PP?
4º.- ¿Cuando acabaremos con el absurdo status de las Cajas de Ahorros? Seamos sinceros: las cajas son bancos que no ganan pasta para los accionistas; se gastan los beneficios en dos cosas: en consejos de administración llenos de políticos, sindicalistas y momios varios y en obra social con enormes porcentajes de impuestos políticos al partido en el poder. Como dicen los maños: ¡Anda a cascala, maño!
5º.- ¿Cuanto va a tardar el PP en encontrar otro filón para erosionar al gobierno de Zapatero a costa de cualquier coste para España?
Estamos viviendo un periodo de guerra total y nos quedan dos años por delante en los que el fair play, la sensatez, el buen gusto y la ética quedan desterrados de nuestro juego político: por un voto, vale todo.
Vale hasta defender a los chorizos de los controladores y que le Sr. Pons hable de víctimas del ministro Pepiño. ¿Es que no hay esfuerzo digno de mejor causa? Hay que ganar, como sea, a costa de lo que sea, usando cualquier arma, legal o ilegal. No hay prisioneros y se ha olvidado a la Convención de Ginebra. Que no nos pase nada.
P.D.: Para una reflexión más tranquila la sentencia del tribunal de La Haya y el germen de la dispersión nacionalista en Europa, en España y en el Cantón de Cartagena.

jueves, 22 de julio de 2010

El humano atemporal

Becquer y Poe, dos genios de lo oscuro

Anda el que esto escribe dando vueltas y manoseos a varias ideas sobre la literatura y sobre la forma en la que los grandes autores tratan los temas – todos los temas - con una solidez capaz de vencer al tiempo. Viene esto a cuento del enorme éxito que hombres lobos, vampiros y demás fauna noctámbula y fantástica alcanza entre jóvenes que, por encima de desconocer, desprecian a Becquer, Poe, Mary Shelley y un largo elenco de autores que ya trataron temas parecidos con una capacidad y calidad absolutamente resistente al desgaste de las décadas pasadas.
Siempre, al releer cosas de Quevedo me asalta el mismo pensamiento surgido de la admiración por el autor: parece mentira que esto que leo siga vigente en nuestros días y avanzo una teoría que se basa en lo inmutable de la condición humana y de sus filias y sus fobias; de su fascinación por lo oculto, lo fantástico o lo admirable; por no hablar del morbo de contemplar lo prohibido aunque sea desde las páginas de un libro escrito por otro.
En los libros se encuentra el hombre, para bien y para mal y si todo autor refleja en sus letras parte de su vida, todos los autores juntos nos reflejan a todos los que somos y a los que en el mundo han sido, de forma que, al asomarnos a las páginas pasadas, quizás nos estamos asomando al origen de nuestro carácter, de nuestras manías y costumbres y al despertar sus letras encendemos la lámpara que proyecta las sombras que dominan nuestros sueños.
Por algo se llaman clásicos.

martes, 20 de julio de 2010

Liturgias

El escaño vacío del Jefe de la Oposición: ni está ni se le espera.

La democracia es un baile litúrgico en el que se dan cita formas, ceremoniales, sensaciones y convicciones. La democracia es que llamen a casa a las tres de la mañana y sea el lechero; la democracia debe abonarse con el cumplimiento fervoroso de los rituales civiles que consagran el gobierno de todos. La democracia debe lucirse con pompa y circunstancia, pero la democracia también es discreta y circunscribe sus fastos a unas pocas fechas y ceremonias.
He tardado en escribir sobre el tema porque no quería caer en la anécdota, sucedida hace poco, para ser capaz de abordar la categoría, cosa que intento hacer ahora. Hace poco escribía, con envidia, sobre el mimo y el cuidado con el que los americanos del norte cuidan a su presidencia y la revisten de toda la gala y veneración de la que son capaces; actitud que cala en todos y especialmente, entre los que han vivido el cargo y han recibido el tratamiento. Tan profundo se consolida en su mente que su salida los convierte en disciplinados soldados al servicio del presidente actual.
Nuestra democracia es jovencita, casi ni se ha puesto de largo en comparación con las venerables ancianas con las que comparte ambiente y geografía, así que hay que cuidarla y mimarla especialmente. También hablaba, hace unas cuantas fechas, de los deberes pendientes del poder judicial, pero creo que la democracia tiene una casa especial; una residencia en la que todos tenemos un cuarto y en la que somos especialmente cuidadosos con las alfombras, con los horarios de las comidas, con el atuendo y con las expresiones: el Parlamento.
Quizás por los años en los que soñamos con recuperarlo; quizás por lo visto en otros países o por simple cariño y respeto, creo que lo que sucede en el Parlamento nos informa del estado de salud de nuestra democracia, lo cual no deja de ser alarmante.
El otro día, el Jefe de la Oposición, cargo representativo que lo coloca a la cabeza de los partidos externos al gobierno, abandonó a sus tropas y se dedicó a sus tareas cotidianas despreciando una fecha señalada en el calendario del Parlamento. No son muchas, apenas las justas: el debate de los presupuestos, el debate del estado de la nación, los debates de investidura, alguna sesión conjunta y solemne con el Senado y no hay mucho más, que la niña no pide demasiado.
El Jefe de la Oposición - cargo que le fue concedido al señor Fraga por el gobierno de Felipe González (creo) - es la cabeza de los menores, el representante ante el gobierno de una multitud de partidos que representan a los ciudadanos cuya opción de voto no ostenta el poder y debe ejercer el cargo atendiendo a un doble papel: el de cabeza del partido más votado tras el del gobierno y el de representante y valedor de los derechos de los más pequeños.
El otro día, el Jefe de la Oposición denigró al Parlamento, despreció a todos los partidos a los que debe respeto, servicio, atención y defensa y representó un acto de egoísmo intelectual y político absolutamente deleznable. El otro día la Democracia española se vio minusvalorada y despreciada al ver cómo un invitado preeminente le daba la espalda y abandonaba la fiesta después de haber atracado la mesa de los canapés sin esperar la llegada de la anfitriona. Muy mal.

lunes, 19 de julio de 2010

De espaldas

¿Que los glaciares se van a por tabaco? Lo normal.

