Una vez desengrasado el asunto del tabaco, quedaban todavía un par de detalles que extraer del recto del presidente de la comunidad de Madrid y uno de ellos de bastante tamaño: un aeropuerto cercano al despelote de Eurovegas para que las entregas no fueran tan lejanas.
A ver: Barajas es grande, está lejos y además, los de la Guardia Civil son poco maleables, demasiado rígidos con eso de la heroína, la coca, el tráfico de personas y esas pequeñas comodidades tan agradable cuando uno se acerca al límpido estanque del juego y de la sana diversión.
La comunidad anuncia la construcción de semejante invento cerca de Navalcarnero y sin gasto público. Será el cuarto tras Cuatrovientos, Barajas y Torrejón y además, bastante cerca del mausoleo de Castilla la Mancha. Vamos, que parece que los madrileños nos dedicamos, más que a conducir o caminar, a volar en nuestros muchos ratos libres propiciados por esa bendición llamada paro.
El morro de esta gentuza empieza a ser excesivo y demasiado obvio: tras Eurovegas, llega la mierda y esa mierda tiene que tener una entrada acorde con la comodidad prometida y eso tiene nombre: un aeropuerto privado, con una vigilancia policial laxa o inexistente y una administración atada de pies y manos.
Lo malo es que nadie pagará por tamaño desatino, sólo los que caigan en manos de esa gentuza con la droga, el juego, la extorsión, la prostitución esclavista y esas pequeñas cosas con las que tanta riqueza se genera y que tanto bien harán a nuestra sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario