El perfecto reflejo de una época
Tener lectores fieles implica ciertas obligaciones, incluida la de "escribir por encargo", algo que uno acepta encantado aunque me circunscriba a temas demasiado previsibles. El último encarguito lo recibo de mi amigo, ex-jefe y comisario político de este blog y me obliga a reafirmar mis convicciones republicanas, según él inexistentes, con motivo del aniversario del 14 de Abril. Uno, de natural cumplido y bien mandado, aprovecha la oportunidad de no tener que buscar tema y a falta de una entrada, dedico dos al tema: la jornada de reflexión y sorpresa del 13 de Abril marcada por la famosa frase del Presidente del Gobierno ante las preguntas sobre crisis: " ¿Que si habrá crisis? ¿Qué mas crisis desean ustedes que la de un país que se acuesta monárquico y se despierta republicano?" y la previsible de mañana domingo.
Me gusta más hablar sobre esa jornada de sorpresa en la que se manifiesta una de las grandes carencias de la época: la permanencia del caciquismo, reflejada en la abismal diferencia entre los resultados del campo y de las ciudades. La libertad democrática era, a esas alturas, una quimera que se pagaría con ríos de sangre y obligaría a las fuerzas progresistas a defender una tímida reforma como ante una reacción ultramontana empeñada en conservar estructuras feudales y esclavistas a costa de cualquier cosa.
La España que afrontaba el cambio republicano era una España constreñida, antigua, aislada de los grandes cambios sociales iniciados en el siglo XVIII y consagrados en el XIX. La izquierda española de la época era una izquierda de resistencia, perseguida, humillada y vejada que veía sus iniciativas estigmatizadas por una derecha que consideraba la evolución social como un ataque radical a sus absurdos privilegios de clase.
¿Ejemplos? Miles, repetidos hasta la saciedad pero espeluznantes. Desde los soldados de cuota que pagaban su vida con la muerte de aquellos que no tenían dinero para librarse de un destino injusto e inhumano, hasta la situación de esclavitud de niños, braceros y colonos unidos al destino de fincas y fábricas. Si alguien tiene dudas, que escuche atentamente los versos de Miguel Hernández que encabezan esta entrada. Espeluznante, simplemente.
¿Y hoy? ¿Que paralelismo podemos encontrar con la necesario reflexión de este aniversario? La más importante, según mi opinión, es la propia reflexión en la que andamos metidos. Los últimos acontecimientos han dejado a la corona inerme ante los vientos, no ya de la insatisfacción, sino de la indignación popular. Juan Carlos está amortizado, su capital, basado en la dulce inocencia con la que algunos quisimos creer en sus aportaciones, se ha dilapidado y su cuenta personal ya está en rojo: su empresa ha quebrado enterrada en queridas, cacerías, yernos chorizos y políticas de comunicación inadecuadas e ineficaces. Tras Juan Carlos, ya muerto, enterrado y políticamente útil, solo, para aportar humo a la cortina tras la que se oculta un encantado PP y un errático PSOE que sigue en eterna búsqueda de su perdido votante, queda analizar la institución adecuada para el momento actual. ¿Cambiamos o dejamos que el becario intente la resurrección de la monarquía?
Esa es la evaluación en la que muchos estamos y no es cosa de poco, que la elección no sale gratis y ambas suponen aceptar un riesgo considerable. Por aquello de primar al dueño de la posición, analicemos al aspirante, las bondades y problemas de un cambio hacia la república, modelo lógico y normal de un estado moderno.
Y la primera obviedad con la que nos encontramos es su naturalidad frente al absurdo de esos "monarca por la gracia de dios", un privilegio de cuna que todos sabemos trasnochado, absurdo, antiguo y lo más importante, falso. La República es, hoy en día, el sistema natural de toda sociedad moderna, pero en España presenta una falla genética determinada por la situación de los partidos, putrefactados hasta sus raíces. Un presidente de la república,hoy, nacería hipotecado por su carrera en cualquiera de los partidos actuales y eso, lo siento, elimina cualquier esperanza. Con micho esfuerzo se podría encontrar un sujeto "virginal" cuyo prestigio y posición social pudiera ser reconocido de forma universal, pero eso no permite validar el modelo. La república, según mi criterio, no podrá demostrar sus bondades mientras los partidos políticos que deben sustentar el juego de la elección de su presidente no atraviesen el largo desierto de purificación y catarsis que les queda por delante. Sin esa refundación, todo lo que nazca sus putrefactas estructuras, nacerá podrido y sin futuro.
Mañana segunda parte, que como ladrillo, ya ha quedado bien,
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