Tengo la sensación de que los últimos años, esos que han corrido veloces a lomos de los grandes cambios tecnológicos y sociales, nos han pegado media vuelta y colocado de espaldas al mundo real; ese que muchos niegan pero que se asoma de vez en cuando a los medios de comunicación.
Las temperaturas del mes de Junio- mediadas a escala planetaria - han sido las más calurosas desde que se llevan los registros pero el cambio climático es un invento de extremistas verdes geoterroristas capitaneados por el corrupto Al Gore. Tranquilos, que lo glaciares siempre se han movido al son de la “yenka” y volverán a llenar las ahora vacías cuencas. Todo un invento de esos locos que no saben de donde sacar el dinero ni como darse importancia.
¿La biodiversidad? Por dios, jamás ha estado tan bien: todos los animales cuidados, censados, circunscritos a sus reservitas llenas de turistas que les tiran comida. Si hasta dan ganas de cambiarse por los tigres esos, ¡todo el día comiendo solomillos!
Hombre si, es verdad: a la BP se le ha escurrido un poco de petróleo que, coincidencias y no seas mal pensado, vuelve a salirse después de que la compañía publicara, en el momento justo para que las acciones subieran en bolsa algo así como el 15 %. Bueno, pues parece –y digo parece porque hay un bloqueo feroz sobre las fotos de satélites – que el golfo de México está como nunca: da gusto pegarse unos largos, que hasta se flota mejor.
El rebufo de la política, la correcta, por supuesto, nos ha puesto mirando a Oviedo y quejarse cada vez es más complicado. El pensamiento único impone su ley del silencio y el que se queja pasa a ser dado de alta como extremista. Si te manifiestas, te echan la policía encima; esa que calla ante lo que tiene que callar y no investiga lo que no tiene que investigar.
Bueno, pues creo firmemente que la realidad se va a imponer y que, más que girarnos, nos va a pegar un revolcón de narices antes de dejarnos en pelotas ante el desastre. La temporada de huracanes puede ser de las históricas y me temo que las gotas frías del levante español pueden marcar records, por no hablar de glaciares y de hielos polares.
La pasta es la pasta y su dulce repiqueteo se impone al ruido de fondo.Hasta que truene, qe nos vamos a enterar.

sábado, 17 de julio de 2010

El enemigo en casa


Nuestra época vive y convive con - o contra - varios enemigos que atacan nuestra salud social con saña en una lucha que se cobra cientos de miles todos los años. El cómo catalogamos a estos enemigos determina el método y las reglas y armas con las que luchamos contra ellos: si la catalogación es una, todos los estados occidentales se movilizan en contra; el aparato del estado cuelga carteles de “wanted died or alive” y nadie discute presupuestos, armas, métodos de investigación, apoyo judicial, colaboración internacional y un largo rosario de medidas caras y discutiblemente eficaces.
Esa lucha es dura, tan dura que los presupuestos de los malos y de los buenos están casi equilibrados y en países como Méjico todavía no está definida la victoria: suponemos que ganará el estado, la parte oficial, pero la calidad del estad es tan exigua, tan cercana en el grado de podredumbre y corrupción a la parte mala, que desde fuera la apuesta se considera de alto riesgo.
Las llamadas DROGAS, lo que hemos convenido en venir a llamar DROGAS, son las que movilizan la lucha, pero lo que nunca nos hemos hecho ha sido tomarnos la molestia de definir las cualidades del nombre para luego perseguir toda sustancia o producto que cumpla con las especificaciones de la categoría.
Convivimos con muchos productos que consumimos habitualmente que, si fueran considerados a la luz de la definición de “droga” estarían perseguidos a muerte como si se tratara de heroína, LSD o pastillas de diseño cada vez más perniciosas. Algún día, y sólo cuando el coste social de su consumo se eleve por encima de los ingresos generados por los enormes impuestos que soportan, el tabaco y el alcohol, dos drogas genuinamente occidentales, estarán en la lista de los proscritos.
El Tabaco ya se ha puesto en la lista de los indeseables, pero el próximo en la lista de los más buscados, será el alcohol. ¿Alguien lo duda? Que, por favor, lea esta noticia que hoy me he encontrado en El Mundo:

“Un total de 1.433 rusos, la mayoría de ellos ebrios, se han ahogado en los dos últimos meses cuando se bañaban intentado escapar de las altas temperaturas del verano.
Grupos de bebedores de vodka, algunos con niños pequeños, se reúnen cada día en lagos y lagunas a lo largo de la capital rusa donde la actual ola de calor ha provocado que se superen los 37 grados centígrados.
"El ministerio de Emergencias ruso está muy preocupado sobre la situación actual. Solamente en el último día contabilizado, 49 personas se han ahogado (en Rusia), incluidos dos niños", explicaron fuentes ministeriales.
Más de 1.200 personas se ahogaron en Rusia durante el pasado mes de junio, y sólo en este mes han muerto 233 más.
"La mayoría de esas personas estaban ebrias. Los niños fallecieron simplemente porque los adultos no los cuidaron", añadieron fuentes ministeriales. Los meteorólogos han anunciado que la ola de calor durará otra semana más.
La semana pasada, seis menores de edad murieron ahogados en el mar de Azov, al sur de Rusia, debido a que los empleados del campamento de verano que los tenían a su cuidado se encontraban borrachos.
El presidente de Rusia, Dimitry Medvedev, explicó el pasado martes que el calor era un gran problema para la agricultura rusa, y que el país se encontraba atravesando la peor sequía en 130 años de estudios meteorológicas”.

o que pasee por las ciudades y los pueblos y se pare a buscar los grupos de adolescentes agarrados a la litrona o a cualquier otra botella y se dará cuenta de que en España YA tenemos un problema de alcohol en el grupo de población de los menores de 30, generación que, seguro, consumirá ingentes cantidades de dinero del presupuesto de Sanidad. España siempre ha sido excesivamente tolerante ante el alcohol y me parece que aquello de “es que fuera no saben beber” se puede y se debe aplicar a la situación actual: nunca supimos beber y ahora pagamos las consecuencias.
Qui viva, verra.

