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domingo, 4 de julio de 2010

Aristas vitales


Conversación de la mañana en torno a un café: mi vida se enfrentó al desastre y me di cuenta de que no tenía nada en lo que apoyarme. Tras varios meses de Yoga y esfuerzo, me he dado cuenta que hay que poner de acuerdo el plano físico, el plano emocional y el plano intelectual. Es más, compruebo que el plano físico y el plano emocional suelen coordinarse de forma armónica, mientras que el intelectual-laboral tira de los otros para anularlos, lo cual suele acabar realmente mal.
Uno más que se ha dado cuenta de que la exigencia que nos plantea el mundo occidental, la vida normal supone una agresión frontal dirigida a anular la base animal y evolutiva del hombre; nuestros parámetros vitales nos piden lo que la vida laboral nos niega. En mi caso, he intentado preservar un pequeño terreno de naturaleza en los ritmos de mi vida, de manera que intento acostarme y levantarme pronto, algo que colabora a que los ritmos circadianos no se alteren demasiado, pero es lo único que he conseguido salvar de la quema.
Nuestra vida diaria nos esclaviza, con cadenas de plomo o de oro, que para el caso es lo mismo y el paso de esas cadenas contribuye a poner en problemas la viabilidad de nuestro equilibrio vital. Nuestros días se suceden dándole la espalda a nuestra vida familiar: las ciudades están llenas de gentes que no se dan cuenta de hasta que punto son infelices; de hasta que punto han perdido la conexión con su propia naturaleza, con el ritmo vital que les daría estabilidad y tranquilidad emocional y física.
Estamos creando una sociedad de inadaptados o de adatados patológicos, pues la plena adaptación del ser humano a estas circunstancias implicaría una “feliz esclavitud”; la absoluta degradación que implica hallar felicidad en la renuncia de la libertad.
Erich From escribió sobre la enorme diferencia que existe entre el ser y el tener y parece que nadie le ha hecho caso, pues la sociedad toda se basa en la capacidad de tener; de lograr bienes materiales a cualquier coste, incluso si el coste es la vida, la salud o la felicidad.
El verano es buen momento para mirar hacia fuera y ver el sol, sentir el calor y la modorra de las horas de siesta; de sentir el nuevo día en el fresco de la madrugada, de leer hasta oir los pajaritos y alargar la charla hasta que la luna este alta en el cielo.
Valdría la pena dedicar un par de ratitos de esas charlas a repasar lo que de verdad importa en nuestras vidas y lo que no es más que carga inútil.
P.D.Disculpas a los seguirdores por este pequeño bache en la continuidad de las entradas.

1 comentario:

  1. Para alcanzar el momento de la realización has de atravesar el desierto de los días estériles.

    Si lloras de noche porque no ves el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas.
    Rabindranat Tagore.
    Me parecen dos frases adecuadas como omentario.
    4 de Julio 2010a.m.

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