España es un país en el que todo el mundo, salvo yo, disfruta de los llamados “chollos” con una dedicación fanática y, debo reconocerla, bastante frustrante para los no iniciados. Me explico: vivo rodeado de hábiles individuos que me cuentan lo fantástico de sus adquisiciones a bajo precio, de las prebendas que disfrutan gracias a “íntimos amigos” dispuestos a compartir, generosamente, artículos y bienes a un precio irrisorio.
Bueno, pues a pesar de los generoso y desinteresados ofrecimientos que recibo, siempre he sido incapaz de alcanzar la dicha de poseer tales sinecuras. Causas y razones, todas, pero jamás la negación del hecho original. Por mucho que el amigo me haya prometido que Claudia Schiffer jamás le ha negado un favor sexual a sus recomendados, la verdad es que Claudia tiene un compromiso; también es mala suerte: está enferma; no le viene bien..y cualquier excusa que uno pueda imaginarse, pero lo cierto es que cuando he intentado participar en los beneficios de cualquier chollo, la dura realidad se ha impuesto: o pagas como está mandado o la moto, el viaje, los zapatos, la chaqueta, el hotel, la comida, las entradas de ese concierto o lo que te puedas imaginar, jamás formarán parte de tu vida.
Es duro de aceptar, pero ya lo admito públicamente: soy el único español que no puede disfrutar de ningún chollo: todo lo pago a tarifa o en con el modesto descuento de las rebajas o los “outlets” de internet.
Es una pena, pero es así: podéis llamarme tonto, pero en mi vida no hay chollos.
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