Los jornaleros del verano en pos de la gloria
El verano es propicio para la idolatría deportiva, aunque las gestas de los modernos héroes, que ya han perdido su mitad divina (En la mitología antigua, el nacido de un dios o una diosa y de una persona humana, por lo cual le reputaban más que hombre y menos que dios; como Hércules, Aquiles, Eneas, etc) se restringen a los estadios y escenarios deportivos y no a las guerras. La épica del deporte, acompañada siempre de sudor, convive bien con los calores del mes de Julio, con Wimbledon, con el Tour de Francia y sus interminables puertos, con los grandes campeonatos de futbol, baloncesto, atletismo y olimpiadas; convive con el sudor de todos, aunque unos lo generen en el esfuerzo y otros, en el sopor de la siesta estival, de la que despertamos con el pelo empapado y el cuerpo pegajoso de resaca y calor.
Con el calor también vienen otros grandes esfuerzos y sudores, esta vez en las excavaciones que se reproducen como setas en todos los enclaves propicios para encontrar lo que sea: cráneos, huesos, utensilios, jarrones rotos o fiambres de cualquier especie, pero con una clave común: deben estar bajo tierra y sacarlos de allí debe costar lo suyo, sudarse lo suyo y lo de los demás y, como último valor, estar localizados en un lejano enclave a mitad del camino que nos lleva donde el viento da la vuelta y mirando, siempre, hacia la quinta puñeta. Si hay peligro de tiros y secuestros, mejor.
Ayer, mientras Nadal se hacía dueño de la gloria; cuando las motos de la mañana ya estaban guardadas en los camiones y los ciclistas engullían sus tres o cuatro kilos de arroz de la etapa del tour, pensaba en los esfuerzos de los estudiosos perdidos en la trinchera de Atapuerca; en la solidez de un triunvirato formado por Carbonell, Arsuaga y Bermúdez de Castro que han hecho de ese enclave el centro del universo científico de la evolución humana.
No ha habido nada capaz de enfrentarlos o separarlos, dando un ejemplo de sensatez extraordinaria, pero es que lo que les une es tan espectacular que tres vidas de los tres juntos no darían a basto para extraer, clasificar y estudiar los restos de la Gran Dolina, La cueva del elefante o la sima de los huesos. Sólo los nombres darían para varias novelas, pero es que Atapuerca se ha convertido en el cine de sesión continua de la paleoantropología.
Todos sudan, pero el sudor de unos nos explicará el origen de nuestra presencia en la tierra y el sudor de los otros los elevará de la tierra hacia los templos del recuerdo deportivo. No deploro a unos en beneficio de otros; reivindico para todos el valor de un sudor empleado al perseguir un sueño, aunque para unos la gloria suene en el ámbito de la ciencia y los museos y para otros, las fanfarrias resuenen en las portadas de los medios de comunicación.
Cosas que acompañan al verano y a los sudores, como las golondrinas, el rojo de las sandías y el olorcillo de las sardinas asadas. (Sin tripas por favor, a ver si evolucionamos un poquito)
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