viernes, 16 de julio de 2010

El mundo bajo el silencio


Ha llegado el VERANO, así con mayúsculas, a instalarse en el terreno de los cuarenta grados y quedarse quieto para cuatro o cinco semanas de sol de hierro y luces chamuscadas de calor. El mundo oficial estará, pero estará silencioso y quieto tras haber cumplido con los primeros 7 meses de esfuerzo.
Bajo el calor, la vida transcurre distinta y las prioridades son otras. Como al extranjero de Camus, el mediodía se nos pegará al sudor de la cabeza y llegaremos a las citas suspirando por el aire acondicionado o por la ducha del final del día.
La comida se transforma y da paso a los verdes y a los suaves rojos del gazpacho y el salmorejo, aunque algunos deban cumplir la mística liturgia de la paella del chiringuito, pero eso serán vacaciones y forman parte de otro verano.
Hace años Madrid se perfumaba del penetrante olor de las sardinas asadas; antaño denostadas y hoy añoradas y buscadas como un manjar; se vestían las calles de persianas verdes escurridas sobre las barandillas de los minúsculos balcones y las calles de la tarde se llenaban de sillas de enea y vecinas que charlaban; las esquinas veían instalarse quioscos de Horchata de chufa, granizado de limón y agua de cebada; de terrazas en los ochenta: Madrid se deslizaba engalanada de verano y de pereza, de mangueras que regaban por la noche el caliente asfalto que quería olvidarse del sol.
Hoy, las noches de Madrid se asfixian sin poder encontrar el fresco aire de la sierra y el civismo ha cerrado las terrazas. De los quioscos de horchata queda el recuerdo en los despachos de la sanidad europea y la crisis cierra los bolsillos. Es posible que mi lejanía de la ciudad y mis años me eviten el contacto con la realidad de ese verano, pero hoy, al verano lo veo más cercano de mi huerta que del agitado recuerdo de una Castellana atestada por la que era difícil transitar.
El calor es el mismo, pero los cuerpos que los aguantan, o lo evitan, son distintos. Quiero pensar que los veinte años de ahora habrán encontrado un Madrid veraniego, suave y acogedor, donde sudar felices mientras agosto espera la explosión de las verbenas.

jueves, 15 de julio de 2010

Para calentar la polémica


Argentina ya ha aprobado la ley que bendice los matrimonios homosexuales en los mismos términos que otros países, pero con un matiz: el primero en América del sur. Como el tema lo requiere, puntualizo: me parece perfecto que el matrimonio gay sea igual ante la ley; me parece perfecto – y lo he meditado mucho – que esos matrimonios puedan adoptar niños y desde luego, me coloco radicalmente en contra de cualquier tipo de discriminación, desprecio social o cualquier otra forma de catalogación ciudadana, tanto en positivo como en negativo. ¿Suficientemente claro? Vale, pues vamos ahora con la parte más polémica:
Me toca bastante las narices y me repugna esa especie de campaña o corriente, asentada fundamentalmente en las televisiones, que podría enmarcarse bajo el amable título de “ponga un gay en su vida”. Los pesos que este colectivo, tanto en la parte masculina como en la femenina, está teniendo en las series, programas, debates, guiones y demás, es absurda. Eso en lo cuantitativo.
En cuanto a lo cualitativo, la cosa ya es para cabrearse muy en serio. Veamos. Parece ser que, desde hace unos años, lo que mola, lo de verdad divertido, es ser gay y que lo heterosexual es aburrido, antiguo y poco moderno. Frases como “por probar no pasa nada y si no te gusta...”; pues hombre, si no te gusta ya te han puesto el culete mirando a la meca, lo cual no es del todo intrascendente.
La sexualidad tiene mucho de aprendizaje y de pura respuesta sensorial cuasi automática, así que es mejor no enredar demasiado con experiencias que pueden ser interpretadas por algo distinto de lo que realmente son. Por otro lado, aseguro que en el caso de que yo fuera homosexual tampoco estaría excesivamente feliz viendo la proliferación de plumas enloquecidas por programas, revistas, tertulias y demás foros.
Hace años tuve una muy desagradable experiencia tratando con un colectivo de lesbianas que se dedicaron a practicar abortos en las peores circunstancias sanitarias que imaginarse pueda y el discurso que sostenían no se aguantaba: somos dueñas de nuestro cuerpo y nadie está legitimado para obligarnos a tener hijos. Una demostración más de lo que es confundir el culo con las témporas, pues mi bronca se orientaba a los aspectos sanitarios de aquella práctica tercermundista y propia de sanadoras medievales que acababan matando a las pobres mozas preñadas. Hoy, esta afamada señora, dirige una clínica abortista que sale cada dos por tres en la TV. Espero que los quirófanos de esa simpar institución estén más limpios que aquellas colchonetas.
P.D. Alguno que va a leer esta entrada también se llevó un colocón con la historia.

martes, 13 de julio de 2010

Interactividad

                                                       ASI NO




ASI SI 

Hoy, que me había declarado en huelga de entrada, un amigo me hace algunos comentarios sobre la simbología de la bandera, en genérico, de todas las banderas y pienso en como la convivencia con una generación que ve las cosas de manera “nueva” acaba por influirme. Al fin y al cabo, la interactividad conlleva esa servidumbre: influimos tanto como somos influidos.
Para mis hijas, la realidad, su realidad y el mundo, que ya es más suyo que mío, es sencillamente distinto y diferente al mío; empezando por al visión de la historia y al política. Sin su influencia, mi visión de la realidad se hubiera mantenido mucho más estable, pero siguiendo con el ejemplo, al ver a mi hija mayor con las uñas pintadas de rojo y amarillo, la cara como un apache, me doy cuenta de que en su visión, los colores, la bandera, solo significan pasarlo bien y además, en compañía. No hay posibilidad de que piense que esa fiesta es para una parte y se le niega a otra.
¿Es mejor? ¿Es peor? ¿Les evitará caer en errores antiguos o les adormece los sentidos para que no estén alerta ante el peligro? Veo cómo reaccionan cuando alguien trata de dar un significado hipernacionalista al hecho y me tranquilizo al oír sus ¿Y este tío de que va? ¿No se ha enterado o es que es idiota? ¡Será facha!
Sin su contaminante presencia cercana, ayer no hubiera escrito eso ni de lejos y es probable que la visión de tanta bandera me recordara otras memorias, pero hoy sigo tranquilo pensando que, para casi todos, sólo era fiesta: simple, sencilla y encantadora fiesta. Como catarsis, no está mal. (Y un abrazo, jefe, que a ti también te hubiera gustado escuchar esos comentarios aunque lo que si es verdad es que el toro nos sobra a todos. ¿ A santo de que carajo?)

