España vive un momento álgido de éxitos deportivos, momento que será complicado prolongar o repetir, pero que hablan de que algo se ha hecho bien. No se exactamente dónde poner el dedo para señalar la exacta causa del éxito, pero debemos suponer, como casi siempre, que hay muchas causas y no una sola.
Baloncesto y futbol comparten el dificilísimo honor de un doble éxito: Mundial y Europeo, Contador gana tres Tours, Nadal es un ídolo mundial, en motos los nuestros vuelan por los circuitos, con o sin moto, pero vuelan y en medio de todo ese oropel y esplendor, quiero dejar dos notas discordantes por absurdas, zafias y un poco miserables.
La primera es para Alberto Contador, que persigue el triunfo con la oscura mentalidad de un contable de los de visera y manguito. Contador no quiso saber nada de la épica y la gloria del ascenso al Tourmalet, cima en la que se guaran las placas de los pocos que ganaron las etapas que terminaban en su alto. Arriba, expectantes, esperaban los dos únicos ciclistas que cuentan con esa etapa y todos se quedaron –nos quedamos – esperando que las fanfarrias llamaran a los dioses que teían que ver la lucha. Alberto Contador se limitó a calcular que los 8 segundos que tenía de ventaja le daban suficiente margen para ganar el Tour despreciando la cita con la gloria. Alberto Contador ha conseguido ganar tres tours siendo el deportista más triste oscuro, mezquino y ramplón que habita el restringido Olimpo de los elegidos. Curioso que se pueda ganar y ser tan buen ciclista sin cumplir con los protocolos que exige la fama.
El segundo toque es para la gente de Ferrari. Parece mentira que una empresa latina, Italiana por más señas, que siempre ha convivido con los perros de la Fórmula 1 haga las cosas tan mal y se les note tanto una mentira. Penosa su orden, penoso el ingeniero, penoso el equipo y penoso Massa. La próxima vez se ensayan las claves, que parece mentira, hombre.
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