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martes, 18 de enero de 2011

Sueltos


La deuda española se ha colocado pagando un 14% menos que en las últimas convocatorias y los 5.540 millones de euros acallan, bajo su peso, los alarmistas gritos de quiebra del país. ¿Cuando y donde nos encontraremos los próximos titulares derrotistas que, con nuestro dinero, pretenden la dimisión de Zaptero y la convocatoria de elecciones anticipadas? ¿No será más fácil decirle a Rajoy que trabaje en un programa que ilusione, cohesione, agrupe y nos motive para crecer y ser mejores? Es que eso implica trabajar y pensar, y eso, ya se sabe, cuesta más que gritar.
La bolsa española, la mejor en lo que va de año. Menos mal que los de siempre estamos en crisis, que parece que, los de siempre, también, no se han percatado. Queda año, pero parece que va a costar mantener la ilusión en el congelador. ¿Será verdad que podemos salir de esta sin que nos invadan las huestes del Wall Street ournal?
Cascos avanza sembrando su discurso entre los insatisfechos. ¿Por qué será que, siempre, pero siempre, los mejores discursos sobre la necesidad de cambiar los partidos se pronuncian cuando se ha perdido ante el sistema? ¿Que ha visto ahora Casco que no realizara él mismo cuando gobernaba el PP con mano de hierro? ¿Será que la disciplina aplicada a los demás es más leve que la padecida por uno mismo? Vaya Vd. a saber.
Rajoy se lava la cara y ya habla, sin tapujos, de eliminación del matrimonio gay y de sustanciales restricciones en la ley del aborto. Tranquilos, las encuestas de los próximos días reflejarán el rechazo social y pasará lo de siempre: no tocarán nada. El PP siempre ha amenazado con retrocesos sociales que luego no ha tenido el valor de realizar. Prefiero, sinceramente, que se comprometan y den la cara. Así las opciones serán más claras.
Las autonomías retroceden en el espacio mental no periférico. Pero ¿en que otro espacio buscan recolocarse? Parece que en pocos, que no es estético, fuera de la derecha, buscar la sensatez del modelo que permita acercar la gestión al ciudadano sin duplicar funciones, elevar costes y crear un monstro sin sentido. No estará de moda, pero no queda más remedio que parar y mirar: lo que hemos hacho ha crecido sin control y sin racionalidad. Administración, servicios y estado si: descontrol y gasto sin medida, no, gracias.
Vigilancia de la crispación: ¿el Gobierno se acerca a la censura? Lo que hay que cambiar es la ley que regula la concesión de los canales de televisión como subsidiarios de un servicio público que no da el estado. Que, por favor, el gobierno cambiar esa regulación y deje en manos de los jueces cualquier delito pero que no nos haga pasar por al deshonra de aplicar un reglamento que, si bien sería legal sin ninguna discusión –salvo los gritos de cabreo tan cercanos a los de ritual – también sería absolutamente impresentable a estas alturas de la historia. El capital siempre ha tenido medios, pero la izquierda ha tenido ideas, ha tenido ideales y ha tenido valor para la lucha. Ampararse en una ley que es absurda para intervenir opiniones, por mucho que esas opiniones sean absolutamente deleznables y golpistas, es mala cosa, sin duda alguna.

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