España se haya inundada por una marea de contaminación y podredumbre que costará décadas limpiar si es que algún día conseguimos hacerlo. Todo lo que tiene que ver con los grandes trazos que hacen reconocible la estructura de una sociedad concreta parecen dibujados por borrachos enloquecidos. Hoy nos desayunamos con una noticia en El Confidencial que deja ver la magnitud de la gangrena.
Nos dice ese medio de comunicación que una empresa de la trama Gurtel pagaba los viajes de la tal princesa Corinna y que en esos vuelos también viajaba el Rey. La cosa es de tal magnitud que, de ser cierta, deberían volar, que no rodar, cabezas segadas a diestro y siniestro. Eso el mismo día que Bárcenas comparece en la Audiencia Nacional y el fiscal no se opone, según unos o pide, según otros, su ingreso en prisión.
Darse un paseo por los titulares del día se ha convertido en un deporte de riesgo, incluidos los sustos que se lleva el clero por las cosas que pasan y que luego ellos se encargan de tergiversar. Hoy es el obispo de Sevilla el que se mesa las neuronas con el matrimonio gay de los USA. De una vez por todas: el matrimonio es un contrato civil nacido de la necesidad de regular la administración de los bienes comunes o propios de una pareja. Sí, en aquella época, a las que se esclavizaba mediante el matrimonio era a ellas, que ellos, más libres y más listos, se escaqueaban y se limitaban a ser amantes, que había mucho y muy extendido mariconeo.
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