lunes, 12 de julio de 2010

YA ES DE TODOS


Pertenezco a una generación que ha cabalgado el lomo de varios tigres; hemos sobrevivido a la aplicación de varias armas de destrucción masiva: nos intentaron intoxicar con la FEN (Formación del Espíritu Nacional para los jóvenes),vimos como lo de hacer el amor pasó de ser un pecado para convertirse en un milagro; los pantalones campana comprimieron nuestras gónadas hasta las cercanías de la gangrena; comimos polos de hielo teñidos con algo que prefiero no saber que era; los veranos eran trampas mortales llenas de canciones de Gorgie Dan y las chicas se ganaban el cáncer de piel tostadas con aceite de coco o crema de la vaca que conseguían llenar la playa de olor a parrilla argentina.
Bueno, pues llegó la transición y los fachas nos robaron la bandera, condenada a los exiguos territorios del cierre del Rolex de oro. Ni conseguimos la tricolor republicana ni pudimos entregarnos al amarillo y rojo sin la sensación de que nos faltaba, o nos sobraba, algo.
La bandera española no era de todos hasta que ha llegado, curiosamente, la roja para hacerla nuestra con toda naturalidad. Generaciones que no han conocido el franquismo; a los que Sánchez Covisa les suena más a óptica que a violencia; que piensan que lo de ganar competiciones deportivas es una aspiración normal para el que compite en ellas; gentes que ven la bandera con el escudo constitucional como normal y que han degradado a nuestro odiado aguilucho a la triste e industrial categoría de “pollo”; gente que, en definitiva, ondea su bandera, nuestra bandera, con la misma naturalidad que cualquier nación del mundo.
Hoy doy gracias a la roja, a mi denostado y despreciado fútbol, por devolvernos a todos nuestra bandera. Hoy, muchos años después de aquel 20 N, la bandera es nuestra: de todos nosotros.

Despreciar la grandeza


El deporte tiene unas reglas que no están escritas, pero que hacen grande al que las cumple. Una de ellas reglas se pone al servicio de la épica, de la gloria y de la leyenda y obliga al contendiente a caer, o a triunfar, siendo fiel a si mismo y al deporte por el que compite. En este mundial ha habido selecciones que se han hecho grandes y han servido al deporte; selecciones que han muerto o que han triunfado enraizadas en sus propios valores de sacrificio unas, de pundonor otras, o de calidad las menso; pero todas han sido más grandes tras la competición: Alemania, inmensa por historia y por generosidad y limpieza; Uruguay, sacrificada en nombre del esfuerzo, la pelea y la fe en los milagros y España, consagrada a la calidad.
Y poniendo el oscuro contrapunto, Holanda. Pocas veces un villano de cualquier historia ha sido más villano, más digno de desprecio, más traidor a sus raíces; más innecesariamente malo que Holanda en el partido de la final. Holanda, heredera de la leyenda de la Naranja Mecánica ha traicionado su historia, su origen y su legado. Holanda ha perdido y su derrota no da pena, no da lástima y pasará a los anales como una de las actuaciones deportivas más mezquinas y ruines de la historia del deporte.
Un equipo que juega la final del campeonato del mundo tiene la obligación de dejar una enseñanza positiva, un mensaje para la posteridad: orden defensivo; esfuerzo, calidad, capacidad física, entrega, resolución: en definitiva, algo que pueda enseñarse a los chavales cuando entrenan los equipos juveniles. Nada de lo que ayer hizo Holanda debe entrenarse, practicarse o fomentarse. Lo que hizo ayer Holanda sólo puede enseñarse como escarnio y como ejemplo de aquello que el deporte repudia.
Esta foto, para mi, resume lo que acabo de comentar y deja clara la idea: eso no se debe hacer y lo que es más grave: jamás se debe consentir en un campo dedicado al deporte, por muy profesional que se sea, por mucho espectáculo y negocio que esté montado alrededor y por muchas gaitas en vinagre que se pueda argumentar.

La peor cara de una traición
El deporte, a este nivel, se convierte en un libro en el que leen los más jóvenes y lo que lean debe contener valor, debe educar en el esfuerzo, la disciplina, el trabajo colectivo, el sacrificio, la superación, el esfuerzo, la recompensa que llega cuando se ha cumplido; la grandeza de la derrota y el sufrimiento, casi más nobles que el propio triunfo.
Felicitaciones a los campeones, disfrute a los aficionados y a trabajar, que estos chicos lo que enseñan es que trabajando y perseverando, la gloria llega. En cuanto a Holanda, quiso ganar sin perseguir la grandeza y sólo obtuvo desprecio. Lo ha merecido.

domingo, 11 de julio de 2010

Deuda histórica

Enredando por internet, encuentro algo que mi amigo Guillermo Pérez, entonces Director de El Pais de Uruguay en su edición electrónica, consideró que podía ser publicado. Como el tema es interesante y actual, me evito el trabajo de la entrada de hoy; le mando un fuerte abrazo a Guillermo y me libero para concentrarme en este domingo deportivo que España entera vive con ansiedad.



La foto nos recuerda los años duros de la emigración española dispersa por el mundo entero.

