Hay determinados personajes políticos que sólo me merecen desprecio y me generan un absoluto rechazo por lo que hacen, dicen, representan y perpetran. El paradigma de todos ellos, el repugnante cum-laude por encima de los Martínez Pujalte y otros pobres memos que ladran como perros para hacerse notar por el amo; por encima incluso de Aznar, que asume sus horrores, mentiras y asesinatos con absoluta integridad y desprecio, se llama Federico Trillo.
Este Cabo Perejil, Caballero Aspirino de la escala de la Armada; este mea pilas que se olvidó de los códigos de honor que engrandecen la convivencia militar; este repugnante mentiroso que elude sus responsabilidades señalando con el dedo acusador a sus subordinados, los mismos a los que él exigió obediencia ciega y ahora deja en la estacada; ese que parece ser refractario a todas las mierdas y a todas las irregularidades de su gestión; ese, al que todos los militares españoles y muchos de parte del extranjero califican como el peor ministro de defensa que en la historia ha sido, ahora también se columpia como responsable legal del PP.
El tal Federico Trillo ha estado semanas sonriendo y asegurando que el supremo dejaría el caso de los trajecitos cerrado y sellado per saecula seculorum, pero hoy el Supremo ha tenido a bien decirle a la corte valenciana que mejor se lo siga currando que parece que si se toma interés, algo encontrará.
Si alguien se dedicara a hacer un manual del político deleznable; de ese político que solo anhela el relumbrón de las cámaras y de la autoimportancia debida a nada; del político mentiroso al que no le importa faltar a la verdad con tal de no conceder un lance al contrario; de ese político rastrero con el poderoso y despreciativo y cruel con el débil; ese político, resultante de la encarnación de todas esas características, se llamaría Federico Trillo.
Federico Trillo nos despertó un día con fuerte viento de levante sintiéndose marine desembarcando en la playa de Omaha el 6 de Junio de 1944 y lo único que había hecho era acojonar a unos pobres soldaditos del ejército marroquí que en su vida se habían visto en otra igual. Federico Trillo se escabulló de todo el proceso del Yak 42 cuando había sido el motor, el instigador, el ordenador y el muñidor de todo el horror que se produjo durante la identificación de los cadáveres; durante los funerales y, con diferencia lo peor, una vez conocidas las primeras irregularidades, el perseguidor de las familias de las víctimas, a las que presionó, amenazó y persiguió con saña y con verdadera crueldad.
Este es el personaje al que el PP confía la estrategia de las muchas acciones legales defensivas que está obligado a mantener mientras se va consolidando el desastre del caso Gurtel, de los trajes de Camps y de la novedosa prueba de la financiación irregular del partido.
Si la historia es justa, que casi nunca los es, a este tío debería colocarlo en las sentinas de la más profunda reprobación moral. Lo lamentable es que, hasta que llegue la historia, lo aguantamos nosotros. Mala suerte.
si tenemos suerte, y siempre tenemos que confiar que asi sea, entrará un fuerte viento de levante que se lleve,lo más lejos posible, a Trillo, Camps, Rajoy y a toda la pandilla de impresentables del PP.
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