Siempre se ha dicho que la información es poder y los españoles vivimos una auténtica avalancha de información que amenaza con bloquear cualquier intento de digestión intelectual. Saber, sabemos; y menos mal que hay periódicos -sin los límites que quiere imponer González- que nos cuentan, si no todo, mucho y juntando a unos y a otros con sus distintas aficiones , filias y fobias, el panorama nos llega bastante completo, pero ¿Podemos poder? O dicho de otra forma: ¿Qué poder tenemos los ciudadanos para y cómo podemos ejercerlo fuera de los domesticados cauces temporales de las elecciones?
Confiamos en los partidos dándoles, con la Constitución del 78, un inmenso poder con el objetivo de que nos construyeran una sociedad democrática. moderna europea, eficaz, ajena a las grises sombras de franquismo que tanto nos costó pintar de colores y ellos nos han conducido a un marasmo de corrupción, desánimo y escepticismo que deja en nuestras bocas el desagradable regusto de la más completa decepción.
El sistema, el mismo sistema que los ciudadanos consagramos hace años, nos ha mordido la mano y devora nuestra hacienda sin tasa ni medida: los perros que debían guardarnos del lobo esquilman a sus anchas el rebaño encomendado. Y lo hacen impunes, pues saben que aunque algunos perros caigan abatidos, la manada sobrevive y el sistema que ellos han pervertido, ya no podrá regenerarse. Con cada muerto hablan de excepciones, de hechos aislados, de delincuentes al margen de la jauría, pero es la jauría la que está podrida; es la jauría la que sigue alimentándose de las ovejas del rebaño en lugar del pienso del comedero que llenaba el amo: prefieren los tierno corderos que ahora disfrutan en libertad que las escasas raciones que deberían agradecer y disfrutar.
Sabemos mucho y ese conocimiento, de momento, solo nos da el agridulce sabor de la lejana esperanza; sólo nos deja mirar hacia el horizonte de los tribunales y esperar que, por lo menos, ese vilipendiado poder ejerza su cometido como debe ejercerlo, aunque los precedentes nos hagan complicado el optimismo.
Como en el chiste de Eugenio, estamos agarrados a la rama que nos salva del abismo mientras preguntamos ¿que no hay alguien más? ¿Es que no hay nada que podamos hacer para que la regeneración llegue al ritmo y en la medida que necesitamos? Y es que sea lo que sea lo que necesitamos, lo cierto e indudable es que lo necesitamos YA!!!
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