LA SITUACION de muchos países de América Latina demanda la devolución de un deuda histórica que España debe amortizar de manera inmediata. Esa deuda, que se fundamenta en siglos de emigración, explotación, violencia y olvido, ha generado unos enormes intereses a los que Aznar no hace frente.
No hay que remontarse a las épocas en las que se manejaban términos grandilocuentes y paternalistas para intentar obviar lo más simple y lo más cercano a todos nosotros. Son muchos los españoles que sobrevivieron con el trigo argentino de una posguerra sórdida, temerosa y gris. Son otros muchos los que recibieron dinero y ayuda de algún pariente que había emigrado a Uruguay, Venezuela, Perú, Colombia, México etc.
Son muchos los españolitos que hoy llegan a Cuba para encontrarse con un pueblo que los recibe con los brazos abiertos y les ofrece todo el cariño y la cordialidad necesaria para que se sientan en casa.
Somos muchos los españoles que hemos renunciado al pasado para comprobar que en todos esos países somos un gallego más que, para estar a gusto, debe ser consciente de que tiene que aceptar un pasado mezclado; que el cariño y el reproche se mezclan para dar lugar a un trato que sólo se dispensa a los cercanos. Es complicado que un argentino o un mexicano entre en disputa con un turista coreano, pero con un español se entra al toro de la confrontación con todas las alegrías que ofrece una discusión familiar.
Los españoles no entendemos que nuestro presidente se olvide de los cubanos porque su sistema político es contrario a la concepción de lo correcto que maneja el señor Aznar. Como buenos hispanos, separamos a las personas de los Estados, dejando claro que toda administración pública es enemiga del individuo. Lo importante, para nosotros, es ese amigo que hemos hecho en cualquier bar, plaza o asador: ese señor tiene cara, es próximo y necesita que le echemos una mano. Si su presidente es un cretino, un santo o un caradura, a nosotros nos importa un bledo.
España debe mojarse, debe hacer todo lo posible por abrir cauces y puentes entre ese continente y la Unión Europea, debe dejar claro, a unos y a otros, que el cambio es posible, que la recuperación de la esperanza sólo depende de que todos hagan los deberes que tienen que hacer. Y nosotros lo sabemos: podemos enseñar las cicatrices de un próximo pasado que nada tiene que ver con el presente.
Hace 30 años, España no era nada. Exportábamos emigrantes a todo el mundo para copar los últimos estratos sociales. Europa nos despreciaba y Franco agonizaba boqueando sus últimas sentencias de muerte. Nuestro camino no era más que una delgada línea que separaba dos realidades terribles: la involución militarista --para los olvidadizos: 23 de febrero de 1981, último intento de volver a las tinieblas-- y una realidad social propia de los últimos años del XIX.
Hemos hecho los deberes, nos hemos puesto a trabajar y a pagar impuestos como si fuéramos alemanes sin tener, al inicio del proceso, las contraprestaciones que ellos tenían. Hemos hecho carreteras, nuestras empresas crecen y nuestros profesionales están bien considerados. Hemos perseguido la corrupción, aunque todavía quedan restos y recibimos inmigrantes en vez de exportarlos. No hemos hecho nada que no se pueda hacer en todos lados.
Si nuestro presidente se baja del pedestal y reconoce nuestras miserias pasadas y presentes; si piensa en los ciudadanos y no en sus políticos, si ofrece programas y mecanismos de control que garanticen el buen destino de las ayudas y consigue transmitir esperanza y confianza, España habrá devuelto parte de la deuda, pero me temo que los sueños de gloria de Aznar están lejos de esos afanes.
Es más cómodo reírle las gracias a George W. Bush y olvidarse de que, un día, España necesitó ayuda y la encontró. Si América no encuentra en España una ayuda firme, sobre España caerá un velo de vergüenza que los españoles no queremos. *




sábado, 10 de julio de 2010

De paseo con la negra

Por tierra de sabios, toros, putas y santos: Salamanca.

Hace siglos, los romanos que llegaron a tierras de Hispania se dieron de tortas con los vacceos, tribus de origen celta que habían decidido sentar sus reales en tierras de la meseta norte; a pesar de las demostradas ganas de unos y otros por desalojarlos de ellas. Aníbal, en el 220 AC ya había tomado Helmántica, que por aquellos tiempos no debía ser mucho más que un castro grande fortalecido a las orillas del Tormes. Sea como sea, lo que el visitante debe saber es que las dehesas de Salamanca dan para encontrar rastros y restos de casi todo lo que la civilización de este lado del mediterráneo ha sido capaz de generar. Castros, termas, fuentes, vías, rutas comerciales convertidas en caminos de santas peregrinaciones y lo que cada uno sea capaz de imaginar, se deja ver entre los inmensos bloques graníticos de sus campos.
Las tierras salmantinas nos ofrecen paisajes diversos que hablan de labores agrícolas y ganaderas, que las mineras se esconden en otras zonas que no hemos visto en este paseo. Dehesas de bravo hogar de ganaderías prestigiosas e inacabables tierras de cereal ya segadas o en sazón para ser segadas bajo el solazo de hierro del mes de Julio. Tierras que, en el centenario de Miguel Hernández, nos recuerdan los versos del niño yuntero “ver el barbecho tan grande bajo su planta” y uno no puede menos que acordarse de la faena del campo en compañía de las mulas y el sudor; de generaciones enteras condenadas al arado en unas tierras inacabables, duras y frías. Miguel Hernández se acordó de los niños y se marchó pidiendo a sus amigos una tarea sencilla: “Despedirme del sol y de los trigos”. Hecho está.
Antes de llegar a Salamanca pasamos por Alba de Tormes, cuna de la conocida por todos como “la santa”, es decir: Santa Teresa de Jesús, lugar que habla de su dependencia del río, del arraigo de la Iglesia y su poder y del misticismo generado por un paisaje, tan escaso de lujuria, que el vecino sólo tenía la posibilidad de abrazar el sacrificio, el hambre y los piojos como purgatorio en que ganarse el cielo y el descanso. No es extraño que ya la Santa dijera que “también entre los pucheros anda Dios”, reconociendo, en el milagro de un puchero lleno y humeante, la indiscutible mano de Dios. Sólo la contemplación del puente sobre el rio, hace que la visita al burgo merezca la pena.

Y llegamos a Salamanca que se ofrece hermosa y potente al viajero que llega desde la hondonada del río, para que no haya dudas sobre la importancia de una ciudad antigua, poderosa y sorprendente: en mitad de la pobreza de los fríos y las hambres, sus iglesias compiten en belleza, ornamentos y riqueza. Pensar en el esfuerzo, el dinero y los diezmos necesarios estremece, de verdad. ¿Consuelo? Consiguieron algo realmente bonito, sin duda ninguna. Hay que visitarla a conciencia, cosa que en este paseo no he hecho, que había algo de prisa.

