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domingo, 5 de enero de 2014

Un odio antiguo

Cosas con la que no se juega. Ni de coña, vamos.

Francia vive estas últimas semanas la locura de una marea antisemita promovida por un ¿cómico? llamado Dieudonné, que parece haber encontrado su filón en un humor antisemita cuyas consecuencias empiezan a preocupar a más de uno. Mala cosa esa de hacer negocio fomentando el odio y el rencor contra el distinto, especialmente si este “distinto” es judío.
Para aclarar las cosas, no entiendo el racismo y no soy antisemita ni mucho menos, por mucho que no esté de acuerdo con varias cosas que, para algunos judíos son cuestiones intocables y en las que disentir significa, a sus ojos, ser antisemita; pero esa es otra cuestión. Diluir un saludo fascista reivindicando una posición antisistema, me parece cobarde y lo que es más: peligroso.
Como hemos visto en la historia y la película “La Ola” enseña, el fascismo habita siempre un oscuro rincón del alma humana lleno de odio, racismo y miedo ante el diferente al que hay que matar para calmar nuestro miedo. Es un rincón dispuesto a crecer y abarcar todo lo que ocupa la vida del hombre y busca las vías de menor resistencia para colonizar nuestro cerebro y nuestra forma de pensar.
Al ser humano se le debe admirar o rechazar por sus actos, por sus ideas y por lo que constituye su vida y sus manifestaciones, no por sus orígenes. Un imbécil cristiano, apostólico, judío o ateo se igualan en su imbecilidad, no en sus diferencias religiosas; de la misma manera que un negro, blanco o jaspeado, se iguala en sus actos y en sus ideas por encima de sus diferencias de color.
Francia se enfrenta a sus fantasmas y lucha entre dos fuerzas contrapuestas: la liberalidad ancestral de una república antigua y la necesidad de protegerse contra la amenaza fascista encarnada en la libertad de expresión. Como siempre, la víbora del fascismo incuba sus huevos en el cómodo nido de la democracia, se alimenta de sus mejores valores y acaba por destruirla. Indefensos por las virtudes de una y la traición del otro, democracia y fascismo se amagan sabiendo que siempre, siempre, ganará aquél que se aprovecha de lo mejor de una para hacer grande su traición.

Vivimos tiempos de odios viejos que adoptan formas nuevas, pero siempre volvemos al cansino lugar donde todos los ataques se perpetúan desde hace siglos: los judíos. Para ser el pueblo elegido, se lo hacemos pasar de cojones. Me parece.

2 comentarios:

  1. ¡Totalmente de acuerdo! El racismo y la intolerancia vuelven a ronronear en la cobarde oscuridad. Lo ampara la extrema derecha y la extrema izquierda, como al fin abrazados en algo que los une. Decían Bertrand Russell y un filósofo japonés del que no debí olvidar el nombre, que la primera generación luego de una guerra está vacunada contra esos conflictos, la segunda la pregunta a los padres qué tan malo era, la tercera comienza a negar las evidencias y la cuarta comienza una nueva guerra. Claro, eso fue antes de la bomba atómica, que no asustó a los idiotas porque nunca entenderán nada, pero asustó a los generales que advirtieron que no había bunker capaz de salvarlos de la muerte. ¿Estaremos llegando ya al nivel de olvido capaz de ambientar una nueva guerra? ¿Cuánto odio y frustración hay que acumular ahora que las religiones (algunas de ellas) no tienen fuerza de convicción como para mandar la gente a morir.

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  2. Como siempre, en el sitio, maestro!!! Un abrazo y cuidado, que las religiones duermen con sueño ligero y se calientan en un quítame allá esos dogmas:-)

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