Becquer y Poe, dos genios de lo oscuro
Anda el que esto escribe dando vueltas y manoseos a varias ideas sobre la literatura y sobre la forma en la que los grandes autores tratan los temas – todos los temas - con una solidez capaz de vencer al tiempo. Viene esto a cuento del enorme éxito que hombres lobos, vampiros y demás fauna noctámbula y fantástica alcanza entre jóvenes que, por encima de desconocer, desprecian a Becquer, Poe, Mary Shelley y un largo elenco de autores que ya trataron temas parecidos con una capacidad y calidad absolutamente resistente al desgaste de las décadas pasadas.
Siempre, al releer cosas de Quevedo me asalta el mismo pensamiento surgido de la admiración por el autor: parece mentira que esto que leo siga vigente en nuestros días y avanzo una teoría que se basa en lo inmutable de la condición humana y de sus filias y sus fobias; de su fascinación por lo oculto, lo fantástico o lo admirable; por no hablar del morbo de contemplar lo prohibido aunque sea desde las páginas de un libro escrito por otro.
En los libros se encuentra el hombre, para bien y para mal y si todo autor refleja en sus letras parte de su vida, todos los autores juntos nos reflejan a todos los que somos y a los que en el mundo han sido, de forma que, al asomarnos a las páginas pasadas, quizás nos estamos asomando al origen de nuestro carácter, de nuestras manías y costumbres y al despertar sus letras encendemos la lámpara que proyecta las sombras que dominan nuestros sueños.
Por algo se llaman clásicos.
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