El coro de la Catedral Nueva y su inmenso Facistol: para los que nos gusta la madera, un lujo.

La catedral, cercana a los edificios de la Universidad Pontificia, reconocida como tal por la bula papal de Alejandro IV en 1.255, fecha que la consagra como una de las cuatro más antiguas del mundo, junto con París, Oxford y Bolonia. Y era en la catedral donde se daban las clases y se examinaban los alumnos, dando lugar a una tradición curiosa que vale la pena comentar: en la capilla de Santa Bárbara el alumno velaba los libros durante 24 horas, pasando la noche con los pies sobre la estatua de un importante obispo que, según ellos, colaboraba en la iluminación intelectual. Con las primeras luces, entraban los cátedros para examinar a los valientes, y ejecutar una división importante. Los aprobados que ganaban el título de Doctor salían por la puerta principal de la catedral donde debían cumplir con algunas tradiciones: inscribir un “Victor” en las paredes de la catedral y asumir, a costa de su peculio, un jolgorio de varios días con fiesta de toros incluida y visita a los autorizados lupanares de la ciudad. Los suspensos salían por al puerta de los carros donde arrostraban las iras de los defraudados amigos que se habían quedado sin jolgorio.

Hemos ya mencionado a los toros, a los sabios y los santos, pero las humildes meretrices de Salamanca son culpables de varias historias curiosas que vale la pena comentar. En primer lugar, Salamanca disfrutó de la única bula papal conocida que autorizaba los lupanares en la ciudad. ¿Causa? Las justas reivindicaciones de los burgueses que veían a los estudiantes poniendo cerco constante a la honra de las mujeres de la ciudad. ¿Solución? Conseguir que las putas bajaran los ánimos de los jóvenes, que ya se sabe que la juventud es mala época para las restricciones del fornicio. Solución si, pero ordenada, de forma que durante la cuaresma, las rabizas registradas eran expulsadas extramuros y acampaban al otro lado del Tormes esperando el levantamiento del castigo.
Ese levantamiento, que tenía lugar en el primer lunes después de Pascua, marcaba la celebración del llamado Lunes de Aguas, día en el que los estudiantes se dirigían al otra lado del río para acompañar el retorno de las dichas izas y rabizas para celebrar, entre vasos y hornazos, la vuelta a la normalidad. Por cierto, estas chicas también vestían uniforme para facilitar el control: unas sayas pardas cuyas faldas acababan en pico. ¿Les suena la expresión “irse de picos pardos”? Efectivamente: eso.
Rendida visita a la catedral, nos queda pasear por el centro, admirar la Casa de las Conchas, tomar algo en la Plaza Mayor, una verdadera maravilla, o ajustar el horario a las visitas de la Universidad.

Como la negra tenía ganas de correr, la excursión de hoy se ha prolongado hasta la ciudad de Ávila, precioso burgo amurallado que guarda tesoros arquitectónicos, históricos y gastronómicos. Sin dudar: acercaros al Mesón del Rastro (www.elrastroavila.com) para homenajearos con los chuletones, las judías del Barco o los asados de cordero o cochinillo (chancho chiquito) que guardan fama desde 1900, fecha fundacional de este templo del buen comer. Por cierto, todo Yoruga que se quiera dar el gustazo, que pregunte por Angelines y demuestre un cerrado acento identificativo, será objeto de agasajo y homenaje, que así lo ha prometido la nombrada.

