Nuestra época vive y convive con - o contra - varios enemigos que atacan nuestra salud social con saña en una lucha que se cobra cientos de miles todos los años. El cómo catalogamos a estos enemigos determina el método y las reglas y armas con las que luchamos contra ellos: si la catalogación es una, todos los estados occidentales se movilizan en contra; el aparato del estado cuelga carteles de “wanted died or alive” y nadie discute presupuestos, armas, métodos de investigación, apoyo judicial, colaboración internacional y un largo rosario de medidas caras y discutiblemente eficaces.
Esa lucha es dura, tan dura que los presupuestos de los malos y de los buenos están casi equilibrados y en países como Méjico todavía no está definida la victoria: suponemos que ganará el estado, la parte oficial, pero la calidad del estad es tan exigua, tan cercana en el grado de podredumbre y corrupción a la parte mala, que desde fuera la apuesta se considera de alto riesgo.
Las llamadas DROGAS, lo que hemos convenido en venir a llamar DROGAS, son las que movilizan la lucha, pero lo que nunca nos hemos hecho ha sido tomarnos la molestia de definir las cualidades del nombre para luego perseguir toda sustancia o producto que cumpla con las especificaciones de la categoría.
Convivimos con muchos productos que consumimos habitualmente que, si fueran considerados a la luz de la definición de “droga” estarían perseguidos a muerte como si se tratara de heroína, LSD o pastillas de diseño cada vez más perniciosas. Algún día, y sólo cuando el coste social de su consumo se eleve por encima de los ingresos generados por los enormes impuestos que soportan, el tabaco y el alcohol, dos drogas genuinamente occidentales, estarán en la lista de los proscritos.
El Tabaco ya se ha puesto en la lista de los indeseables, pero el próximo en la lista de los más buscados, será el alcohol. ¿Alguien lo duda? Que, por favor, lea esta noticia que hoy me he encontrado en El Mundo:
“Un total de 1.433 rusos, la mayoría de ellos ebrios, se han ahogado en los dos últimos meses cuando se bañaban intentado escapar de las altas temperaturas del verano.
Grupos de bebedores de vodka, algunos con niños pequeños, se reúnen cada día en lagos y lagunas a lo largo de la capital rusa donde la actual ola de calor ha provocado que se superen los 37 grados centígrados.
"El ministerio de Emergencias ruso está muy preocupado sobre la situación actual. Solamente en el último día contabilizado, 49 personas se han ahogado (en Rusia), incluidos dos niños", explicaron fuentes ministeriales.
Más de 1.200 personas se ahogaron en Rusia durante el pasado mes de junio, y sólo en este mes han muerto 233 más.
"La mayoría de esas personas estaban ebrias. Los niños fallecieron simplemente porque los adultos no los cuidaron", añadieron fuentes ministeriales. Los meteorólogos han anunciado que la ola de calor durará otra semana más.
La semana pasada, seis menores de edad murieron ahogados en el mar de Azov, al sur de Rusia, debido a que los empleados del campamento de verano que los tenían a su cuidado se encontraban borrachos.
El presidente de Rusia, Dimitry Medvedev, explicó el pasado martes que el calor era un gran problema para la agricultura rusa, y que el país se encontraba atravesando la peor sequía en 130 años de estudios meteorológicas”.
o que pasee por las ciudades y los pueblos y se pare a buscar los grupos de adolescentes agarrados a la litrona o a cualquier otra botella y se dará cuenta de que en España YA tenemos un problema de alcohol en el grupo de población de los menores de 30, generación que, seguro, consumirá ingentes cantidades de dinero del presupuesto de Sanidad. España siempre ha sido excesivamente tolerante ante el alcohol y me parece que aquello de “es que fuera no saben beber” se puede y se debe aplicar a la situación actual: nunca supimos beber y ahora pagamos las consecuencias.
Qui viva, verra.
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