A vueltas con el caso del video onanista de la tal concejala y las reacciones de subido tono machista a las que ha tenido que enfrentarse la señora, me gustaría comentar, por encima de la conducta del cabrito que lo difundió –un caballero no sólo no lo hace público, sino que lo niega siempre – este chorreo de meteduras d epatas relacionadas con redes sociales, internet y tecnología.
Parece ser que no nos hemos hecho a la idea de que la intimidad y la universalidad apenas están separadas por un mínimo click, un pequeño acto que abre las puertas de casa a una multitud que sabemos que está ahí fuera y de la que no somos conscientes hasta que nos llenan el salón de casa pidiendo cerveza.
Una ministra manda un mail desde su propio ordenador con información confidencial –digo yo que el fiscal podría haber dicho algo al respecto – y además, publica que ha conseguido no sé que record de no que juego idiota; a la otra le roban fotos en bolas del móvil, en este caso un video destinado a juegos de pareja se hace público, y miles de ejemplos más que han dejado a sus protagonistas a los pies de los caballos.
Se decía antes que si no se quería que alguien difundiera un secreto, lo mejor era no contarlo; que le evita la ocasión, evita el peligro y muchos más, de manera que cuanto menos nos acerquemos a lo público en nuestras acciones privadas mejor y cuanto más aproximemos las fronteras, más fácil el error o la mala voluntad.
Las tecnologías han posibilitado que las malas acciones relacionadas con la difusión de cualquier cosa sean más sencillas, así que harían los cargos públicos en aprender a organizar su información de manera que lo privado no se confunda con lo público y viceversa. Como dice el cartel pudiendo elegir ser cualquier cosa en internet, no elijamos ser idiotas.
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