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martes, 5 de octubre de 2010

Harto ya de estar harto...




Estoy harto; no aguanto más y necesito gritar que ya está bien, que no hay derecho, que hay que gritar fuerte y claro que esta crisis la están ganando los malos, los chorizos, los delincuentes económicos de las multinacionales que, haciendo gala de su mejor hipocresía, venden humo y hacen caja a costa de los profesionales.
Hace meses que vengo escribiendo que todos mis conocidos languidecen, sin excepción, en unos trabajos que no les satisfacen; unas tareas que sólo producen dinero para unos y frustración, tedio y contradicciones morales para el resto. Me indigna ver todo ese caudal de talento, conocimiento, dedicación y profesionalidad dilapidado en aras de unos modelos de gestión a los que cabe calificar de mafiosos, próximos a la delincuencia y, desde luego, muy lejanos de cualquier modelo de honradez y buenas prácticas.
La cosa ha llegado a extremos que nadie, con un mínimo de vergüenza, podría imaginar, pero nadie hace nada. Vivimos entregados a una corriente dominante que se lleva todo por delante y ante la que, nos dicen, no cabe hacer nada. Me niego a conceder la mayor y pido a todos que recuerden que otros lo tuvieron peor, infinitamente peor y tuvieron el valor de levantarse y decir basta. Murieron muchos y sufrieron todos, pero ganaron el futuro para unas generaciones, las actuales, que no son –somos –dignos de limpiarles los zapatos.
Su sacrificio engendró nuestra comodidad y nuestra dejadez a la hora de defender lo más esencial de la dignidad del trabajo humano y nos han dejado sin terreno. Nos piden que estafemos, que mintamos, que engañemos por la empresa y lo hacemos. Vendemos humo y lo que haga falta para mantener el puesto de trabajo a costa de nuestra honradez y dignidad, pero pagamos el precio de la traición en forma de depresiones, insomnios y enfermedades que atacan el cuerpo desde un alma traicionada.
No es un problema de política o de bandos: es un problema de moral, una moral a la que ya nadie invoca y que se asienta sobre principios que no tienen más credo que el de la humanidad y sus raíces. No hace falta invocar religiones para intentar ser justo, honrado y solidario; sólo hace falta hacer caso a la ética, esa invitada olvidada en esta fiesta.
En los últimos meses han caído muchos amigos y conocidos en esta batalla; los muertos y herido se acumulan en sus casas, deprimidos, lánguidos y silentes y su sufrimiento me indigna hasta las cachas, pues creo que no hay derecho y que no es justo. Las empresas se gobiernan de espaldas al hombre y sólo el hombre podrá hacer que sobrevivan, crezcan y creen riqueza, trabajo y bienestar; por mucho que ahora sirvan al oscuro señor de la bolsa: la bolsa –y todo lo que la bolsa representa – acabará devorándolas hasta el mismo tuétano.
Hay que volver los ojos a la humanidad y a su sentido, a su verdadera naturaleza y acomodar las estrategias para servir a la causa del hombre sin atender fronteras, pues la división, las heredadas e interesadas divisiones, nos vencen y garantizan el triunfo de los inmorales.
Estoy hato de estar harto y quiero que mis conocidos, esos que hoy han abierto la puerta de su casa con el papel de la baja por depresión en la mano, lo sepan y tengan esperanza: no estáis solos. Hay por el mundo muchos otros que también están hartos de estar hartos y algún día tomaremos conciencia de que somos muchos y tendremos el valor de probar nuestra fuerza. Llegará el día, seguro, aunque no lo veamos: nuestros hijos no merecen nuestro miedo, merecen nuestro arrojo.

Harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué y por qué.
La Rosa de los Vientos me ha de ayudar
y desde ahora vais a verme vagabundear,
entre el cielo y el mar.
Vagabundear.
Como un cometa de caña y de papel,
me iré tras una nube, pa' serle fiel
a los montes, los ríos, el sol y el mar.
A ellos que me enseñaron el verbo amar.
Soy palomo torcaz,
dejadme en paz.
No me siento extranjero en ningún lugar,
donde haya lumbre y vino tengo mi hogar.
Y para no olvidarme de lo que fui
mi patria y mi guitarra las llevo en mí,
Una es fuerte y es fiel,
la otra un papel.
No llores porque no me voy a quedar,
me diste todo lo que tú sabes dar.
La sombra que en la tarde da una pared
y el vino que me ayuda a olvidar mi sed.
Que más puede ofrecer
una mujer...
Es hermoso partir sin decir adiós,
serena la mirada, firme la voz.
Si de veras me buscas, me encontrarás,
es muy largo el camino para mirar atrás.
Qué más da, qué más da,
aquí o allá...
Joan Manel Serrat

1 comentario:

  1. Lo único que no debemos abandonar nunca es el afán de luchar hasta el final y la fuerza de cada día para conseguir lo que nuestra conciencia nos exige.
    Todos hemos vivido épocas terribles pero nunca perdimos la esperanza. Tambien ahora hay gente buena que, con el sudor de su frente y con muchas ganas, hará crecer la moral, la soldaridad y el amor que ahora parece haberse perdido. La valentía siempre se ha demostrado en los momentos diíiles de la batalla.
    a.m.
    a.m.

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