Casas de luz y de viento
Si yo fuera arquitecto, si fuera capaz de imaginar un espacio adecuado para que el hombre pudiera integrar los vientos que el mundo mueve, la luz que eleva el espíritu, los cantos todos del bosque antiguo, me dejaría elevar a las cumbres amigas de algunos paisajes queridos que ya forman parte de mi vida, de mis propios genes cósmicos, de las querencias de siempre.
Son paisajes, olores y sensaciones que deberían poder convertirse en espacios habitables, el rincones cerrados que permanecieran abiertos, sitios cálidos capaces de dejar pasar el viento del norte para que dejara, sólo, la percepción de su fuerza y su limpieza, que dejaran pasar la calma de la lluvia y esa renovación que el agua aporta a los vivos.
Y por encima de todo ese conjunto de pura piel y sentidos, las nubes y su eterno espectáculo cambiante, ese eterno crear y destruir que a nadie parece importar y que yo busco cada día para que me llenen el cuerpo de belleza.
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