Espe subida al carro del populismo taurino, uno de los muchos que ha utlizado en su carrera.
Uno de los animales políticos más desahogados y populistas de la moderna democracia española se retira de la vida pública y se marcha a casita. Si vamos por orden, es obligatorio abrir el comentario diciendo que si la salida es por cuestiones de salud, esa salida ni es deseable ni bienvenida y además, elimina todo componente festivo en el obligado análisis de la noticia.
Esperanza Aguirre dice que se arrepiente, especialmente, de su meteduras de pata, pero yo creo que son ellas, precisamente, las que nos desvelan su verdadero carácter. Esperanza llegó al poder tras una de las maniobras más oscuras y asquerosas de la democracia española, el famoso tamallazo que tanto han querido olvidar, tapar y silenciar.
Esperanza ha encarnado lo peor de un populismo fascistoide heredero de la CEDA, de Gil Robles y de una aristocracia polvorienta y anquilosada disfrazada de derecha modernizada y modernizante. Esperanza ha sido una mosca cojonera rondando por la calle Génova y recordando, con sus constantes zumbidos, que ella estaba sobrevolando cualquier cadáver sobre le que edificar su posición y su triunfo.
Se retira por una enfermedad que nadie sensato le desea, pero de la vida pública española desaparece un elemento discordante y disonante que podría haber llegado a ser peligroso como elemento de enfrentamiento con todos y con todo.
Esperanza me repugna como gestora, como política y como abanderada de esa forma de entender la política como ejercicio exclusivo de una casta llamada a regir el destino de los inferiores por la gracia de dios: nuestra derecha de toda la vida, rancia, oscura, poderosa por su dinero y miserable por sus hechos y deseos.
Adiós Esperanza, descansa y déjanos descansar a nosotros, que nos hace falta tras tus muchos excesos.
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