viernes, 9 de julio de 2010

La tumba oscura


La temporada de excavaciones estaba siendo realmente buena: muchos objetos de uso cotidiano, algunos adornos, utensilios, restos de lo que parecían ser pieles con rastros de tinturas y el descubrimiento por el que ese yacimiento en concreto, hasta ahora ignorado y perdido en la inclinada ladera del monte, casi oculto por la vegetación, entraría a formar parte de la élite de las excavaciones: la necrópolis más antigua y extraordinaria conocida hasta ahora.
Las dataciones del carbono y la estratigrafía de la zona localizaban la ocupación humana entre los 38000 y los 40000 años de antigüedad, justo cuando los primeros seres humanos modernos apenas asomaban por esas cornisas escarpadas de los montes; una época que asistía, como indecisa aún, al declive de los Neardentales y a la expansión de nuestros padres; una época dura, extrema, violenta y oscura en la que los grupos, clanes y tribus, formados por unos pocos individuos, vivían siempre al borde del desastre.
Los restos humanos de la época hallados hasta ese verano nunca habían mostrado signo alguno de veneración o culto; es más, muchos de ellos mostraban signos de violencia alimenticia a cargo de bestias y congéneres, razón por la que lo encontrado en la Cueva del Verde sobrepasaba cualquier sueño.
En lo más profundo de la sima, allí donde la luz jamás llegó, bajo paredes pintadas y labradas con todo tipo de signos; allí donde por alguna extraña razón no se encontraban huesos de animales o huellas de una ocupación posterior de osos o lobos, presentes en otras cámaras de la caverna, treinta y tres tumbas formaban tres círculos alrededor de una última tumba extrañamente larga y distinta.
Hasta ese momento, habían trabajado, datado y documentado lo encontrado en las tumbas que formaban los tres círculos exteriores, pero hoy se conocería el interior de lo que parecía ser el centro de todo el complejo. Asombrosamente, en todas las tumbas abiertas se había repetido, con exactitud y fidelidad, el mismo patrón; hasta el punto de hacer difícil la distinción entre ellas y sus respectivos ocupantes: sobre el cráneo una cinta de cuero en la que se contaban 33 piezas de cuarzo blanco. Sobre el pecho, un medallón formado por cuatro escápulas de lobo unidas por el extremo del Acromion que conseguía recordar cierta semejanza con una esvástica y al lado de cada uno de los pies, dos cráneos de cánido de los considerados compañeros del hombre 20000 años más tarde en hábitats lacustres.
Día tras día, el equipo había levantado las lápidas calizas que tapaban la excavación de cada tumba y día tras día, con monótona regularidad, había levantado el mapa de los restos, realizado fotografías, analizado vestigios para acabar anticipando números y objetos con asombro, curiosidad y sensación de estar ante algo único, especial y muy importante.
Sobre las 9 de la mañana llegaron los directores de la excavación, cada uno responsable de un área concreta para asistir al levantamiento de las cuatro losas de la tumba central. Por primera vez, habían documentado importantes diferencias y eso era todavía más sorprendente.
Las dos losas que se encontraban en el lado este de la tumba tenían grabados, con milimétrica minuciosidad, los mismos signos que estaban grabados en la pared este de la cámara, mientras que las dos losas del lado oeste no tenían grabado ninguno y presentaban un aspecto más tosco, menos trabajado que el resto de las tumbas. Al levantar la piedra cabecera del lado este, el equipo entero lanzó un sonido ahogado, como de asombro: el interior de la excavación estaba forrado de losas cubiertas  de la parte plana de la concha de la vieira, sin que ninguno pudiera entender su perfecto estado de conservación. En el centro de la tumba, una diadema con las consabidas 33 piedras de cuarzo blanco y otra, nunca vista antes, de 33 piedras negras de obsidiana, más pequeñas y perforadas en su centro. En el espacio central delimitado por las piedras, un cráneo con las claras señales de la vejez perfectamente visibles.
Al levantar la segunda losa, siguieron las sorpresas: si bien el medallón de las cuatro escápulas era conocido, en esta tumba parecía haber estado conectado a una especie de delantal o túnica ornamental formada por costillas que parecían humanas y rematada por multitud de caninos que, a primera vista, se identificaron como pertenecientes a lobos. Las piernas del sujeto se proyectaban hacia el fondo de la tumba y ofrecían otra sorpresa todavía más extraña. Si bien los cráneos al lado de los pies ya eran habituales, no era habitual que fueran de lobo y que los tobillos parecieran estar anudados por una gruesa cuerda de tendones que, después de fijar los pies del esqueleto, desaparecía por un agujero practicado en la losa que cerraba el enterramiento.
El conjunto era extraño y bello, aunque el detalle de la cuerda anudada a los tobillos perdiéndose en la oscuridad del fondo resultaba inquietante y complicada de explicar. La sensación de inquietud retornó al equipo cuando, ya cerca de las 4 de la tarde, documentada, fotografiada y cartografiada la llamada tumba 34, el equipo se dispuso a levantar la tercera losa. Cuando estaban a punto de hacer fuerza sobre las palancas, un becario del equipo, al que todos llamaban “el brujo”, lanzó un grito y cayó al suelo desmayado e inconsciente. Este chico tenía una fascinación por la cámara y el mote le había venido de intentar explicar a los demás el significado de los signos y las alegorías. Sin hacerle demasiado caso, todos habían llegado a comprender que el brujo estaba convencido de que la sala era sagrada; que había sido un lugar peligroso y que los tres círculos, formados con la excavación de una tumba por cada generación transcurrida, tenían la misión de encerrar algo que no debía escapar. Según él, cada tumba alojaba a un servidor que, uniformado con las armas de la misma lucha, hacía fuerte el círculo que ayudaba a formar.
Sin hacer demasiado caso del desmayo, el equipo levantó la losa para ver que la cuerda se prolongaba hasta anudarse en los tobillos del segundo esqueleto, pero que esa segunda tumba no estaba cuidada y ornamentada. Era negra y se habían tomado la molestia de formar una gruesa capa de hollín en la tierra de las paredes. Ni un adorno, ni una piedra; solo suelo negro y sobre los huesos de las piernas, dos fémures de caballo cruzados a la altura de las rodillas. Cada fémur del hombre subía hasta intentar unirse con el tronco, y digo intentar porque una gruesa pieza de pizarra mantenía separada la cabeza del fémur del acetábulo de la cadera. Esto era algo extraño que nadie había contemplado jamás. Habían enterrado a un hombre con las piernas cortadas, cuidadosamente cortadas y atadas por los tobillos, unido a otro esqueleto localizado en una tumba adyacente y comunicada. Nadie tenía noticia de nada parecido.
Las sorpresas continuaron al levantar la segunda losa y descubrir dos aspas más: una sobre el pecho formada por dos fémures de cabra y otra, sobre el rostro, formada por dos fémures de lobo. Brazos y cabeza, perfectamente seccionados, se mantenían separados del tronco por tres piezas de pizarra semejantes a las que separaban las piernas. En cada pizarra encontraron reproducido el mismo y único motivo que podía verse en la pared oeste de la sala: un círculo completo en cuyo interior se inscribían, paralelas, dos líneas quebradas con tres picos claramente marcados. Nada más, sólo hollín en las paredes y en el piso de la cueva y una sensación de profundidad extraña que parecía prolongar la visión hacia el centro de la tierra; como si la tumba misma fuera sólo la abertura de un túnel inmensamente largo.
