Cuaderno de los sueños fríos

El hombre como centro de la lucha.

Hoy empieza un nuevo cuaderno estacional que bautizo como “de los sueños fríos” , propios de una época en la que el cuerpo sueña con olvidarse del frío y se acuerda del calor como una bendición.

"El problema no es que el hombre haya dejado de creer en Cristo sino que ha dejado de creer en el hombre, en su condición racional y libre. Si la verdad es inalcanzable la felicidad es imposible" Eulogio López Hispanidad, viernes, 31 de diciembre de 2010

Si la última entrada del año fue, según algunos mails de amigos, algo fúnebre, la primera del 2011 la quiero dedicar a exponer ciertos retos que merecen la pena y que, aunque no se consigan, harán del año que viene el primero de un periodo dedicado a la pelea. El párrafo que abre el comentario me hace reivindicar algunas cuestiones que me parecen importantes.

El hombre como elemento central de la ética particular, el hombre y su papel en el mundo natural, esa ética que siempre se ha colocado con complejos frente a los movimientos religiosos, como si fuera una aspiración de segunda clase frente a lo que de verdad es cierto y pleno: la religión.

Pues bien, alistándome a ese movimiento laicista que tanto preocupa y exagera nuestro azote patrio encarnado en cardenal, Rouco, digo que no es verdad que la religión lleve al hombre a más altas cotas de las que la ética permite. Es una mentira, una falacia que se ha repetido hasta alcanzar el grado de esas falsas verdades antiguas y nunca cuestionadas. La ética personal constituye una esperanza, la única esperanza que se coloca frente a la incertidumbre con absoluta tranquilidad y se preocupa de no hacer mal, de ser solidario, justo y moral; la única postura que no espera recompensa eterna ni actúa en función de premios instantáneos o compra voluntades divinas. Primera pelea: hay que reivindicar la ética personal contra los modelos gastados que intentan perpetuar el negocio a costa de lo que sea.

La ilusión: segundo gran reto que debemos poner encima de la mesa. Hay que recuperar esa ilusión por el trabajo, por las peleas, por los sueños de cada uno, por las utopías particulares: por la pelea misma y no por la victoria o el dinero como único baremo de éxito. No ganaremos, pero disfrutaremos del esfuerzo.

Pasaremos el invierno y llegarán los verdes días de la nueva primavera, pero antes, desde hoy mismo, con las promesas de cada año, me gustaría que muchas intenciones se unieran a favor del hombre y su pelea por ser mejor; en favor de olvidar lo superfluo e innecesario para fijar el foco en lo importante, no en otras cosas que nos han dicho que importan y que, en verdad, no importan una mierda.

No es época de grandes objetivos, pero si es momento para mirar dentro y encontrar una fuerza antigua que ha permitido al hombre hacer grandes cosas, buenas y malas, pero grandes cosas. Intentemos que sean buenas.