Ajos en invierno
Vivimos los ritmos que marcan nuestras ciudades, nuestras necesidades, nuestras urgencias y nuestras carencias, pero el tiempo tiene su propia verdad que nunca cambia y que nos enseña que la vida es otra cosa. Vivo el día a dia como cualquiera, echando los bofes detras de una vida que se escapa fugaz tras de los sueños perdidos, pero la verdad me aguarda, tranquila, señoreando mi huerta. La verdad se oculta en el lento crecimientos de las habas y en la pereza de las cebollas por asomar sus plumeros por encima de la negra tierra escarchada.
Los ajos, mas crecidos y levatiscos ellos, buscan el sol del invierno anticipando su explosión de sabor en mi cocina. Ellos tienen prisas por saborear esos pescados que se asarán en la parrilla bajo el calor del verano y eso, precisamente eso, es el mundo real. El resto, lo que nos empuja cada día hasta el agotamiento es otra cosa, es especulación, esclavitud, el lado oscuro de ese sol que se remonta sobre el horizonte para inundar de luz mi huerta, huérfana hoy del frescor de los tomates, las zanahorias, los calabcines y las jugosas lechugas que se abrirán en Mayo hacia el calor de Junio.
La verdad del mundo se encuentra en el lento cambio de las huertas y las cosechas, en la espera de los almendros, siempre apresurados con sus flores perseguidas por la escarcha. Lo demás, la inmediatez del hoy mismo, es la mentira que nos tiene prisioneros y engañados pensando que lo importante es el segundo y no la estación; el reloj y no el sol oscilando sobre el horizonte para calentar y enfriar según el curso de su imposible fuga hacia el sur.
No hagáis caso de los que os engañan cada día y preguntarle a vuestra piel para que ella os diga el verdadero tiempo que está viviendo y darle la adecuada respuesta. Ahora mismo añora el sol de Marzo para olvidarse de ese frío constante del invierno.
Los únicos cuartos que deberían estar marcados en nuestro reloj son los que corresponden al verdadero tiempo: verano, invierno, otoño y primavera, que es lo importante para la huerta. Lo demás, lo que no es tierra, es mentira: hacerme caso.
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