Mal banco para tener deudas.
Anda Rouco presuroso y apurado mandando facturas viejas a las que nadie ha hecho frente y eso, visto lo que suele pasar cuando alguien atasca las finanzas vaticanas, suele acabar mal. Piensa el PP que su llegada al poder no ha sido sino la consecuencia lógica del natural devenir de la sociedad y que, por fin, los españoles nos dimos cuenta de que lo normal, lo que "está de Dios" es que el poder quede en manos de los de siempre, de los que están llamados por el altísimo para asumir la dulce carga de la responsabilidad colectiva y mandar en nombre de los flacos de intelecto.
Mientras Cospedal y Rajoy se entregan a sus afanes, Rouco les recuerda las misas de la familia que movilizaban a millones de personas donde años mas tarde, y en virtud de no se que extraño milagro obrado por la delegación de Gobierno de Madrid, apenas podían apretujarse unos pocos miles de desarrapados. Cosas de trabajar al lado del que obra los milagros y no enfrente. Pues como digo, anda Rouco pasando aquellas viejas facturas impagadas en forma de cambios en la ley del aborto, la derogación del matrimonio maricón y muchas otras pendientes relacionadas con profesores, educaciones para la ciudadanía y protección a Kikos y Opusinos a partes iguales.
Y Rajoy a lo suyo, regalando elásticas de la selección a Francisco y diciéndole a Rouco que eso lo llevan en administración y que ya se sabe que las cosas de palacio, van despacio. Tan despacio que me jugaría la barba a que Rajoy tiene las mismas ganas de significarse que de darse una atada en los dientes.
La derecha de este país siempre ha hecho el mismo juego: amenaza con el fin del mundo y con las penas del infierno ante cualquier amago de avance social y cuando, por fin, puede derogar la ley del divorcio y otras muchas, como que le viene mal en este momento. Visto lo visto y las reacciones populares ante los globos sonda que lanzó Gallardón con lo del aborto, creo la jugada apuesta más por la jubilación de Rouco que por hacer frente a lo que supondría un desgaste de votos muy considerable.
Cosas de las encuestas, que no conocen ni a su padre y las carga el diablo.
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