Como ando bastante fastidiado de la espalda y las contracturas desaconsejan eso de ponerse a escribir, recupero un escrito de cuando la guerra de Irak dirigido a nuestro nunca bien ponderado ex-presidente y actual locuaz, verborreico y venenoso conferenciante Aznar. Todos sabéis que es un personaje al que tengo especialmente atragantado, pero lo que le pido a él, es válido para todos aquellos políticos que avalan la guerra como solución de algo.
La niña de la foto es atemporal y ubicua; encarna, desde mi punto de vista, exactamente eso que forma parte de la espantosa realidad de la guerra, de todas las guerras.
Hay que hablar tanto y con tantos....
Hoy, cuando el norte de Afriva es un polvorín lleno de caciques a punto de caducar, o ya caducados en su utildad, volverán las guerras, las nuevas y las docenas de olvidadas viejas, a llenar los cementerios de niños y de inocentes de los que nada sabremos porque nunca serán noticia. Nuestro mundo convive con miles de muertos cada día que no son noticia. Triste sino el de morir injustamente sin alcanzar, siquiera, la categoría de víctima contabilizada en los titulares.
Foto publicada en El Mundo durante la guerra de Irak.
Espeluznante.
Hable con ella, Sr. Aznar, y dígale que su tragedia tiene justificación, que la liberación de su tierra no puede hacerse sin “daños colaterales”, que con la victoria su vida será mejor y la risa volverá a su rostro cuando juegue con sus amigas en una tierra liberada.
Hable con ella, Sr. Aznar, y cuéntele la verdad: dígale que sus muñones, como sangrientos arados, abrirán una tierra más libre y más fértil por el abono de su sangre. Explíquele que su sacrificio tiene sentido y que Vd., que conoce la verdad, lo puede explicar de una manera racional.
Hable con ella, Sr. Aznar, y asegúrele que puede descansar tranquila, como Vd. descansa todas las noches, con el feliz sueño de la justicia y la tranquilidad moral; dígale que toda lucha necesita víctimas para ser más grande, pero que el fin justifica los medios.
Hable con ella, Sr.Aznar, y demuéstrele la necesidad de su dolor y de su espanto. Seguro que ella entenderá que su vida no cuenta y que, con generosidad, ofrecerá sus piernas por la causa. Seguro que su inocencia no buscará injustificados argumentos pacifistas para intentar conservar la integridad de su cuerpo. La infancia es generosa y nos enseñará a todos que unos pocos miembros no son nada, que sus vidas no son nada y que el sueño de libertad no tiene precio.
Hable con ella, Sr. Aznar, y desde su superioridad moral, ilumine su camino de dolor para que se convierta en la senda de esperanza que Vd. conoce tan bien y que los demás ignoramos.
Hable con ella, Sr. Aznar, y consiga que su tragedia se convierta en un concepto abstracto ajeno a nuestras vidas. Ella no debe permanecer en el recuerdo, la causa exige su olvido y su desaparición pues, si permanece, la victoria no llegará nunca.
Hable con ella, Sr. Aznar, y hágale comprender que nosotros somos buenos, que nunca podríamos entender su dolor y su miedo; que sólo somos personas que ignoramos la grandeza de los ideales que impulsan esta guerra. Si ella entiende, nosotros podremos seguir ausentes de la realidad y nuestra vida volverá ser normal.
Hable con ella, Sr. Aznar, y cuéntele los secretos, los oscuros arcanos que rigen el destino de los pueblos; esos que sólo se le aparecen a Vd. en compañía de Bush y Blair y que tanto le enseñaron a Vd. mismo. Nosotros no sabríamos explicarle nada y no podríamos mitigar su dolor. Vd. si puede.
Hable con ella, Sr.Aznar, y pídale que, por favor, salga de nuestras vidas. Que nos asegure que sus miembros retoñarán alados de savia sin otoño, que nuestras noches volverán a ser el hogar de nuestros sueños, esos sueños que amenazan con abandonarnos para siempre ahuyentados por el espanto de sus gritos.
Hable con ella, Sr.Aznar, y que nos permita volver a vivir una primavera esperanzada y nueva sin el recuerdo de su sangre. Que el sol pierda el tono rosado y negro de la herida y la destrucción implacable de muchos como ella.
Hable con ella, Sr.Aznar, Vd. que puede y que tiene la convicción para poder hacerlo. Yo sólo puedo llorar y refugiarme, espantado, en el recuerdo de tantas risas perdidas, de tantas vidas que nunca podrán ser y de tantos niños que sólo tienen el miedo para llenar sus vidas.
Hable con ella, Sr. Aznar: yo sólo puedo llorar y llenar mi vida con su dolor.