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sábado, 22 de enero de 2011

En deuda con la inteligencia

Bueno, no he encontrado la canción, pero a cambio os dejo una parodia genial sobre el diseño inteligente, dios y los plátanos.


Reflexiono, la palabra queda estupenda, muy redonda para empezar la entrada, sobre el sentimiento de persecución laicista con el que Rouco bombardea a la sociedad española usando todos los medios a su alcance, que son muchos. Imaginemos, por un momento, que esto sea verdad –mucho suponer, pero lo concedemos – y que podemos hacer un paquete con toda la persecución laica que se ejerce contra todas las religiones, todas, incluidas las marginales, las más minoritarias e incluso esas tan folclóricas y llamativas que tanto medran en los USA y que comienzan a llegar aquí aunque sea, afortunadamente, con cuenta gotas. Reunidas todas ellas, que como religiones deben sentirse atacadas por el laicismo en la misma medida que se siente atacada la Iglesia católica, apostólica y romana, demos un valor numérico a ese ataque global. Por ejemplo, 100, un valor como otro cualquiera.
Ahora hagamos otro ejercicio que consiste en sumar la atención que los medios de comunicación, instituciones académicas superiores y colegios dedican a estas mismas religiones que se sienten atacadas. El valor propuesto también es 100. Dejemos a un lado el tema económico, al que probablemente solo dediquemos un pequeño recordatorio al final de la entrada.
Ahora analicemos el valor “verdad” o el valor “hecho probado” que obtendrían el mismo conjunto de religiones cuando analizamos sus principios fundacionales. Veremos que la idea de “fe”, de creencia subjetiva, lo impregna y lo abarca todo, de manera que las argumentaciones tendentes a la tautología lo abarcan todo. La verdad de las religiones se basa, precisamente, en que la verdad queda substituida por la creencia y por la fe, posiciones particulares que no precisan de verdad sustentadora alguna. Hombre, algún enloquecido encontramos que atribuye el valor 100 a los enunciados de la Biblia en su interpretación textual: el mundo se creó en 7 días y cosas parecidas (A ver si encuentro una canción para predicar sobre el tema que no tiene desperdicio). Solicito de los lectores la autorización para atribuir el valor cero a la posibilidad de demostrar, de manera fehaciente y ajena a las cuestiones de fe, la existencia de un ser superior omnipotente, omnisciente y real al que se ha convenido en llamar Dios.
Ahora vamos a ver que posición ocupan esas religiones perseguidas posicionándolas en una teórica escala de apoyo social con respecto a la ciencia. Si comparamos la presencia del conjunto de las cuestiones e informaciones científicas en los medios de comunicación con la que obtienen el conjunto de esas religiones perseguidas por el laicismo, el desequilibrio es infinito. Un ejemplo que es sencillo de comprobar: Comparemos la repercusión de la beatificación de Juan Pablo II con la obtenida por un acontecimiento científico de tanta relevancia social como el inicio de los experimento con células madre para la reparación de lesiones medulares. Veremos que el tamaño de la desproporción es enorme, y eso que la noticia es de esas que llegan a los medios por su enorme importancia, que no quiero imaginar lo que está pasando con los miles y miles de importantes avances científicos que se consiguen todas las semanas y que nunca alcanzan las pantallas de televisión o las páginas de los diarios. Si damos un valor a esa cobertura, podemos, por dar algo, otorgar valor 1; lo cual es o mismo que decir que los medios de comunicación dedican cien veces más atención a la superstición y a las creencias esotéricas indemostrables que a la divulgación de lo REAL, que al final es a lo que se dedica la ciencia: a conocer que pasa en el mundo REAL; no en el esperado y nunca visto mundo espiritual, esotérico o místico - le llamemos como le llamemos - que el nombre no cambiará su naturaleza.
Comentado el panorama mediático, podemos pasar al académico y veremos que la situación es semejante, lo cual es mucho más incomprensible: al final de su educación básica, un alumno habrá dedicado muchas más horas a temas sin relación alguna con la realidad o la verdad que a la física, a las matemáticas y al resto de ciencias que deben enseñarle la verdadera naturaleza del mundo en el que vive.
Comparando la suma de ambos valores totales, podemos comprobar que la perseguida Iglesia cuenta con un valor de apoyo, atención, difusión y prescripción infinitamente superior al que se dedica al mejor investigador, a las más avanzadas teorías de la ciencia o a cualquier genio que consigue que la humanidad sufra menos o tenga menos dolor. Es más, llegamos al insulto –porque es un insulto- que cuando un científico comunica un nuevo descubrimiento, teoría o avance, se le somete a la absurda vergüenza de confrontarlo contra algo tan ajeno a la ciencia como el dogma de una u otra religión. Nunca, como sería lo normal, se investigan las diferencias entre teorías o las incongruencias entre los datos experimentales, no: ese señor tendrá que argumentar y demostrar, para que no prohíban sus libros en las escuelas, que lo que dice no es contrario a lo que escribieron unos señores hace más de dos mil años sin tener, con perdón, ni puta idea de lo que pasaba en el mundo fuera de sus ovejas y sus cabras. ¿Es, o no es, algo ofensivo?
Desde mi punto de vista, necesitamos mucha más ciencia y mucha menos superstición; mucha más mecánica cuántica y muchas menos misas en las teles; menos Parusía y más “big bang”; menos Vía Crucis exaltadores del sufrimiento y mucha más medicina. Señor Rouco, no se sienta perseguido y asuma su papel de perseguidor y de ladrón del escaso espacio mediático dedicado a la búsqueda de la verdad; perdón, de la VERDAD, así, con mayúsculas, que queda mucho mejor.

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