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martes, 18 de septiembre de 2012

Santiago Carrillo

Nos hacen falta muchos como estos dos.
Y no los tenemos...

La historia gusta de encarnarse humana y dejarse ver por el mundo en forma mortal, sabedora ella de que recordamos mejor lo humano que lo escrito. La historia de la humanidad precisa de hombres para ser escrita y precisa escribirse para ser entendida con distancia, método y frialdad; cualidades, todas, ajenas a la figura que hoy ha muerto.
Santiago carrillo ha sido visto desde los extremos: desde la óptica más cerril que se ha empeñado en anclarlo a las laderas de Paracuellos favorecida por ese absurdo revisionismo que poco menos que pretende poner claveles en las bocas de las pistolas golpistas del 39 o desde esa visión que lo presenta como una especie de encarnación de la pureza virginal y democrática, el que nos trajo la democracia en los vuelos de su blanca túnica.
Como dice un amigo mío, “nuestros abuelos hicieron muchas cosas” y uno de nuestros abuelos más activos fue, precisamente, Santiago Carrillo, libro andante que supo almacenar recuerdos desde los años 30 del pasado siglo hasta esta democracia hija de los miedos y limitaciones con los que asumimos la transición.
Santiago Carrillo, tal y como yo le he vivido y lo recuerdo, trajo sensatez y la firme voluntad de que España dejara por siempre su vocación cainita y belicosa para abrazar la palabra y la convivencia. Eso es mucho más, muchísimo más, de lo que otros pretendían imponer violentamente a una España hambrienta de democracia y libertad.
Santiago llevo al omnipotente PCE al lugar social que la normalidad y la modernidad reservan para las fuerzas políticas que ocupan los extremos y supo que su gesto supondría abandonar la influencia y el poder, pero lo hizo con generosidad y en el camino renunció a la República, al juicio de los fascistas y a muchas otras cosas que ahora, pasado el tiempo, nos quieren hacer olvidar.
Muchos dirán otras cosas, pero yo –y creo que otros muchos como yo –recordarán su figura como uno de los grandes hombres de estado que tuvimos la suerte de encontrar justo en el momento que más falta nos hacían y que tanto echamos de menos hoy en día.

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