Si alguien piensa que bajo este título se encontrarán milagrosas recetas para la renovación política, se equivoca de media a medio: la renovación de laque hablo es la que se nos ofrece estos días en los campos de Abril como una explosión verde y florecida de mil tonos y matices.
Tenía el campo ganas de venirse arriba y este año podría pasar a los anales si no fuera porque la naturaleza es constante y fiable en su vocación de regeneración anual. Las encinas andan con plumeros de polen y más de un palmo de brotes; los cardos parecen querer encaramarse a no se sabe que distancia del suelo mientras los capullos se llenan de esa despreciada flor que solo ha sido glorificada por los escoceses en su himno “Flor de Escocia”.
El mes de Abril discurre como debe transcurrir, con nubes, aguas, soles y sustos para empujar hacia a arriba los pastos y las flores, los hueros y sembrados sin hacer demasiado caso de nosotros, que ya andamos añorando el calor estable del verano para entregar la piel al tibio beso del sol. La naturaleza nos va desvelando, poco a poco, como una novia esquiva e insegura de nuestra bondad, secretos y reglas que aumentan, si cabe, la admiración primigenia que sentimos al contemplarla.
Personalmente, y es algo muy particular, disfruto conociendo los mecanismos naturales que me permiten disfrutar de lo que veo y analizando sus causas; intentando comprender a posible ventaja que obtuvieron las plantas de flores amarillas para protagonizar, de forma tan destacada, esa primera explosión primaveras de los pastos. Amarillos abajo y blancos frutales en los árboles y arbustos que darán comida. Curioso ese primer panorama subjetivo.
Vivir donde vivo me permite sentir el pulso de los ciclos, entregarme al clima y a sus oscilaciones sin apresurar el paso tal y como nos pide la ciudad, que no tolera la dispersión. La ciudad quiere y necesita que nada cambie, que el ambiente permanezca inalterable: con esos 22 o 23 grados con el que los edificios llamados inteligente –no seré yo quien use ese término- parecen asegurar una perfecta digestión de nuestras vidas.
El mes de Abril es el mes de la vida renovada, de las aguas que corren y saltan de piedra en piedra llenando manantiales y empapando cosechas. El mes de Abril es el mes del que deberíamos sacar conclusiones y modelos y, sin embargo, es el mes que consideramos transitorio entre los fríos del invierno que se ha ido y el calor de un verano que no llega.
Hubo un día que el hombre sentía el pulso de la tierra y acomodaba sus pasos y migraciones a los mandatos que sus ciclos requerían, Hoy el hombre se ha olvidado de que la tierra debe ser atendida, cuidada y obedecida, que fuera de sus reglas, nos espera el desastre. Y el desastre llegará, sin duda, que cada día que pasa hacemos lo posible para que el momento se adelante todo lo posible.
Se agradece la foto y el comentario. En una tarde gris como la de hoy he revivido un agradable paseo por este campo tapizado de amarillo con suave brisa y embriagante perfume a primavera.
ResponderEliminara.m.