A pesar de los negros nubarrones y del espeluznante panorama de los medios de comunicación dedicados a la exhibición de los peores modelos sociales de famoseo delictivo, gritos destemplados y demás muestras de pobreza intelectual, ayer comprobé que podemos tener una pequeña esperanza. Me explico.
Ayer, el Instituto Francés en Madrid albergaba, dentro de un extenso programa de actividades culturales, una conferencia del premio Nobel de Física de 2012 Serge Haroche. No pude entrar y es más la cola era de las hermosas y llena de estudiantes, gente joven en su mayoría. Lo mejor del caso es que no estaba Belén Esteban en el programa, por si alguien piensa maldades.
No pude ver la conferencia, pero he de confesar que pocas veces en mi vida un fiasco así me ha hecho tan feliz, de verdad. Estuve haciendo risas con familiares y amigos sobre el hecho de que intentaría ir y que, imaginaba, no habría sitio. La opinión mayoritaria se agrupaba en torno al hecho de que podría elegir fila y asiento sin problema, pero no: lleno hasta reventar y asistencia imposible.
Se lo hemos puesto muy muy difícil; su futuro es peor de lo que fue el nuestro; la libertad que soñamos se ha trocado en zafiedad, una burocracia parásita y una clase política corrupta que les ha empujado al exilio, al paro y al bombardeo de unas televisiones repugnantes, pero un teatro se abarrota para escuchar a un señor que habla de algo tan raro como Física Cuántica.
¡¡Hay esperanza!!
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