Siguiendo con el encarguito, hoy toca hablar del aniversario de la segunda república y de las posibilidades reales para el advenimiento de la tercera. Los grandes cambios suelen llegar en las peores condiciones, nunca en aquellas circunstancias que todos podríamos pensar como ideales, de manera que no basaré mi escasa argumentación sobre el peligro de implantar la tercera justo ahora que nos ahoga la crisis y los partidos andan más partidos que enteros, así que la idea será otra.
Lo primero que hay que constatar es que la monarquía de Juan Carlos se ha roto gastada y escarnecida por la irresponsabilidad del que ejerce el cargo. Extrañamente, España se ah portado con Juan Carlos muchísimo mejor de lo que Juan Carlos se ah portado con su propia dignidad y posición. Dormido en los laureles, se ha creído que valía todo y se ha pasado; ha interpretado el inmenso silencio mediático sobre sus errores con la impunidad social y eso le ha perdido. Acabado el silencio, roto el velo del sagrario, el choteo ha invadido el santuario y ya sólo queda el choteo, la rechifla y, lo que es peor, el absoluto desprecio y el descrédito. Juan Carlos debe marcharse y cada día que prolonga su vergüenza es un clavo más en el ataúd de la monarquía que decía defender y prestigiar. Su cuenta está cerrada y su tiempo acabado, así de simple.
Dicho esto -con la claridad suficiente como para que mi particular comisario político no me acuse de tibieza - queda la pregunta clave: ¿Viene la tercera? Pues a pesar de lo que lo que me apetecería decir es que si, creo, y lo digo con toda sinceridad, que no es ahora cuando tiene que llegar.
Lo primero, por evitarle al cambio un excesivo deber de lograr lo que no es un objetivo viable. La tercera debería llegar sobre una moralidad pública muy asentada y que ahora desconocemos. por no hacer la cosa muy larga: la tercera tiene que llegar ciando se considere obligado, como ha pasado en Alemania, que alguien tenga que dimitir por aceptar regalos de 700 euros. ¿Estamos en esa? Evidentemente, no. Estamos en un marasmo de ineptitud de los partidos que hacen inviable la consolidación de una base política adecuada para edificar la tercera república. Pienso que esa presidencia, otorgada a un teórico personaje de intachable moralidad, ejemplaridad etc, se vería aislada de una acción de gobierno hipotecada por la corrupción el clientelismo, la nomenclatura y la inoperancia. En esas circunstancias, el impulso regenerador de la presidencia se vería abocado al fracaso y eso sería nefasto.
Y nos queda la última baza, la alternativa para el becario, que dicen que está sobradamente preparado y si no lo está, debería estarlo. Hemos invertido un capital enorme en su formación; ha ido tomando experiencia y es, en teoría, el que podría consolidar esa monarquía parlamentaria moderna y transparente que mi amigo Quique me comentaba como muy eficaz en países tan avanzados como Suecia, Holanda etc. Con matices, pero si, es posible siempre y cuando Felipe le pegue un fregado a la Casa Real y a su funcionamiento de esos que pueden denominarse históricos.
Felipe tendría por delante un trabajo enorme para que la corona dejara de ser personalista, intocable y opaca. Felipe está obligado a la máxima transparencia y a dejar que el Congreso sepa todo lo que allí pasa; Felipe debe consolidar el parlamentarismo de su cargo ejerciéndolo de acuerdo a la máxima pulcritud y profesionalidad.
Dicen que está preparado para ello, lo que no se es si está preparado para olvidarse del ejemplo de su padre en cuanto al ejercicio de una autonomía y un protagonismo propio de una transición que ya queda muy muy lejana. Convivir con Juan Carlos “in vigilando” cuando su trabajo debe, sin otra opción, poner en evidencia lo que se la corona hacía antes de su llegada al cargo, se antoja muy complicado. La única solución sería la de un retiro lejano para Juan Carlos y que la distancia física pusiera dejara clara la distancia conceptual entre los dos.
Así pues, en el aniversario de la segunda, pienso que el tiempo de la tercera no ha llegado si bien, y creo que todos debemos estar muy atentos a la posibilidad, esto depende de que Juan Carlos se de cuenta de que tiene que irse y hacerlo rápido. Como se empeñe en aferrarse al cargo, ese error se llevará por delante su reinado y su posible sucesión para dar paso a la república, pero habrá sido él mismo el máximo responsable de la consagración de su enemiga.
Si eso ocurre, habrá que ser conscientes de que no pedirle a tercera aquello que no podrá darnos ni nosotros deberíamos pedirle: la institución no podrá nada contra la corrupción general ni contra la invalidez de los partidos. La segunda se ahogó por intentar hacer lo que décadas de inmovilismo no habían hecho y la tercera podría llegar con mucho tajo por delante, algo que podría volverse en su contra. Por si acaso, bueno sería que todos los que tienen tanto trabajo pendiente, se pongan a la faena y se pongan ya para que la discusión sobre el modelo sea menos importante y lo trascendente sea que avanzamos hacia la honestidad, la ética, el compromiso, la fiabilidad y la sensatez. Y si eso se consigue, el modelo de ocuparía un lugar secundario en nuestras preocupaciones.
¿Encargo cumplido?
Es cierto, no se dan las condiciones mas idóneas para abolir la monarquía, por todo lo que dices y porque sabemos que de haber un referéndum saldría reelegida por esa asombrosa mayoría que nunca tengo muy claro de donde sale, después resulta que una cosa es lo que dice el personal y otra bien diferente lo que vota, ya no digo lo que quieren porque muchos ni lo saben.
ResponderEliminarSalud y buen domingo 14 de abril
Yo también creo que el reinado de Juan Carlos está acabado, pero no lo veo muy por la labor de ceder el cargo a su hijo. Tal vez como dices esa permanencia no deseada acabe por enterrar a la monarquia.
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