Cuando todos estaban acabando los trabajos de documentación de la segunda fosa, despertó el becario desmayado y se acercó en silencio al borde de las dos fosas. Nadie había reparado en que ya estaba despierto, pues le habían medio abandonado tras dejarlo tumbado en el borde de la sala con los pies un poco más altos que la cabeza y apoyados en un cajón de utensilios. Al llegar al borde de la fosa del oeste, le preguntó a uno de los directores por el hacha de obsidiana que guardaba la tumba. Extrañado, el profesor le respondió que no habían encontrado ningún hacha en la tumba, que la segunda fosa sólo tenía huesos y el extremo de la cuerda que provenía de la primera fosa. Sin hacer caso ni comentar nada, el estudiante rascó con la mano entre las rodillas del muerto y una pieza de obsidiana, tiznada de hollín, brilló limpia tras el paso de los dedos. Con la mirada perdida en el vacío, el estudiante dijo alto y claro:“ Ha vuelto y su noche gobernará el mundo”, justo antes de volver a desmayarse entre agitadas convulsiones.
El profesor, todavía asombrado y sin comprender demasiado bien que había pasado, atendió al muchacho, mandó llamar al médico del pueblo cercano que a veces les había ayudado a curar una raspadura o caída y se puso a repasar los acontecimientos a la vez que se los contaba a sus colegas. Todos se quedaron asombrados con el relato, pero su asombro creció al comprobar que una hebra de la cuerda que unía a ambos cadáveres, llegaba a anudarse en la piedra de obsidiana que el estudiante había nombrado como hacha.
Todo el equipo de la excavación miraba las tumbas buscando un significado, una explicación lógica que sacar de conocimientos y yacimientos anteriores, pero nadie podía ofrecer una explicación estructurada.
Llegó la noche y el estudiante seguía reposando, sedado, en casa del médico del pueblo; el campamento hablaba tranquilo de los acontecimientos del día y la noche del verano llegaba para refrescar el ambiente cargado de calor. Las últimas luces del día iluminaban las nubes que se acercaban llenas con la pesada amenaza del agua; algo bastante incómodo en la vida del campamento al aire libre. Otra noche de charcos, ropa olvidada que amanece empapada, algún calzado arruinado para siempre; una o dos tiendas inundadas y poco más. Pero esa noche sería distinta.
En el pueblo y pasado el efecto del sedante, el becario se levantó apresurado preguntando la hora y rogando que le llevaran al campamento como fuera. El médico intentaba tranquilizarlo diciendo que la tormenta era de las serias y que era mejor esperar en casa, que la gente del campamento era experta y que, si la cosa se ponía dura, sabrían refugiarse en la Cueva del Verde, que había visto tronar muchas noches como esa sin que pasara nada. Tras discutir con el médico cerca de media hora y ante la amenaza casi cumplida de irse andando bajo la lluvia, el médico accedió a llevarlo en el coche no sin antes decirle que era poco menos que un imbécil influenciable y delicado que debía cambiar de vida y no dedicase a andar de excavaciones y campamentos.
Los truenos, por fortuna, impedían toda conversación en el coche y los relámpagos iluminaban el camino convertido en algo parecido a un regato de montaña. El médico refunfuñaba diciendo que había que ser un completo gilipollas para no mandar al cuerno al chaval y salir de la cama en una noche como aquella, cuando llegaron a la explanada en la que, unas horas antes, se levantaba un campamento que albergaba a unas treinta personas, útiles, almacenes, cocinas y otras instalaciones.
Las tiendas, aún sujetas por los vientos, se levantaban al cielo hechas jirones desgarrados y por todos lados se veía la ropa desperdigada que, horas antes, se guardaba en esas tiendas. Mochilas diseminadas, cajas de herramientas y de los objetos provenientes de la excavación hecha en la última semana, las cocinas derribadas y tumbadas.Todo hablaba de destrucción y desastre, pero no se veía a nadie por ningún lado, ni una luz, ni una voz, nada.
El médico, ya más asombrado y menos enfadado, pensó que se habrían refugiado todos en la cueva y hacia allí encaminó sus pasos y con sus pasos, la esperanza de que no hubiera habido ninguna desgracia seria. Al llegar a la entrada de la cueva, justo allí donde el agua ya no empapaba el suelo y el ánimo se calma esperando protección, la linterna del médico iluminó una escena de tragedia que nadie podía anticipar: sentados con la espalda contra la pared, con los brazos recogiendo las rodillas y las caras lívidas de terror, todo el grupo miraba hacia la sala de las tumbas oscurecida por un velo de absoluta negrura que ninguna luz de linterna podía traspasar.
Sin visión, pero oyendo el estruendo impresionante del fragor de una batalla desatada en la que luchaban miles de almas, el grupo asistía impotente, a la batalla del fin del mundo. No los veían, pero sentían el ánimo de los ejércitos, el miedo, el dolor, la lucha, el odio, el temor a la derrota; sentían en su alma el recuerdo antiguo de todas las batallas que el hombre ha luchado y la certeza de la presencia del enemigo ponía a prueba el valor de sus espíritus. La tormenta de la noche era un pálido reflejo de la violencia de la lucha que tenía lugar en la cámara. La noche pasó y un lejano sol mandó reflejos de una claridad enfermiza sobre el mundo.
Con esos rayos inclinados el grupo se dio cuenta de que el muro de oscuridad se había esfumado y que el camino hacia la sala de las fosas parecía libre. Encabezados por el estudiante que tan bien conocía el camino, llegaron todos a la sala  y lo que vieron les heló el alma: las paredes chorreaban un líquido rojo y pegajoso que empapaba el suelo. La pared este, la misma que tan preciosos dibujos y signos había conservado por milenios, se había derrumbado rota y astillada como si un golpe enorme hubiera hecho explotar toda su estructura. Tras ella, una sala desconocida se abría, oscura y negra, a los ojos de todos.
Las tumbas, anegadas de fango negro y pestilente, habían desaparecido y los huesos que no habían sido llevados al museo, asomaban rotos y dispersos en el lodazal. Pero la mayor violencia se había producido en las tumbas centrales: la tumba del oeste presentaba una profundidad imposible de medir y en su lado este colgaba una cuerda hecha girones que pasaba hacia el otro lado, ahora vacío y sucio, con las piedras rotas y las conchas esparcidas por el mismo fango negro que llenaba las otras fosas. Ni rastro de los esqueletos que por la tarde descansaban tranquilos, unidos por los tendones del tiempo.
Todos callaban absortos en la contemplación de los efectos de la guerra librada, pero el brujo se encaminaba, como sonámbulo, al borde de las tumba del oeste. Cuando sus pies rozaron el borde, se detuvo y vuelto a todos, pudieron verle la cara con los ojos en blanco y ciegos a la luz de las linternas. El médico intentó acercarse cuando el chico comenzó a hablar con una voz desconocida, profunda y llena de amenazas: “Por años de oscuridad y odio fui dominado; por el ladrar de los perros y los lobos fui ahuyentado; con la fuerza del caballo doblaron mi voluntad y mis rodillas; con la agilidad de la cabra que escala las cornisas me evitaron y por el valor del lobo me derrotaron y humillaron; pero he vuelto y la cuerda se ha roto. He vuelto y las tumbas se llenan con el fango de mi odio. He vuelto y el mundo tiembla mientras el sol se esconde. He vuelto y mi noche gobernará el mundo. El mal triunfa por fin”. Al terminar de decir estas palabras, el muchacho cayó muerto y el grupo entero expiró a sus pies. La entrada de la cueva se derrumbó y el acceso de la sala se cegó por completo. 33 cuerpos yacían en la sala a la espera de que el tiempo pasara sobre su recuerdo.